martes, 10 de abril de 2018

El aborto


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Hoy se discute la despenalización del aborto en el Congreso. En realidad, lo que se discute es la ampliación de esa despenalización que ya estaba legalizada para ciertos casos. Lo que hoy se intenta, y es probable que se logre, que el aborto sea “libre y gratuito”.
No estoy en contra de la legalización del aborto, simplemente que me da cierta vergüenza ajena que se utlicen argumentos falaces para defender esa total liberación.
No es un argumento serio decir que, aún con la prohibición, el aborto existe y que existirá. Que por culpa de ello, mueren muchas muchachas en “cuevas clandestinas”. Con criterio parecido, deberíamos legalizar la violación, la tortura y el asesinato porque existen y, con toda probabilidad, seguirán existiendo mientras exista el Homo sapiens. No es lógico permitirlo porque “igual se practica” sino porque es moralmente aceptabe.
Cuando se hace hincapié en que hay que dedicar más empeño en las campañas de prevención del embarazo, se argumenta, para su legalización, que no hay método 100% infalible. Es cierto, no lo hay; pero es igualmente cierto que si los embarazos no deseados fueran solo por fallas en dichos métodos, el problema no sería de la importancia cuantitativa como argumentan que es. 
Lo que se debe considerar es que hay dos valores que se contraponen y que hay que concederle preeminencia a uno u otro: por un lado la vida del niño por nacer y por el otro el derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo y sexualidad.
Y allí deberán decidir nuestros representantes cuál de esos valores tiene preeminencia sobre el otro.
Como es probable que la pulseada la ganen los abortistas, analicemos la gratuidad de la prestación. Así como toda mujer tiene derecho a decidir acerca de su sexualidad y de su cuerpo, el ejercicio de ese derecho (como el de todos los derechos) implica una responsabilidad. Todos tenemos que hacernos responsables de las consecuencias de nuestros actos. ¿Por qué pretender que la sociedad en su conjunto se haga cargo de las  decisiones equivocadas de algún individuo? Y no solo entra en juego la cuestión de cargar con el costo económico de la prestación, sino que su gratuidad alienta la poca responsabilidad en el uso de la sexualidad.
Cada vez que uno critica o se opone a cierta medida, corresponde proponer algo al respecto. Por ejemplo podría imponerse la obligatoriedad de asistir a un curso de anticoncepción a quien va a hacer uso del servicio y este se prestará en forma gratuita una sola vez y habiendo aprobado el curso. Si hay reincidencia, tiene, por fuerza, que ser a cargo de quien lo solicita.

miércoles, 4 de abril de 2018

El nacionalismo


Vi hace unos días en FB a un periodista chileno reconociendo sin ambages y justificando con chilenísimas razones el apoyo que su país brindó al Reino Unido en el conflicto de 1982 por Malvinas.
Entre los argumentos que recuerdo decía que Galtieri había afirmado que luego de Malvinas «iremos por el resto de las islas», en clara alusión, según él, a Picton Lennox y Nueva. Yo creo, aunque no pueda afirmar lo que pasaba por la cabeza de tan incalificable personaje, que la alusión sería a las Shetland, Sanwich y Georgias del Sur. (Para quienes están muy lejos de esas frías regiones, aclaro que las tres primeras estuvieron en conflicto entre Argentina y Chile, y las tres últimas son posesión británica y cuya soberanía reclama Argentina, al igual que con Malvinas).
Pero no podemos criticar al periodista por pensar así, ya que Argentina había sido el país que desconoció, en 1978, el fallo del tribunal que ambos países habían elegido y aceptado, fallo este que dio razón a Chile otorgándole la soberanía sobre las islas en litigio.
Y el desconocmiento de este fallo nos llevó al borde de una guerra de la que aún nos estaríamos lamentando si se hubiese producido. En esa oportunidad, Chile no tenía sino motivos defensivos para movilizar sus tropas, ya que el fallo le era absolutamente favorable.
Y agrega el periodista que, aún cuatro años después de haber llegado a un acuerdo, Argentina mantenía tropas en lugares fronterizos estratégicos de los que Chile estaba obligada a precaverse, siendo como era el nuestro el país supuestamente agresor. Otra conjetura del periodista es que hubo un acuerdo secreto de Argentina con Perú para que, iniciadas esas supuestas hostilidades con Chile, los peruanos invadiesen el norte chileno para recuperar territorio perdido en la Guerra del Pacífico.
Uno puede estar de acuerdo o no con estos argumentos; uno puede creer o no que son solo supercherías para justificar la participación chilena en el conflicto por Malvinas y, seguramente, estará a favor o en contra según de qué lado de la Cordillera se encuentre.
Lo que me parece absolutamente lamentable es el nivel y tono de los comentarios de los compatriotas que vieron y opinaron en ese post de FB. Nada más que insultos y descalificaciones para todo lo que sea Chile o chileno, como si haber nacido de uno u otro lado de esas montañas, fuera certificado de calidad humana o todo lo contrario.
No deberíamos olvidar que, tanto chilenos como argentinos, sufríamos tétricas dictaduras militares que no necesariamente representaban el sentir de sus respectivos pueblos. ¿Qué conducta hubiese adoptado nuestro país si el fallo por esas malhadadas islas nos hubiera favorecido y Chile lo desconocía, aprestando tropas en la frontera? Esos lectores que en lugar de opinar insultan, ¿qué piensan que estarían diciendo nuestros vecinos de nosotros en tal caso?
Una cosa es el amor a la Patria, el apego a la tierra donde nos criamos, con sus costumbres, sus particularidades idiomáticas, su gastronomía y todo lo que hace a la cultura local, y otra muy distinta es pensar que por ser de una nacionalidad en particular, se tiene algún tipo de preeminencia moral, racial o cultural sobre el resto.
Mientras no erradiquemos la bestia nacionalista que solemos llevar a cuestas, siempre habrá un Hitler, un Stalin o un Mussolini esperándonos a la vuelta de cualquier esquina.


sábado, 24 de marzo de 2018

Golpe militar




Autora: (Marta Tomihisa)

Marzo 31 de 1976

Anochecer de otoño, 21 Hs:
Estoy cocinando, el puré ya está listo y las milanesas se fríen ruidosamente en la sartén. Charlie juega amorosamente con Danielito, un niño de dos años que hospedamos momentáneamente con nosotros, pues su padre es un isleño que debe someterse a una operación quirúrgica y no tiene dónde dejar al niño, por lo que acudió al municipio y de allí me contactaron para que lo cuidara. Marcela, mi sobrina, está sentada en un sillón del living y estudia atentamente sus lecciones, todo es apacible…
Acomodo la última milanesa en la fuente, cuando oigo el timbre y aunque no esperábamos visitas, pienso: Donde comen cuatro pueden comer cinco…
Mi marido se acerca a la puerta y antes de abrirla pregunta:
–Quién es?
Una voz masculina contesta:
–Charlie…
Entonces él abre y desde la cocina yo solo veo su rostro, pues la puerta al abrirse me impide ver a nuestro visitante. En la cara de mi marido hay una expresión de sorpresa y temor…
Recién cuando la puerta se cierra puedo ver a nuestros visitantes, son tres hombres portando armas, pequeñas ametralladoras con las cuales apuntan a mi marido, mientras le ordenan que vaya hacia el dormitorio. Al instante voy tras ellos, aunque parecen ignorarme…
Nos hacen sentar en la cama. El más bajo, morocho de pelo corto y bigote, vestido con pantalón y campera de jean, es el que dirige el interrogatorio, mientras los otros dos están concentrados en revisar todo el departamento.
Marcela despavorida trata de calmar al niño, que siente la tensión del momento e insiste en estar con nosotros. El que se queda en el living, es alto, delgado de cabello castaño y corto y bigote, le grita a Marcela que permanezca sentada, pues ella intenta entrar al dormitorio. Charlie reacciona y le pide al hombre que no le grite, la respuesta es tan absurda como toda la situación:
–Ah, los profesionales siempre tan prepotentes!
El tercero está revisando la habitación en la cual mi marido tiene todo su equipo fotográfico, que acabamos de adquirir en nuestras recientes vacaciones en Japón…
Dice burlonamente:
–Así que te dedicás al contrabando?
Mi marido sorprendido ante tal acusación, muestra los pasaportes en donde todo se halla rigurosamente declarado. El hombre que nos ha estado interrogando, observa detenidamente mi fotografía y dice:
–Esta es la que estamos buscando…
Lo dice como si no me hubiera identificado personalmente, entonces yo se lo hago notar:
–Esa soy yo…
Por un instante me mira como si dudara de mis palabras, pero cambiando un poco el  tono agresivo de su voz, ahora nos habla sin tutearnos:
–Nos va a tener que acompañar, para reconocer algunas personas que Ud. seguramente conoce…
Nombra a algunos de mis compañeros de trabajo, en especial a mi amiga Lia…Me dispongo a acompañarlos, voy al baño y me pongo pantalones largos, cuando ya estoy lista veo la angustia en el rostro de Charlie que insiste en venir con nosotros, les pregunta reiteradas veces:
–Adónde la llevan?
–A la brigada de La Plata…
Es la respuesta de uno de ellos, que se identifica como el oficial Vázquez.
En ese mismo momento, con gesto mecánico cuelgo mi cartera del brazo y en ese instante pienso que pocos días antes, alguien me comentó que se efectuaban algunos operativos policiales en los que detenían a personas y a través de ellas a todas las amistades que hallaban en sus agendas telefónicas. Recuerdo entonces que yo también poseo una y mientras mi marido increpa a esos hombres, la saco de mi cartera y la deslizo cuidadosamente sobre una silla apoyada a la mesa. Todo ante la vista de Marcela que me mira aterrada, pero que por suerte no dice ni una sola palabra…
Charlie angustiado, me obliga a llevar un abrigo y salgo de mi casa con el hombre de la campera de jean aferrando mi brazo, porque llevo suecos y me cuesta apurarme. Asciendo a un Ford Falcon oscuro que nos espera con el motor encendido, diviso en su interior a otros hombres. Me indican sentarme adelante, entre dos de mis visitantes. Recién cuando el auto se pone en marcha, comienzo a sentir una sensación de inquietud... Pero trato de estar serena, convencida de no haber hecho nada de lo cual preocuparme, pero inevitablemente los latidos de mi corazón se aceleran y entonces, recuerdo que he olvidado un medicamento que tomo hace un par de años para aliviar una taquicardia. Le pido al hombre de la campera que está sentado a mi lado, que vuelva para poder buscar mi medicamento y con extrañeza compruebo  que accede inmediatamente pero es inútil, en mi departamento ya no queda nadie y yo he olvidado las llaves… Mi marido seguramente, ha acudido en busca de ayuda…
Frente a los monoblocks de la calle Madero y Sobremonte el auto se detiene. En el parque que los circunda, veo hombres armados escondidos entre la maleza… Mientras el auto está detenido el sujeto que está al volante, ha bajado y habla con otros individuos que andan por allí. Uno de ellos se acerca al auto y observándome, con tono amenazador dice:
–Ah, esta es la de la lista!
–¿Qué lista?– pregunto…
No me responde y se aleja. Estoy desorientada y le digo al hombre que está a mi derecha y que ni siquiera me mira, mientras aferra sobre su pecho un arma:
–Quienes son esos?
–Yo soy policía y ellos son del ejército, es un operativo conjunto. Ahora cállese la boca…
El hombre que manejaba el auto y que había bajado, ahora se acerca y me invita a cambiar de vehículo, a otro auto muy parecido a este y que está estacionado adelante, pero esta vez me indican sentarme atrás. Hay un sujeto ya ubicado al volante y otro junto a mí. El que está a mi lado es un muchacho joven, absolutamente inmóvil, vestido con ropa de fajina, el de adelante está vestido de igual forma, es un hombre de mediana edad, de cabellos castaños y cortos, ambos están armados.
Pregunto desorientada:
_Qué es lo que pasa?
El hombre que está al volante, me mira por el espejo y responde:
–Estamos haciendo operativos por esta zona, porque hay muchos subversivos…y nosotros los vamos a parar…
–Bueno, a mí me hubiera gustado que el gobierno terminara su mandato…
–No se preocupe, nosotros solo vamos a hacer una limpieza…
–Espero que Uds. no sean los que se llevan a la gente, que después aparece muerta, ¿no?
–No señora, esas cosas las hacen los subversivos…Pero a lo mejor, Ud. conoce gente que esta metida en algo y nos puede ayudar…
El diálogo se interrumpe abruptamente, el hombre desciende del auto inesperadamente y vuelve al instante para indicarme que debo cambiar otra vez de vehículo. Creo que subo al mismo auto que me trajo a este lugar. Apenas me siento, el conductor pone tan bruscamente el auto en marcha, que debo sostenerme para no chocar con el asiento delantero.
Un momento después me dice que no vamos a la brigada de La Plata sino a la comisaría de San Fernando, asiento sin darle demasiada importancia al hecho, sin embargo ahora comprendo que en ese instante me estaban perdonando la vida…
Estacionamos frente a la vieja comisaría de mi ciudad, el hombre que maneja aferra mi brazo y me guía hasta una pequeña oficina, en la que solo hay dos sillas y un escritorio viejo, inmediatamente aparece otro hombre de unos cuarenta años, semicalvo, de estatura mediana y tez blanca, que viste una polera bordó arremangada y un pantalón oscuro.
Me pide que vacíe mi cartera sobre el escritorio, seguidamente observa detenidamente todos los objetos desparramados sobre la mesa y hasta desarma una estilográfica que luego no puede volver armar. Me pregunta si soy estudiante, cuál es mi nacionalidad y finalmente si tengo alguna agenda…Le respondo que no…
Eso fue todo, repentinamente el hombre desaparece y entra otro, el que me había traído, quien me informa que me llevará de vuelta a mi departamento y que ya puedo guardar mis cosas. Un rato después, me invita a sentarme en la parte trasera de un Peugeot 504 celeste, estacionado frente a la comisaría. Junto al volante, hay una joven a quien le pregunto si también fue detenida, a lo cual me responde:
–No, yo soy la novia del oficial Moyano.
Ese apellido no era el que ese hombre, le había dado a mi marido…
Mientras nos dirigimos a mi domicilio, el sujeto trata de explicarme que mi detención se debe a que mi amiga Lía ha desaparecido y que cuando alguien huye de esa forma se vuelve sospechosa…Respondí que todo se trataba de un error, que ella no había huido porque no tenía nada que ocultar y que estaba completamente segura de que iba a aparecer en cualquier momento.
Pocas cuadras antes de llegar a mi casa, en un restaurante de la zona veo a mi marido tratando de hablar por teléfono, entonces le pido al hombre que se detenga para reunirme con Charlie que aún tiembla de temor y se emociona mucho al verme.
Al día siguiente nos enteramos que nuestros amigos, Lía y su esposo Eduardo, habían sido secuestrados de su domicilio y torturados, hasta que finalmente fueron liberados luego de una noche de terror.
Esto marcó una persecución descarnada, que obligó a nuestros queridos amigos a tomar la dolorosa decisión, de abandonar definitivamente nuestro país….
Nos enfrentamos entonces, a la más patética fase de nuestra historia, de tortura y muertes, para repeler la escalada de secuestros y bombas que ya se habían cobrado demasiadas vidas de tantos ciudadanos inocentes…
El accionar de la guerrilla fue repelida por el terrorismo de estado, creando el caos y denigrando profundamente al país…
Largos y tenebrosos siete años de violencia instalada, para responder a esa otra violencia agazapada, en la que cada habitante fuimos rehenes por el simple hecho de ser ciudadanos…
A pesar de todo salimos ilesos, pero con el corazón maltratado comprendiendo con mucho dolor, que nuestro país había sido dañado por quienes prefirieron la muerte de sus propios hermanos, para saldar deudas de odio que solo consiguieron denigrar a la patria…
Repito las sabias palabras de don Ernesto Sabato: «Nunca más…» 

sábado, 3 de marzo de 2018

Misceláneas II


Sentimiento antiimperialista
El sentimiento antiimperialista reinante en América Latina, suele justificarse éticamente por la oposición entre el “mercantilismo materialista del imperio” Vs. la “espiritualidad de nuestras culturas latinas o aborígenes”.
Supongo, entonces, que el desposeído de una villa miseria o de una favela está orgulloso y contento con la realidad que le toca vivir y de sus carencias materiales, porque conserva su esencia espiritual.
Nuestros gobiernos, conscientes de esa realidad, trabajan incansablemente para conseguir y mantener estos logros. ¡Somos sociedades muy exitosas!
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Inefable Página/12
Estos son algunos de los mensajes que en la portada de Página/12 digital aparecieron, hace ya algunas semanas, a propósito de la detención de Boudou:
«Mensaje mafioso de disciplinamiento».
«Presión a los jueces».
«La mano del gobierno en Comodoro Py».
No tengo archivos del pasquín en otras épocas, pero me pregunto si habrá mostrado su preocupación por los sobreseimientos exprés otorgados a la pareja presidencial o la remoción de fiscales y jueces ante las denuncias contra el vicepresidente.
Otro:
«El derecho a la información en peligro».
No le mereció parecidos conceptos cuando durante la “Década”, se persiguió a la prensa no alineada mediante atropellos de la DGI, ley de medios, etc. Ni hablar de la absoluta falta de pluralidad en los medios oficiales y el abuso propagandístico en las emisiones de “Fútbol para todos”.
Más:
«Se está derrumbando la república».
No era muy republicano el comportamiento del Congreso cuando mantuvieron las mayorías absolutas. No critico tales mayorías por su existencia, ya que surgieron del voto popular; sí lo hago respecto de sus comportamientos, al votar a libro cerrado cualquier proyecto del Ejecutivo, fuera o no razonable, y el otorgamiento de facultades estraordinarias durante tantos años. Teniendo tales mayorías, ¿era necesaria tal delegación? ¿Tan poca fe tenían en su propio criterio que no fueron capaces de legislar por sí mismos?
Y también:
«Política del miedo».
Así llaman a los procesos inciados contra funcionarios de su corrupto gobierno. Los jueces que tenemos no son una maravilla, desde luego, pero son los que tenemos y que estuvieron al frente de sus juzgados durante la famosa década, cuando los pudieron haber removido, si eran tan malos. Ahora, podrán defenderse los probos funcionarios acusados con todas las garantías que la ley les acuerda.
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La justicia de los reclamos
Cuando Margaret Thatcher, por mucho que no nos guste, encaró exitosamente la recuperación de las Malvinas para el Reino Unido, estaba atendiendo a los intereses de sus representados.
Cuando Hugo Moyano conseguía notables aumentos para los afiliados a su gremio, también estaba atendiendo sus intereses.
En cualquiera de los ejemplos mencionados, ambos dirigentes no se detuvieron mayormente en analizar la justicia de su accionar. Y si fuera el caso, hubieran esgrimido argumentos muy meditados acerca de los intereses y derechos de los isleños y en los de los camioneros, respectivamente.
No les importaron, en un caso, los hechos históricos, y en el otro, si el nivel de la economía podía absorber esos aumentos sin un traslado directo al costo de vida del resto de los argentinos. Margaret tenía poder bélico y Hugo el poder de paralizar al país.
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Mal pronóstico
En la disciplina médica se enseña que, en la consulta, el profesional debe hacer un diagnóstico y establecer un pronóstico, requisitos estos para cualquier tratamiento racional.
En las sociedades ocurre algo parecido. No pretendo explayarme en los posibles diagnósticos que imagino para establecer las causas de nuestro estado permanente de frustración. Tampoco pretendo hoy reflexionar acerca de posibles tratamientos. Solo me focalizaré en elementos para el pronóstico que no parece muy alentador.
Veamos lo siguiente:

  • ·       La declinante calidad de la educación pública no molesta mayormente a nadie, ni a los gobernados (votantes) y, como consecuencia de ello, a los gobernantes. Si aquellos lo tuvieran como objetivo primordial, estos lo tendrían un poco más en cuenta.
  • ·       En consonancia con ello, en nuestro país, una amenaza o agresión a un docente (no para que cumpla sino ¡para que incumpla con sus obligaciones!) es una noticia de segundo orden, mientras que la devolución de una billetera con dinero, sí es noticia destacada.
  • ·       Los piquetes son cotidianos y despliegan toda una estrategia para obstaculizar lo más posible la vida diaria y pacífica de transeúntes (paseantes o trabajadores). Pretender garantizar los derechos de todos, es tomado como represión de la protesta, cuando en realidad lo que se pretender es restablecer el orden necesario para el funcionamiento de cualquier sociedad razonable.
  • ·       El nivel de los comentarios de lectores del diario (no me refiero a la ortografía y redacción que no suelen llegar a niveles de comprensión, sino a la cuestión conceptual) es paupérrimo y abunda en insultos más que en ideas.
  • ·       La justicia es lenta y tendenciosa; con escasas excepciones, falla a favor de los vientos políticos.
  • ·       La dudosísima muerte de un fiscal poco antes de efectuar una denuncia contra el poder, no desata una crisis institucional de primer orden y la absoluta falta de profesionalismo en la investigación en el lugar del hecho, solo preocupa (y no mucho) cuando cambia el signo del gobierno.
  • ·       El poco aprecio y cuidado de nuestro entorno es alarmante; basta ver la acumulación de papeles, cartones, botellas y bolsas de plástico en cualquier esquina medianamente concurrida. Y ni hablar del vandalismo al mobiliario urbano y la agresión de los grafitis a las paredes, fachadas y puertas de los desdichados frentistas. No faltan los defensores de esta modalidad argumentando que es “arte popular”.
  • ·       La impunidad de que gozan los funcionarios públicos es notable; no solo por hechos de corrupción manifiesta sino también por la desidia en el (des)manejo de la cosa pública. Para dar un ejemplo: la usurpación de terrenos públicos, cuando ya ha llegado a proporciones importantes, se convierte en un hecho consumado al que nos rendimos todos casi sin protestar. Pero yo no puedo dejar de preguntarme: quien era el responsable de esas tierras fiscales (que eran de todos y ya no lo son más) cuando se instaló la primera vivienda precaria, ¿encendió todas las luces de alarma? ¿Nadie le pidió que rindiera cuentas de su inacción? 
A la vista de lo anterior y otros ítems que seguramente no mencioné, creo que el pronóstico para nuestro país es absolutamente sombrío. Porque no está en la conciencia colectiva que no se sale de la postración sin esfuerzo y sacrificio. No hay maná del cielo (ni del gobierno) que pueda durar lo suficiente como para dejar atrás definitivamente estas cuestiones y poder dedicarnos a lo verdaderamente importante.
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Inefable D’Elía
El iluminado D’Elía, hace unos días, repitió como un mantra que el gobierno de Macri está blindado por los medios hegemónicos, palabras más o menos. Parece no darse cuenta que los que él llama hegemónicos, si es que lo fuesen, llegan a serlo por la decisión cotidiana de lectores y televidentes. No supe jamás que a alguien se lo obligue a comprar tal o cual diario o sintonizar determinado canal de TV o estación de radio. Pero, además, lo que oculta es que en esos propios medios podemos oír críticas a la actuación de los ministros y del propio presidente. Como esas críticas no son lo suficientemente punzantes para su elevado criterio, cree que no existen. Por otra parte, durante el gobierno que él defiende con uñas y dientes, se intentó por todos los medios legales y no tanto, asfixiar a toda la prensa disidente, y se utilizaron de manera descarada los medios oficiales como agencias de propaganda del gobierno y de descalificación sistemática de la oposición.
En lugar de hacer una defensa jurídica de las acusaciones que pesan sobre los funcionarios del gobierno K, insiste en denunciar supuestas persecuciones políticas y en ensuciar, sin mayores argumentos a los funcionarios actuales. Como si la corrupción hipotética de hoy, pudiese atenuar la pasada.
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¿Envidia o ignorancia supina?
Leo con frecuencia noticias acerca de Japón, que no pueden menos que sorprendernos. También vemos algunos comentarios despectivos de lectores que imagino se fundan en un afán de descalificar lo distinto, o de minimizar los logros de otros para que nuestra propia decadencia no sea tan evidente o por otras oscuras cuestiones del cerebro que no alcanzo a discernir. Así, es frecuente que al leer un artículo donde habla de la gastronomía nipona, no falta quien diga: «Los boludos comen arroz. ¡Tirales un bife de chorizo y me contás!».  
Es particularmente notable este fenómeno cuando se habla de la educación. Allá, los alumnos limpian sus propias aulas al terminar las clases, y son los mismos alumnos quienes, rotativamente, sirven a sus propios compañeros el almuerzo escolar, y no falta un comentario como este: «Son tan miserables que lo hacen para ahorrarse el personal de limpieza y de cocina».
El hecho de que Japón todavía no haya sufrido la epidemia de obesidad infantil que afecta a tantas otras naciones económicamente desarrolladas puede ser, no en poca medida, gracias a las saludables comidas de la escuela, que suponen casi un tercio de las comidas de los estudiantes.
Y no es que vayan a la escuela para poder comer, como suele pasarnos a nosotros; van para aprender, entre otras cosas, a comer saludable, y a respetar al prójimo, cuidando, entre todos, el aseo de los espacios comunes.
Claro, ellos no cuentan con la ventaja de tener a Baradel & Cía…
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La educación:
Todos mis devaneos mentales acerca de los porqués de nuestra persistente decadencia, me llevan a una conclusión: La educación.
¿Qué tienen en común todos los países desarrollados? Podemos buscar muchas variables de esas sociedades y, seguramente, sus sistemas económicos de libre mercado estarán presentes en mayor o menor medida.
Pero lo que no falta, y aún es previo al desarrollo económico (lo que obliga a pensar en que es la causa o motor de ese desarrollo) es la educación de calidad para la (casi) totalidad de su población. No hay país desarrollado que no tenga un pueblo educado previamente.
Por eso, la educación debería ser una preocupación prioritaria y obsesiva de todos los gobiernos, cosa que no veo que haya ocurrido, al menos en las últimas décadas.
Podemos imaginar que ello obedece a desidia o, si pensamos un poco peor, a una deliberada intención de lograr mentes poco críticas.
Una vez logradas esas mentes poco críticas, es lógico que las mayores demandas no sean por la educación de calidad sino por las dádivas que, con una generosidad mal entendida, da el gobernante de turno. Y, si no hay demanda social (léase votos) no habrá mejoras sustantivas en la educación.
Es cierto que no es fácil luchar contra docentes mañosos, padres prepotentes, alumnos indisciplinados y desaliñados baradeles. Pero, aún así, no veo una preocupación prioritaria, obsesiva y prevaleciente sobre todas las otras cuestiones que nos atañen, ni por parte del gobierno ni de la sociedad.



Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...