miércoles, 15 de mayo de 2024

Falsas disyuntivas

En las discusiones, tanto de café como en los medios de comunicación, suele discutirse acerca de muy variados temas y vemos con frecuencia falsas disyuntivas como:

Panelistas Vs. economistas

La salud Vs. la economía

Igualdad Vs. libertad

Analicemos:

Panelistas Vs. economistas

Es frecuente ver a destacados economistas participar en programas televisivos donde panelistas y periodistas, no menos destacados e imbuidos de generosos ideales altruistas, los interrogan e interpelan.

Entre los economistas los hay de distintas tendencias y, sobre todo, de variada forma de debatir, algunos con mucha –tal vez excesiva– vehemencia, y otros no tanto.

Pero lo que veo casi invariablemente, es que cuando los economistas exponen sus muy técnicas razones para explicar nuestras reiteradas crisis y las soluciones para evitarlas y, ante su requerimiento de bajar el gasto público, la respuesta de los compungidos panelistas suele ser de este tipo:

Pero la educación y la salud no son gasto sino inversión.

Pero ¿cómo van a hacer los viejitos jubilados si no se les da un bono extra?

Hay que quitarle a los que más tienen para darle a quienes lo están pasando mal.

Ante esos cuestionamientos, veo con pesar, que los economistas ensayan respuestas muy técnicas, pero poco convincentes. A mí no me tienen que convencer, porque ya estoy convencido, pero entiendo que una buena parte de los televidentes, se pondrán del lado de los panelistas.

Las respuestas que yo, poco versado en cuestiones económicas, hubiese querido oír serían de este tipo:

Cuando se habla de “gasto” es referido a erogaciones totales (en física, equivale a caudal o flujo). Reducirlo no quiere decir que se tenga que hacer de áreas sensibles como la salud, la educación, justicia y otras ineludibles del Estado. Y aún en estas áreas, lo que se requiere es mayor eficiencia en el gasto, para lo que es imprescindible efectuar las correspondientes auditorías. Es bueno recordar que, por mucho que se haya afirmado que se ha aumentado el gasto (o inversión si se prefiere) en educación, los resultados son pésimos. Otro tanto podemos decir de las otras áreas de competencia del Estado.

Respecto a los “pobres viejitos”, habría que preguntarle al condolido panelista de dónde se sacarían esos mayores recursos; ¿estaría dispuesto él a resignar un porcentaje de su salario? ¿Por qué pretende que se haga vía mayores impuestos a otros? También cabe preguntar ¿qué fue lo que llevó a esos pobres ancianos y a tantos excluidos del sistema a estar en forma permanente en situación crítica, si no el enorme gasto público así como la aniquilación de las recordadas AFJP y el retorno a un sistema que, es evidente, no da ni dio resultados? Cualquier gobierno, por perverso que fuese, si tuviera la varita mágica, pagaría de un día para otro unas jubilaciones espléndidas. 

Quitarle a los que más tienen estaba bien para Robin Hood, porque le quitaba a los que, supuestamente, estaban explotando al resto de la población. Hoy, si de quitar se trata, habría que comenzar por los políticos, los empresarios prebendarios y los sindicalistas y no aumentando exageradamente los impuestos a los generadores de la riqueza.

La salud y la educación Vs. la economía

Cuando esos economistas de los que hablé pretenden hacernos ver los desaguisados que se hacen en materia económica, tanto en plena pandemia de COVID, como antes y, después, suelen retrucarle que “la salud es más importante que la economía” o bien “Que antes que preocuparse por que los números ‘cierren’, debe tenerse en cuenta que sea con la gente adentro”. Parece ser que no se anoticiaron que el fin último de la economía es, precisamente, la gente. Y que cuando los números “no cierran”, invariablemente la gente queda afuera.

Por eso, como bien dijo uno de esos versados economistas, “Salud Vs. Economía” es una falsa disyuntiva. Y es precisamente al enfrentar una emergencia cuando más hay que prestarle atención a la economía, para evitar, entre otras cosas, el colapso de las prestaciones sanitarias. ¿De dónde saldrían los recursos humanos y materiales para enfrentar una tragedia si no se atiende a la Economía?

–¿Usted prioriza la economía por sobre la Salud? – machacan esas sensibles mentes.

Parece mentira que, en los medios de comunicación, casi todos los periodistas, panelistas y opinólogos varios, invariablemente insistan sobre este tema.

No hay posibilidad de prestar buenos servicios de salud sin una economía sana.

No hay posibilidad de tener una educación razonable sin una economía sana.

No hay posibilidad de reducir la pobreza sin una economía sana.

No hay posibilidad de reducir la inseguridad sin una economía sana.

No hay posibilidad de mejorar la inclusión social sin una economía sana.

No hay posibilidad de mejorar las jubilaciones sin una economía sana.

¿Se entiende por qué no se puede dejar de hablar de economía, ni en los peores momentos de aquella eterna cuarentena?

¿Y cómo se logra esa economía sana?

Con un giro de 180º en las políticas que se han seguido ya durante décadas.

Tomando como guía lo que hacen otros países que sí prosperaron. Y los ejemplos cubren todo el abanico de raza, religión, historia, y geografía; es decir que ninguna de estas condiciones es obstáculo para lograr un despegue definitivo.

Claro que, con los niveles de corrupción e impunidad que padecemos, fracasará incluso la mejor política económica que pudiera implementarse.

Igualdad Vs. libertad

Se ve con angustiante frecuencia que se clama por una mayor igualdad sin entender que el verdadero problema contra el que hay que luchar es la pobreza. Nadie se muere de «desigualdad», sí de hambre o enfermedades asociadas a la pobreza. Y esto se ve con claridad patética en Chile, donde en forma totalmente organizada, las izquierdas, hace ya unos años, han acometido contra un régimen que ha sacado de la pobreza en pocas décadas a un enorme número de chilenos. Y que está hoy en los primeros puestos de América Latina en materia de Desarrollo Humano, PBI/h, educación, acceso a la salud e, incluso, en materia de jubilaciones, que ha sido una de las grandes excusas para promover la ola de barbarie.

Lo que generalmente logran estas izquierdas dogmáticas, y tal vez sea lo que buscan, es acabar con los ricos, en vez de acabar con los pobres.

Pero no hay remedio, ellos no pueden mostrar un solo ejemplo de éxito en sus intentos por traer el Paraíso a la Tierra. Y, si analizamos los países más exitosos en su lucha contra la pobreza, veremos que son precisamente los que tiene una economía más libre; es decir, los más alejados de sus trasnochadas teorías.


miércoles, 8 de mayo de 2024

Siempre es bueno leer

 

Retomando la costumbre de contarles algo de lo que he leído:

La neoinquisición. De Axel Kaiser 

En la sinopsis inicial el autor nos explica en forma somera acerca de la “corrección política” que podría ser comparada con la persecución a las brujas en otra épocas. Así, el subtítulo es muy expresivo: “Persecución, censura y decadencia cultural en el siglo XXI”.

Luego se explaya más a fondo acerca del fenómeno de la cacería de brujas en siglos anteriores en los que, bastaba una denuncia, para que la condena fuese segura, con o sin confesión del acusado; si no confesaba se lo torturaba hasta que lo hiciera. Si aún así no lo hacía, le esperaba una muerte más atroz, como si esto fuese posible. Y hace un paralelismo con nuestra realidad actual, en la que, si bien a nadie se lo lleva a la hoguera, suele ser suficiente una denuncia, para arruinar definitivamente la reputación del acusado. Y eso cuando lo que pierde es solo la reputación.

Este tipo de políticas hace sumamente beneficioso afiliarse a algún colectivo minoritario que se declare discriminado, para obtener una serie de beneficios que, claramente, van en contra del principio de igualdad ante la ley.

Hoy se persigue a quienes pongan en tela de juicio que el género no es exclusivamente una construcción cultural, y algo parecido con la genética, con el patriarcado, con la brecha salarial y con la “culpabilidad de Occidente” en cualquiera de las desgracias que ocurren en el mundo actual.

Así, con esa facilidad con que se destruye el crédito y prestigio de una persona, lo que se consigue es una autocensura, por temor a herir la sensibilidad de algún ofendido profesional.

Uno de los conceptos que bien maneja el autor es la patraña de que el capitalismo se basa en la explotación de la clase obrera y de la mujer. Lo de la explotación de la clase obrera, si bien no es el tema de este trabajo, hay que reconocer que en la actualidad, nadie puede seguir sosteniendo este dislate, cuando es precisamente en los regímenes auténticamente capitalistas donde mejor nivel de vida alcanzan los proletarios. Respecto de la explotación de la mujer, nada más alejado de la realidad:

… el capitalismo, creado esencialmente por hombres, es decir, por el supuesto patriarcado opresivo, ha sido la principal fuerza liberadora de la mujer. 

Otro de los temas que la neoinquisición ataca es el de la inmigración, dando por sentado que en todos los casos es beneficiosa para el país receptor. Para demostrar que esto no es así, da ejemplos en Alemania y otros países europeos donde ciertas colectividades, lejos de integrarse a la cultura que las acoge, se mantienen aisladas e incluso quieren imponer sus hábitos y creencias. Tal el caso de los musulmanes que ni siquiera se esfuerzan por capacitarse (a diferencia de los vietnamitas en este ejemplo) y recurren abusivamente a la seguridad social. Incluso la autocensura no permite difundir el caso de que, una inmensa mayoría de ataques sexuales a mujeres alemanas, son perpetrados por personas de esa cultura.

Respecto de la esclavitud y el perverso rol del hombre blanco en el tráfico de esclavos:

… lo más asombroso de la historia de la esclavitud que abarca todo el mundo y todas las razas (yo agrego: y todas las épocas hasta hace muy poco) es que antes del siglo XVIII no se planteó ninguna pregunta seria sobre si la esclavitud era correcta o incorrecta. A finales del siglo XVIII esta pregunta surgió en la civilización occidental, pero en ningún otro lugar». (Cita de Thomas Sowell). Los primeros en el mundo en ilegalizar la esclavitud fueron los británicos y no solo eso sino que ejercieron el poder de policía internacional en los mares. 

Como no se ajusta a la narrativa antioccidental, se prefiere ignorarlo. 

Y siguiendo con el “antioccidentalismo” y su voracidad colonial:

Tampoco puede hablarse de la culpa occidental por los crímenes cometidos sin reconocer que los males perpetrados por los occidentales eran también comunes, e incluso más extendidos, en otras culturas y que fue precisamente la civilización occidental con su cultura liberal y humanista, la única que puso fin a muchos de ellos… [...] Sin dejar de lado las manchas de nuestra historia, podemos concluir que los occidentales tenemos buenas razones para estar orgullosos por la contribución sin precedentes que hemos hecho a la humanidad en términos morales, económicos, democráticos, científicos y culturales, pues todo ello ha transformado para mejor la vida de toda nuestra especie sobre el planeta.

En el epílogo, tiene una contundente frase final:

Si hay algo que se puede aprender del pasado es que, cuando se ponen en marcha procesos revolucionarios y cacerías de brujas, nadie, ni siquiera aquellos que los promovieron desde los inicios y que celebraron mientras veían arder a sus adversarios, se encuentra libre de ser el próximo en ser arrojado a la hoguera. 

A lo anterior, yo agregaría: "Si no, que le pregunten a Robespierre.

Solo haría una crítica; se extiende demasiado, en algunos casos, en describir ejemplos ocurridos a propósito de persecuciones inicuas a destacados científicos o profesores por haber dicho algo que pudo herir alguna susceptibilidad exacerbada. Esto no invalida la lectura de esta valiosa obra de Axel Kaiser.

El amante japonés. De Isabel Allende 

Otra vez Allende nos entrega una novela ágil, entretenida y con un final inesperado. Cuenta mucho de las costumbres en el medio en el que actualmente vive –California– y de la forma como dichas costumbres fueron evolucionando. Desgarradora es la narración de la suerte que vivieron los inmigrantes japoneses y aún sus hijos nacidos y reconocidos como ciudadanos americanos durante la 2ª Guerra Mundial. La historia de un amor imposible, para su época, enlazada con otras historias de varias familias a su alrededor. 

Falcó.  De Arturo Pérez Reverte

Muy interesante novela de acción y suspenso que transcurre durante la Guerra Civil Española. El protagonista, es un mercenario que, en este caso trabaja para los fascistas. En todo momento nos deja ver los entresijos de la mezquindad y maldad humana que, como siempre, no está toda de un solo lado, así como el heroísmo y el idealismo también se reparten en ambos bandos. Rescato la siguiente reflexión del personaje que es, desde luego, la reflexión del autor:

Quizá todo eso, se dijo Falcó, marcaba la diferencia entre dos Españas. Entre dos barbaries paralelas. Ni siquiera se trataba de un asunto de coraje; materia de la que, de eso no cabía la menor duda, ambos bandos estaban provistos. Lo que se daba del otro lado era una planificada represión bajo mando único, un exterminio sistemático de cuanto oliese a democracia, libertad y ateísmo, con la idea de una nación unida, religiosa y fuerte por encima de todo. Por eso en Salamanca empezaba a hablarse de Cruzada: una guerra total hecha por militares profesionales que usaban el terror y la sangre corno arma definitiva, y mientras, lo que había por parte de la República era un disparate de improvisación, oportunismo y demagogia, con las cárceles abiertas el 18 de julio arrojando chusma a las calles -convertida en milicianos que se gastaban en juergas y mujeres lo que robaban asesinando a mansalva-, y el pueblo armado, soberano en el caos, ajustando cuentas; un odio homicida no sólo hacia el ejército de Franco, sino también hacia los miembros del propio bando, partidos y facciones enfrentadas entre sí, indecisos entre ganar la guerra o hacer la revolución, incapaces de coordinar un esfuerzo común; fuera del control de unos gobernantes y políticos ajenos a la realidad, divididos, impotentes e incapaces. Por eso ganarían los otros, concluyó, ecuánime, Falcó. Los fachistas, como decía la miliciana. Carecían de escrúpulos democráticos, eran los más criminalmente disciplinados y los más fuertes. Iban a ganar, sin duda, por mucho que tardara aquello. Y él esperaba seguir vivo para comprobarlo. Cuando todo acabara iban a faltar tumbas. 

El autor deja, con astucia, la puerta abierta para continuar con esta saga.

Los que vivimos.  De Ayn Rand 

A pesar de ser panfletaria, es una excelente novela, llena de los condimentos necesarios para mantener el entusiasmo en todo momento. Los personajes están muy bien delineados en sus respectivas personalidades y nos pinta un aterrador panorama de la Rusia soviética, aunque la autora dice, y hay que creerle, que es un alegato contra todas las dictaduras y a favor del valor de la vida humana y del valor del individuo.

Ya en el prólogo, la autora se remite a la propia prensa soviética para mostrar la gran mentira del régimen, que ya desde el principio, se vanagloriaba de sus enormes conquistas. Pero, cada varios años, anunciaba que el período anterior había sido de escasez por la impericia cuando no la corrupción de los primeros líderes. Y a los pocos años, de nuevo y así sucesivamente defenestrando a su turno a Trotsky, luego a Stalin, etc. 

Veamos este diálogo entre la protagonista, decididamente contraria al régimen y un agente de la policía secreta que, no obstante serlo, es intelectualmente honesto:

–¿No comprende –preguntó él–  que no podemos sacrificar a millones por el bien de unos pocos?

–¿Pueden sacrificar a unos pocos cuando estos son los mejores? Niéguele a los mejores el derecho a llegar a la cima y no quedará ninguno de ellos. [...] Odio sus ideales porque no conozco peor justicia que la justicia de dar lo no merecido. Porque los hombres no han nacido iguales, y no sé por qué hay que querer que lo sean. 


sábado, 27 de abril de 2024

El hambre

Todos alguna vez habremos dicho «Estoy muerto de hambre» o cosa parecida. Pero no creo que yo, ni ninguna persona de mi conocimiento, haya sentido alguna vez el hambre verdadera, el hambre atroz de un ayuno, no de unas horas, sino de días, cuando no permanente.

Recuerdo haber oído a uno de los muchachos uruguayos sobrevivientes de la tragedia de Los Andes, decir: «El hambre duele».

Eso es hambre y no simplemente ganas de comer.

Y, a propósito del tema, recuerdo frases que, por la belleza conceptual que encierran, creo que vale la pena transcribirlas. Alguna puede ser un poco extensa, pero merece el intento. 


Jorge Renard, en "el trabajo en la prehistoria" a propósito del hambre como motor del desarrollo, nos dice:

La necesidad más imperiosa para un ser vivo, es vivir. El hombre no hace excepción a la regla. Debe, ante todo, comer y beber, y defenderse de ser comido. De allí surgen una serie de invenciones: el hambre, la sed, y el instinto de conservación son los primeros y más poderosos estimulantes del trabajo. 

No sin razón es que Rabelais llama a Messer Gaster, es decir al estómago, el primer maestro de las artes del mundo, y ve en él, al inventor de todos los utensilios, oficios y sutilidades. A él, dice, no se le puede hacer creer nada, demostrar nada, persuadir; no tiene oídos. En sus requerimientos no admite ninguna demora; lo que él ordena hay que hacerlo sin retardo o morir. Animales salvajes, habitantes de los bosques, del aire y del agua obedecen a su primera señal. Por él trabaja cada uno; termina diciendo, en su lenguaje truculento el escritor, "todo por la tripa". 

Por su parte, Joseph Conrad en «El corazón de las tinieblas»:

No hay miedo capaz de derrotar al hambre, ni paciencia que pueda soportarla. Cuando llega el hambre, se acaba la repugnancia y, en lo que se refiere a la superstición, fe y lo que ustedes llaman principios, pesan menos que una hoja arrastrada por el viento. ¿Saben lo diabólica que puede ser la inanición, la tortura exasperante, los pensamientos negros que causa, su ferocidad sombría y envolvente? Pues bien, yo sí. Hace que el hombre pierda toda la fuerza innata para luchar dignamente contra el hambre. Es más fácil enfrentar a la desgracia, la pérdida del honor, del alma. Será triste, pero es verdad.

Hasta aquí, hemos considerado al hambre desde la óptica fisiológica y de comportamiento. También se puede abordar desde lo político. En su libro «El conocimiento inútil», Jean François Revel nos dice:

Como todo demógrafo calificado puede explicárselo a los espíritus curiosos, cada año mueren, en total, en el conjunto del planeta, unos 50 millones de seres humanos. Todos no pueden morir de hambre, ni suponer el 60 % de niños, ni pertenecer exclusivamente al Tercer Mundo. La población del mundo se elevaba, en la época en que esas declaraciones fueron servidas al buen pueblo, a aproximadamente 4 700 000 000 de personas, con una mortalidad del 11 %, todas las causas, todas las regiones y todas las edades incluidas. En ese total, las muertes causadas directamente por la privación de alimentos oscilan, según los años, entre uno y dos millones. Durante el decenio 1980-1990, casi todas esas víctimas se sitúan en África y, más particularmente, en los países provistos, o afligidos, de un régimen marxista: Etiopía, Madagascar, Angola, Mozambique, a los que hay que añadir Sudán, que no es marxista. Contrariamente a lo que pretenden los ideólogos, las carestías más asesinas de nuestra época se sitúan en los países comunistas, y no pueden proceder, pues, del capitalismo. De hecho, el gran productor de hambre del siglo XX es el socialismo. Las causas mayores de las 4 carestías contemporáneas son políticas. Entre las más célebres de esas causas políticas figuran la colectivización de tierras en la Unión Soviética durante los años treinta (de cinco a seis millones de muertos en una sola república: Ucrania), el «Gran Salto hacia adelante» de Mao Zedong (varias decenas de millones) o los recientes traslados forzosos de población en Etiopía. 


martes, 23 de abril de 2024

La educación

Veo en las manifestaciones de hoy (y desde hace muchos años también) una cuota de irresponsabilidad notable, sobre todo que estamos hablando de un sector que, se supone, está a la vanguardia del pensamiento del país. Y me temo que también que hay una cuota también de mala fe.

Acabar con la educación pública  no creo que esté en los planes de nadie. Y particularmente, el actual presidente, siendo candidato, hablaba de una distinta modalidad de financiar la educación. Podemos esta o no de acuerdo en que la política de los vauchers sea acertada o un mamarracho, yo no lo sé, pero defender esa variante no implica que se quiera ir contra la educación pública. Sí puede haber diferencias entre los presupuestos otorgados y los pretendidos. El aumento del presupuesto universitario es un reclamo que lleva décadas, pero nunca se han planteado de dónde saldría tal aumento, sobre todo en la muy crítica situación actual en que amplios sectores  –entre los que los jubilados son arquetípicos– están sufriendo toda suerte de privaciones. Si se preocuparan con igual empeño en auditar los resultados de las políticas actuales, estaríamos en mejores condiciones. Porque un aumento sin resultados es otra forma de malgastar los escasos recursos de nuestro empobrecido país. Para dar un ejemplo, en países vecinos cuentan con menos alumnos universitarios, pero tienen más egresados. Esto es un auténtico despilfarro de recursos. Algo están haciendo mejor que nosotros nuestros vecinos. 

Por otra parte, la gratuidad (sería mejor decir el «no arancelamiento») es una suerte de vaca sagrada que no admite siquiera una leve crítica. Y no vale el argumento de que, arancelando, los pobres no accederían a educación superior. Falso, los pobres YA no acceden aún siendo gratuita, porque el costo de estudiar no es solo el hipotético arancel que se aplique puesto que el sostén de un alumno hasta los 25 o 26 años con sus viáticos más los materiales de estudio ya los dejan fuera del alcance de una familia menesterosa. Además, son proporcionalmente pocos los alumnos que cursan en escuelas públicas que terminan el secundario. Sería, a mi criterio, razonable aplicar un arancel moderado con el que se podría becar alumnos que realmente lo necesitan y merecen.

Pero allí no terminan los inconvenientes del no arancelamiento. Si tuviesen que pagar, aunque sea una módica suma, no veríamos tantos alumnos «crónicos» que asisten para hacer política o simplemente para darle el gusto a papá.

Ni qué decir de la gratuidad para extranjeros no residentes que, no bien terminados sus estudios, vuelven a sus países de origen para aplicar allí lo que les dimos con el esfuerzo de nuestros contribuyentes.

Otra de las sinrazones que suelen tomarse como «conquistas» es el ingreso irrestricto, un verdadero despilfarro de recursos que contribuye poderosamente a la pésima relación que tenemos entre ingresados y egresados y, también, a la existencia de los ya mencionados estudiantes crónicos.

Termino recomendando la nota del siguiente enlace. 

https://www.google.com/search?q=pagni+y+alieto+guadagni&oq=pagni+y+alieto+guadagni&gs_lcrp=EgZjaHJvbWUyBggAEEUYOTIHCAEQIRigATIGCAIQIRgV0gEIODkxMWowajSoAgCwAgA&sourceid=chrome&ie=UTF-8#fpstate=ive&vld=cid:49f5c171,vid:lZ2OqcgbUwE,st:0







miércoles, 17 de abril de 2024

La nefasta oligarquía

Un DT de fútbol –al menos los de equipos de primera línea– gana cifras elevadísimas. Igual que los futbolistas estrella, o los destacados en cualquier disciplina deportiva o artística con altos índices de fervor popular. También los jóvenes creativos que crean o desarrollan distintos software o aplicaciones para teléfonos celulares o el CEO de cualquier gran empresa. Pero, todos ellos, tienen en común que su desempeño tiene que estar a la altura de lo que se espera de ellos, requisito sin el que dejarían de existir sus elevados sueldos o ganancias.

No ocurre lo mismo con los políticos. Esa sí que es una verdadera corporación que cosecha éxitos para sí; es la verdadera oligarquía que hoy tiene poder. Una vez alcanzada la posición, desde un simple concejal o un ministro, un diputado, o director de una empresa pública (de esas que tanto abundan en nuestros gobiernos progres) ganan sueldos que suelen ser diez veces el mínimo y más también. Pero no están sometidos a la auditoría de su gestión, tienen fueros y pasajes, visas, jubilaciones especiales y otros privilegios que no pierden por desastroso que sea su desempeño (recordemos que son ellos mismos los que legislan sus propios privilegios). 

Mucho se despotrica desde sus tribunas acerca de las oligarquías que siempre están contra el pueblo, que solo aspiran al sufrimiento perpetuo de las clases populares y que siempre están contra los gobiernos consustanciados con los pobres y marginados. Esa oligarquía. a la que hacen referencia, pudo haber sido la de los terratenientes, la clerical en aquellas épocas del primer peronismo o los “factores concentrados de la economía”, según repiten hoy sus voceros.

Lo concreto es que hoy, la única oligarquía que ejerce poder tangible y antipopular, es la oligarquía política (y la sindical, a su cobijo), encarnada particularmente en el nefasto PJ y todas las variantes con las que se disfraza para afianzar sus intereses: camporismo, isabelismo, lopezrreguismo, kirchnerismo, cristinismo, etc.

Estas camaleónicas transformaciones son tan útiles que les permiten no hacerse cargo de la secuela de atraso, miseria y marginación que dejan tras su paso. Pero saben muy bien regular para sí los salarios, las tarifas, las políticas públicas de todo orden, discursear majaderías, derrochar palabras vanas y hermosas buenas intenciones en sus arengas, aunque jamás dejen de hacer buenos negocios para sí y para sus empresarios amigos.

Ellos son los verdaderos enemigos de las causas populares, los que actuando a sabiendas de que están preparando siempre la próxima crisis –que pagaremos todos en su beneficio personal–, saben que el brazo largo de la justicia, no suele ser tan largo para ellos; y que las cortas piernas de la mentira, no lo son tanto como para que se caigan antes de la próxima elección. El que venga detrás, ya se las arreglará para poner de nuevo en marcha la noria.

¿Podremos, algún día, terminar con ella? Aunque esta película ya la ví, no pierdo nunca las esperanzas.



jueves, 11 de abril de 2024

Las limitaciones al poder

 

Este comentario lo escribí antes de las elecciones, por eso hablo del "próximo gobierno". Hoy, debería decir "el  gobierno que recién comienza".


Salvador de Madariaga, en su formidable novela histórica que comienza con El corazón de piedra verde y sigue con otros títulos, puso en boca de alguno de sus personajes: 

Si eres rey, no puedes ser traidor y se eres traidor, no puedes ser rey.

Se trataba del un lugarteniente de Pizarro, que lo alentaba a que se subleve contra el rey de España; después de todo, la conquista del Perú no era mérito del rey. Si la sublevación triunfaba, sería rey y por lo tanto no sería traidor. Por el contrario, si fracasaba, no sería rey y sí sería traidor (y le costaría la cabeza).

Este es un bonito ejemplo de lo que significa detentar el poder absoluto. El monarca absoluto no debe rendir cuentas ante nadie de sus conductas y decisiones. Está por encima de la ley, tal como lo estaba el Caudillo en la España franquista y tantos otros ejemplos. Es quien decide por sí lo que es legal y lo que no, el que ejecuta las políticas del estado y administra la justicia.

Cuando se impone la idea de la división y la limitación de poderes es justamente para no quedar sujetos al azar de que nos toque un rey bueno, sabio y generoso con sus súbditos, virtudes estas que, si son escasas, lo son mucho más todas juntas en una sola persona y suelen esfumarse apenas el que las posee se encuentra con todo ese poder.

Los caudillos suelen creerse iluminados, y no dudarán por tanto en someter a los otros poderes públicos, y estaremos ante una situación parecida a la monarquía absoluta que tanto le costó superar a la humanidad. El caudillo puede dar giros de 180 grados y, mientras mantenga su liderazgo, no será traidor. Pero lo será al día siguiente de perder el ascendiente sobre las masas populares. Por algo fue que a Mussolini lo colgaron cabeza abajo.

Se dice que hubo una conspiración para matar a Nerón y se pretendía proclamar a Séneca como emperador, habida cuenta de sus indiscutibles cualidades morales. Séneca rechazó el ofrecimiento de ponerse al frente de la conjura; intentando convencerlo, argumentaban que, con él, no habría abusos de autoridad, a lo que el sabio respondió:

¿Estás seguro? ¿Quién puede saber lo que se oculta en las profundidades del alma? Ni Júpiter es capaz de soportar el poder absoluto. A la larga, me convertiría yo también en un tirano. ¿Quién se atrevería a corregirme si me equivoco? ¿Quién no dejaría de adularme, por más bellaco que fuera? Si aceptase la oferta me convertiría en tirano por el solo hecho de aceptarla. Hay que crear sistemas políticos justos; creer que es el hombre y no el sistema, lo que determina la justicia es un absurdo. Los antiguos lo sabían; ¡ni por un mes se puede otorgar tanto poder a una persona!.

Las anteriores son citas de la interesante novela histórica El maestro del emperador de Pedro Gálvez.

Por esas cuestiones es que espero que el próximo gobierno no tenga un líder absoluto; que, en cambio, se trabaje en equipo; que las políticas de mediano y largo plazo sean consensuadas con el mayor número posible de fuerzas políticas y, sobre todo, que se recupere el valor y el vigor de los organismos de control de la gestión y en general todas las instituciones de la República, tan devaluadas últimamente. Por el contrario, pensar que nada debe acordarse con la oposición; considerarla intrínsecamente perversa, descaminada o vendida a oscuros intereses y conjuras por el solo hecho de ser oposición, forma parte de esa concepción absolutista del poder, que tanto daño hizo y sigue haciendo.



domingo, 7 de abril de 2024

Párrafos

En "Párrafos" quiero hacer un pequeño homenaje a Benito Pérez Galdós, quien es capaz de regalarnos algunas páginas de belleza inimaginable.

De su libro Bailén transcribo este tributo que le hace al Quijote y a ese entorno que tan bien describe.

Así atravesamos la Mancha, triste y solitario país, donde el sol está en su reino y el hombre parece obra exclusiva del sol y del polvo; país entre todos famoso desde que el mundo entero hase acostumbrado a suponer la inmensidad de sus llanuras recorrida por el caballo de don Quijote. En opinión general es la Mancha la más fea y la menos pintoresca de todas las tierras conocidas, y el viajero que viene hoy de la costa de Levante o de Andalucía, se aburre junto al ventanillo del vagón, anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que como inmóvil y estancado mar de tierra, no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno. Esto es lo cierto: la Mancha, si alguna belleza tiene, es la belleza de su conjunto, su propia desnudez y monotonía, que, si no distraen ni suspenden la imaginación, la dejan libre, dándole espacio y luz donde se precipite sin tropiezo alguno. La grandeza del pensamiento de don Quijote no se comprende sino en la grandeza de la Mancha. En un país montuoso, fresco, verde, poblado de agradables sombras, con lindas casas, huertos floridos, luz templada y ambiente espeso, don Quijote no hubiera podido existir y habría muerto en flor, tras la primera salida, sin asombrar al mundo con las grandes hazañas de la segunda. 

Don Quijote necesitaba aquel horizonte, aquel suelo sin caminos, y que, sin embargo, todo él es camino; aquella tierra sin direcciones, pues por ella se va a todas partes, sin ir determinadamente a ninguna; tierras surcadas por las veredas del acaso, de la aventura, y donde todo cuanto pase ha de parecer obra de la casualidad o de los genios de la fábula; necesitaba de aquel sol que derrite los sesos y hace a los cuerdos locos; aquel campo sin fin donde se levanta el polvo de imaginarias batallas, produciendo, al transparentar de la luz, visiones de ejércitos de gigantes, de torres, de castillos; necesitaba aquella escasez de ciudades que hace más rara y extraordinaria la presencia de un hombre o de un animal; necesitaba aquel silencio cuando hay calma, y aquel desaforado rugir de los vientos cuando hay tempestad; calma y ruido que son igualmente tristes y extienden su tristeza a todo lo que pasa, de modo que si se encuentra un ser humano en aquellas soledades, al punto se le tiene por un desgraciado, un afligido, un menesteroso, un agraviado que anda buscando quien le ampare contra los opresores y tiranos; necesitaba, repito, aquella total ausencia de obras humanas que representen el positivismo, el sentido práctico, cortapisas de la imaginación, que la detendrían en su insensato vuelo; necesitaba, en fin, que el hombre no pusiera en aquellos campos más muestras de su industria y de su ciencia que los patriarcales molinos de viento, a los cuales sólo el lenguaje faltaría para ser colosos, inquietos y furibundos, que desde lejos llaman y espantan al viajero con sus gestos amenazadores. 

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Respecto de la guerra (en el marco de la invasión napoleónica a España y el inesperado triunfo español, en Bailén, sobre las hiperprofesionales tropas imperiales) y lo que insufla en el ánimo de la gente la proximidad de la batalla nos cuenta con mucha agudeza lo que pasaba por el ánimo de la gente común. Cosa parecida vivimos en nuestro medio cuando se avecinaba el enfrentamiento con el Reino Unido por Malvinas, tiempos en que todo el mundo opinaba acerca de armamentos, estrategias y logística, aún sin tener idea de lo que es oír el silbido de una bala.

En Córdoba reinaba gran impaciencia por la tardanza del ejército de Castaños. Entonces, como ahora y como siempre, los profanos en el arte de la guerra arreglaban fácilmente las cuestiones más arduas, charlando en cafés y en tertulias, y para ellos era muy fácil, como lo es hoy, organizar ejércitos, ganar batallas, sitiar plazas y coger prisionero a medio mundo. A los profanos se unían los bullangueros y voceadores, que entonces, ¡Santo Dios!, pululaban tanto como en nuestros felices días, y entre aquéllos y éstos y el torpe vulgo armaban tal algazara, que no sé cómo las Juntas y los generales podían resistirla. 

Principió el chaparrón de comentarios sobre la lentitud con que Castaños organizaba sus tropas: unos aseguraban que tenía miedo; otros, que estaba decidido a dar la batalla, pero que, seguro de perderla, tenía tomadas sus medidas para retirarse a Cádiz y huir a las Américas con lo más granado de sus tropas; otros en fin, se atrevieron a más, y pronunciaron la palabra traidor. Esta palabra no era entonces palabra, era un puñal [...] Inútil era decir a los impacientes de Córdoba que un ejército no se instruye, arma y equipa en cuatro días: nada de esto entendían. Aunque al través del tiempo nos parezca lo contrario, entonces se chillaba mucho, y también había quien tomara muy a pechos los asuntos de la guerra sólo por el simple placer de meter ruido, y también por hacerse de notar. Todos los días oíamos decir: «Mañana viene el ejército», o «Ya ha salido de Utrera, ya está en Carmona ... ». Pero pasaban los días y el ejército no venía. 

En tanto, en Córdoba no cesaban los trabajos. Si no tienen ustedes idea de lo que es el delirio de la guerra, entérense de aquello. En los tiempos actuales, si hay guerra, las señoras, llevadas de sus humanitarios sentimientos, se ocupan en hacer hilas. ¡Ay!, entonces las señoras tenían alma para ocuparse en fundir cañones. ¡Cuando tal era el espíritu de las mujeres, cómo estarían los hombres! ¡Hilas! Allí nadie pensaba en tales morondangas. 

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De su libro Tafalgar en el que cuenta la célebre batalla, tomo estos párrafos en los que el narrador, un muchacho de solo catorce años, luego de naufragar la nave en la que tripulaba, está en una lancha salvavidas compartiendo espacio con españoles e ingleses que trataban de sobrevivir. 

No acabó aquella travesía sin hacer, conforme a mi costumbre, algunas reflexiones, que bien puedo aventurarme a llamar filosóficas. Alguien se reirá de un filósofo de catorce años; pero yo no me turbaré ante las burlas, y tendré el atrevimiento de escribir aquí mis reflexiones de entonces. Los niños también suelen pensar grandes cosas; y en aquella ocasión, ante aquel espectáculo, ¿qué cerebro, como no fuera el de un idiota, podría permanecer en calma? Pues bien: en nuestras lanchas iban españoles, e ingleses, aunque era mayor el número de los primeros, y era curioso observar cómo fraternizaban, amparándose unos a otros en el común peligro, sin recordar que el día anterior se mataban en horrenda lucha, más parecidos a fieras que a hombres. Yo miraba a los ingleses remando con tanta decisión como los nuestros; yo observaba en sus semblantes las mismas señales de terror o de esperanza, y, sobre todo, la expresión propia del santo sentimiento de humanidad y caridad, que era el móvil de unos y otros. Con estos pensamientos, decía para mí: «¿Para qué son las guerras, Dios mío? ¿Por qué estos hombres no han de ser amigos en todas las ocasiones de la vida como lo son en las de peligro? Esto que veo, ¿no prueba que todos los hombres son hermanos?» Pero venía de improviso a cortar estas consideraciones la idea de nacionalidad, aquel sistema de islas que yo había forjado, y entonces decía: «Pero ya: esto de que las islas han de querer quitarse unas a otras algún pedazo de tierra, lo echa todo a perder, y sin duda en todas ellas debe de haber hombres muy malos que son los que arman las guerras para su provecho particular, bien porque son ambiciosos y quieren mandar, bien porque son avaros y anhelan ser ricos. Estos hombres malos son los que engañan a los demás, a todos estos infelices que van a pelear; y para que el engaño sea completo, les impulsan a odiar a otras naciones; siembran la discordia, fomentan la envidia, y aquí tienen ustedes el resultado. Yo estoy seguro –añadí– de que esto no puede durar: apuesto doble contra sencillo a que dentro de poco los hombres de unas y otras islas se han de convencer de que hacen un gran disparate armando tan terribles guerras, y llegará un día en que se abrazarán, conviniendo todos en no formar más que una sola familia». Así pensaba yo. Después de esto he vivido setenta años, y no he visto llegar ese día. 

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Leer a don Benito, siempre nos depara una grata sorpresa.

 



Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...