lunes, 23 de enero de 2023

Misceláneas

Pido disculpas a los lectores si alguno de los textos ya fue publicado, pero el desorden de mis archivos y mis neuronas en retirada, no me permiten saber con certeza qué es lo que ya publiqué. Les ruego que disculpen y, sobre todo, que disimulen...

 Pueblos originarios

Las primitivas sociedades de cazadores–recolectores, ocupaban territorios muy grandes, con la consecuente bajísima densidad de población. Esto cambió sustancialmente con la Revolución Agrícola y se acentuó luego con la Industrial. 

Naturalmente que, al pasar un pueblo de un sistema a otro, se necesitó llenar espacios “subocupados” –desde su nueva perspectiva– por sus vecinos todavía cazadores. Estos últimos tuvieron que desplazarse o asimilarse, sin excepciones y, generalmente, por medios violentos. 

Cuando fue la conquista y colonización de América, ocurrieron estos fenómenos con modalidades distintas, según el grado de desarrollo de las culturas aborígenes. Un caso fueron las grandes civilizaciones de los actuales México y Perú que, debido a su notable desarrollo agrícola (y militar) requirieron una terrible cuota de violencia, para su asimilación o conquista.

No fue así en la mayor parte del territorio argentino, donde, con escasísimas excepciones, estaba ocupado por tribus con organizaciones cazadoras–recolectoras que ambulaban, a pie, por inmensos territorios en busca de pequeñas y escasas presas y frutos.

La irrupción de una civilización agrícola bastante desarrollada, o al menos de viejísimo cuño, inevitablemente terminó por desplazar o asimilar a los habitantes originales de nuestras pampas y de todo lo que se dio en llamar “el desierto”, como se denominaba a esa gran extensión despoblada.

Y otro impacto, de no menor trascendencia, fue la irrupción del ganado vacuno y equino que proliferó al amparo de la fertilidad del suelo; ya no volverían esos primitivos habitantes a ser lo que eran, por mucho que los nostálgicos de hoy, muchos de ellos desde citadinas poltronas o no menos citadinas mesas de café, clamen al cielo por el derecho de los pueblos primitivos a mantener sus tradiciones y a recuperar sus tierras. Por mucho que los descendientes de estos pueblos originarios reclamen su propósito de volver a sus costumbres ancestrales, no lo harán; no renunciarán al consumo de carne vacuna, al uso del caballo ni del automóvil, mucho menos, a la luz eléctrica o al teléfono celular y no se les pasa por la mente volver al primitivo sistema de caza y recolección.

Resulta muy conveniente –ahora que las tierras han adquirido enorme valor, gracias a la cultura occidental, capitalista y burguesa– reclamar enormes territorios, incluso lagos y montañas, como sagrados o propios de los descendientes de aquellos primitivos ocupantes originarios, aunque muchos de los que hoy reclaman, porten apellidos de indudable origen español, galés, o italiano.

Todo eso no quiere decir que deban renunciar a muchísimos aspectos de su cultura ni de sus creencias; pero sí que es mucho más sensato y realista adaptarse a todo lo que la sociedad moderna les ofrece e integrarse a la Nación que, con toda seguridad, recibirá con los brazos abiertos a «todos los hombres del mundo que quieran habitar en suelo argentino». Pero respetando las leyes.

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La desigualdad

Tema recurrente en los debates a los que asistimos: la desigualdad. Vemos que, ya en la Revolución Francesa, estaba presente en su lema «Libertad, igualdad y fraternidad».

No obstante, al perseguir la igualdad, se suele cercenar la libertad. Porque la libertad nos garantiza resultados conforme a nuestros esfuerzos y capacidades, así como también un toque de suerte. Como la suerte, el esfuerzo y la capacidad no están igualmente repartidas (afortunadamente) entre los seres humanos, la desigualdad sigue a la libertad como su sombra. Y no es mala la desigualdad sino la pobreza extrema.

Por esa razón es que el pensamiento liberal siempre priorizará la libertad aún a costa de una menor igualdad. Y por las mismas causas, hay quienes –bien intencionados, seguramente– priorizan la igualdad por sobre la libertad. Olvidan tal vez aquella frase que dice que «Se puede morir de pobreza, pero nunca de desigualdad». Olvidan también que Canadá, solo por poner un ejemplo, es un país más desigual que Bangla Desh; pero si analizamos su desempeño en, por ejemplo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), vemos que Canadá ocupa el puesto Nº 15, mientras que el país asiático ocupa el lugar 129. Yo les preguntaría a esas bien intencionadas personas en cuál de esos países preferirían ser pobres. 

Mucha gente, sin embargo, insiste en que la desigualdad es el problema, probablemente porque para igualar hacia arriba, hay que trabajar para que los menos favorecidos asciendan y eso no se logra de un día para el otro. En contraste, igualar hacia abajo es muy fácil y rápido, por eso es tan tentador para muchas conciencias.

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El caso chileno

Y lo anterior se da en forma particular e insistente en el caso de Chile con fama de ser un país muy desigual. Es curioso que tantos se preocupen por el caso chileno que, según el índice Gini, ocupa el lugar 28 entre los más desiguales y, en cambio, nada dicen de Venezuela que ocupa el puesto 30. Escasísima diferencia si la comparamos con los respectivos puestos en la tabla de IDH en los que Chile ocupa el puesto 42 entre los países del mundo, mientras que la caribeña república ostenta un no muy lucido puesto Nº 120.

En un programa de la TV chilena vi que, insistentemente se le reiteraba a un entrevistado (liberal) si no consideraba que era muy injusto que un niño, por el solo hecho de haber nacido en un hogar postergado económicamente, estuviese condenado de antemano a un futuro de pobreza y exclusión que no era la suerte de otro niño nacido dentro de una clase social alta. La respuesta a tal pregunta es muy obvia y muy sencilla: es absolutamente intolerable que eso ocurra. Por eso hay que trabajar en una educación de calidad para todos, que no se logra de un día para el otro con solo buenas intenciones y declamaciones. Y mucho menos se lograría quitándole a los más favorecidos sus posibilidades al respecto.

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Las variables de la ecología y de la economía.

Todos sabemos que en cualquier nicho ecológico, la introducción o la extinción de una nueva especie animal o vegetal, o un brusco cambio natural o provocado por la actividad o negligencia humana, puede acarrear insospechados cambios en todo el equilibrio –dinámico, pero equilibrio al fin– del ecosistema. Son tantas las variables que interactúan en simultáneo, potenciándose o neutralizándose, que es imposible prever sus resultados a mediano o largo plazo. De esto pueden dar fe los australianos que, en un nicho tan delicado como es cualquier sistema insular con escasos contactos con el resto del planeta, han sufrido verdaderas catástrofes merced a la irresponsable introducción de conejos, zorros y hasta sapos, con la fatua pretensión de combatir ciertas plagas o simplemente “por deporte”.

Algo parecido ocurre con la economía de un país cuando, con la misma irresponsabilidad y fatuidad, se toman medidas intervencionistas aquí y allá, pretendiendo que el burócrata de turno sabrá mejor que la gente, que es quien a la postre conforma el mercado, cómo lograr la proclamada “justicia social” o la “redistribución de la riqueza” y lo que consiguen es parecido a las catástrofes ecológicas australianas. A fuerza de repetirse, terminan por aburrir los innumerables y reiterados fracasos de estas necias actitudes.

Es una evidente contradicción sostener que el pueblo sabe perfectamente lo que quiere a la hora de votar (sobre todo desde la óptica de quien resulta favorecido con los votos) y deja de tener sabiduría en lo absoluto para tomar sus propias decisiones luego de asumido el poder por los iluminados populistas. A partir de ese momento, todas las decisiones importantes las debe tomar el burócrata de turno, que sabe, ahora, mejor que la gente, lo que le conviene. 

Mientras el mundo avanza (incluso en países peor dotados que el nuestro en materia de recursos naturales), nosotros retrocedemos con empeño. Terminamos siempre muy cerca del punto de partida: invariablemente estamos dando vueltas a la noria, solo que esta noria, también mata.

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Elogio del bombo

Argentina ha hecho una verdadera liturgia de las consignas y actos políticos. Se embadurnan las paredes sin ninguna consideración por el frentista, con leyendas que, en el fondo, son solo “para la tribuna”. “Patria o buitres”, decía una de ellas hace algunos años; imaginamos el pánico que tal lema puede llegar a producir en el Sr. Singer o en cualquier otro de aquellos tenedores de bonos de nuestra deuda. Tal vez sirva –cada vez menos– para encender algún espíritu revolucionario y poco reflexivo.

Pero uno de los ítems más notables de esa liturgia en los actos partidarios es, indudablemente, la irrupción del bombo atronador. 

A propósito de este tema, mejor que yo lo dice Abel Posse en unos párrafos estupendos de su libro Sobrevivir Argentina. El capítulo se llama El irresistible ascenso del bombo en Argentina. Y se puede encontrar en:

http://abelposse.com/el-bombo-en-la-argentina/

Transcribo solo una frase: 

Me resulta imposible imaginar un Concierto para Bombo y Orquesta; pero estoy seguro de que si en algún lugar se escribe, será en la Argentina.

No se lo pierdan porque es increíblemente divertido, anecdótico, bien documentado y tristemente real.

miércoles, 11 de enero de 2023

La muerte de Bonafini

Luego de transcurridas algunas semanas de la muerte de Bonafini, podemos reflexionar acerca de lo profundo de la grieta que nos separa a los argentinos.

Si uno opina acerca de los métodos de la dictadura o de la guerrilla subversiva, si uno condena unos hechos, automáticamente lo tildan de defender al “bando” contrario. Esa realidad maniquea lleva necesariamente a no poder analizar nuestro presente con un auténtico sentido crítico.

Respecto de la Sra. Hebe, todo su honroso (y aún heroico pasado si se quiere) no la habilita para cometer toda la suerte de tropelías y atropellos que supo cometer.

¿O alguien puede negar que instaló un escupidero público para que, niños, salivaran sobre los retratos de periodistas críticos del gobierno de los K?

Fue ella misma quien, luego de saberse el desfalco de «Sueños compartidos» trató de manera absolutamente irrespetuosa a los damnificados que, con toda justicia protestaban, instándolos a que «vayan a reclamarle a Shocklender». Poca sensibilidad mostró en ese caso; los derechos de los perjudicados no parecían estar a la altura de sus insignes preocupaciones.

También fue ella quien instó a «tomar el palacio de tribunales» ante demoras o fallos desfavorables. Y, que yo sepa, fue la única que no se presentó a una citación judicial (a propósito del desfalco antes mencionado) sin ulteriores consecuencias.

Fue también quien dijo que se podrían probar las pistolas Táser en la pequeña hija de Macri. 

Y también dijo que habría que retomar las armas que dejaron sus hijos. Pero eso no es incitación a la violencia para sus acólitos y aplaudidores irreflexivos. Pero, a propósito de este último exabrupto, cabe recordar que, la asociación que dirige, supone representar a TODAS las madres de desaparecidos y no solo a las de los guerrilleros que empuñaron esas armas.

Queda claro, entonces, que no resulta muy procedente homenajear a una persona tan contradictoria sin mencionar sus aspectos negativos. 

Pero, ya sabemos cuáles son las conductas de los políticos que solemos elegir. Si a Sarmiento, se le niegan sus innegables méritos en la política educativa por algunas expresiones desafortunadas, ¿cómo no habrían de borrar todo lo negativo de quien quieren «procerificar»?

martes, 27 de diciembre de 2022

El arancelamiento universitario.

Es este uno de los temas tabú en nuestro país. Su sola mención con propósitos de rever diferentes posturas, nos condena de antemano como fascistas, retrógrados, contrarios a la educación de los más necesitados y otras delicias por el estilo.

No obstante, y a riesgo de pasar al bando de los cipayos, creo que conviene analizar, siquiera superficialmente el tema.

"Sarmiento señaló la desidia de las clases dominantes por la educación popular y denunció una injusticia plena de actualidad, la universidad gratis para los hijos de las clases altas, contrapuesta al abandono de las escuelas primarias públicas donde solo van los pobres". Cita tomada de  Juan José Sebreli en: Crítica de las ideas políticas argentinas 

Sabemos que muchos extranjeros vienen a estudiar aquí porque en sus países no tienen la ganga de la gratuidad. No quisiera que se confunda esto con xenofobia, todo lo contrario; podría decir que soy admirador de los inmigrantes y yo mismo soy nieto de ellos. Pero ocurre que, en muchos casos, no se trata de inmigrantes que luego desarrollarán su tarea en nuestro país, devolviendo así, siquiera en parte, lo que, con el esfuerzo de los contribuyentes (y haciendo uso de recursos no muy abundantes), se invirtió en su preparación académica. No se trata del inmigrante que llega al país para aportar el fruto de su esfuerzo y su talento, por el contrario, suelen ser “inmigrantes golondrina” que, nomás terminados sus estudios, vuelven a sus países de origen a desarrollar allá su actividad profesional. ¿Es razonable que financiemos el estudio a jóvenes de otros países? Sobre todo si tenemos en cuenta que, no sé si en todos, pero, al menos en la mayoría de los casos, no hay reciprocidad y aún suele ocurrir que provengan de países más desarrollados y con mayores recursos que el nuestro. 

Pero dejemos de lado a los extranjeros. Hay muchas estadísticas y censos universitarios que indican que, en una notable mayoría de los casos, los estudiantes de las universidades públicas provienen de familias de clase media o media alta. ¿Es razonable que todos los argentinos, pudientes y no pudientes, paguen para que estudien gratuitamente los alumnos de familias que sí pueden pagar?

Uno de los argumentos es que, arancelando el estudio, quedarían afuera los hijos de la clase trabajadora de menores recursos. Como en los hechos, aún con la universidad gratuita, eso es lo que ya está ocurriendo, creo que el argumento no es consistente. Fácilmente podrían ser becados los estudiantes de clases más desfavorecidas con lo que pagan los alumnos que pueden hacerlo.

Otro argumento es que no se puede coartar la vocación del joven. Veamos: imaginemos el caso de un joven que tiene una definida vocación para ser contador público. La sociedad le paga su capacitación, dándole de ese modo una herramienta poderosa para ganarse el sustento con mejores posibilidades de ingresos que quien no haya recibido esa capacitación. Por otro lado, hay un muchacho que tiene una vocación igualmente definida para ser mecánico de motos. ¿Por qué no habría de brindarle la sociedad, gratuitamente, el capital necesario para instalar su taller con las herramientas necesarias para desarrollar su vocación?

Todo esto sin contar que, si se paga por una matriculación anual, no veríamos tantos estudiantes crónicos, que solo adquieren la capacidad de calentar sillas, cuando no se dedican a la política universitaria, sin rendir las materias correspondientes. 

Una solución muy sencilla, para comenzar, sería cobrar a cada alumno proveniente de secundarios privados, lo mismo que pagaba en el colegio de donde provenía. Con ello se podría becar a quienes provienen de escuelas públicas gratuitas. Y, además, la enseñanza a título oneroso, impone cierto compromiso de avance en los estudios. Ningún padre pagaría una matrícula para que su hijo "lo pase bien". 

De igual modo las becas deben implicar cierto compromiso de aplicación al alumno.

¿Son estos argumentos muy gorilas? ¿Hay en ellos desprecio por las clases menesterosas? Si así fuere, que Dios, la Patria y los Iluminados progres me lo demanden.

lunes, 28 de noviembre de 2022

Más lecturas

Macedonia, cortesana de Bizancio. De Francis Fèvre.

Resulta interesante ubicarse en los entresijos de la vida en esa notable ciudad con sus clases dirigentes, sus esclavos y sus menesterosos. También es un buen ejercicio ver cómo una misma historia puede ser contada, tomando como protagonista a sus distintos personajes. Es inevitable traer a la memora aquella inolvidable Teodora de Paul Wellman.

La caída de los gigantes. De Ken Follet.

Más de lo mismo, podríamos decir, respecto de las novelas anteriores (Los pilares de la Tierra, Un mundo sin fin o Las tinieblas y el alba), y esto no es descalificante. En este caso nos sitúa en tiempos de la Primera Guerra Mundial, desde poco antes de su estallido hasta poco después de firmado el armisticio. Vemos en detalle los intereses que se movieron entre los alemanes, los ingleses, los rusos y los norteamericanos con los pros y los contras de ingresar o no a la contienda. Si bien los países beligerantes fueron muchísimos más, la acción transcurre con personajes de estas nacionalidades, y solo tangencialmente se hace referencia a Austria, el Imperio Otomano, Bulgaria, etc. Las acciones bélicas tratadas en detalle son las llevadas a cabo por Alemania en el frente francés y el ruso. De los otros frentes no se hace mayor referencia.

Vivimos las vicisitudes de los ricos y pobres de estos países. Si bien la vida de los mineros y obreros de Gran Bretaña y Alemania no tenían nada de agradable, y las diferencias sociales con las clases “nobles” eran terribles, todo ello hubiese sido deseable para el campesinado ruso en épocas del Zar. 

El invierno del mundo. De Ken Follet.

Continúa la saga con los descendientes de esas familias rusas, americanas, británicas y alemanas. Ahora en el escenario de la Segunda Guerra Mundial. Asistimos a “la previa” de la guerra, con la experiencia de la Guerra Civil Española, donde los fascistas alemanes e italianos, al tiempo que apoyan indisimuladamente la insurrección de Franco, prueban sus armamentos como ensayo de lo que vendrá. Asistimos a las vicisitudes por las que atraviesa la gente común durante los conflictos, sus penurias y la gran tragedia en la que se ven envueltos. Todo ello mezclado con pasiones, amores y odios personales de los personajes, que hacen que sea, a la vez, una novela de aventuras y una verdadera lección de historia. Leyendo tratados de historia, podremos enterarnos, tal vez, con más precisión de cómo fueron todas y cada una de las batallas que se libraron, pero difícilmente nos haremos una idea del verdadero drama que vivieron esos pueblos que fueron arrastrados a una contienda inicua. El autor nos cuenta los arcanos del desarrollo de las armas nucleares, con su secuela de espanto sin cuento.

Espero ansioso a comenzar a leer el último capítulo  de la saga.

El umbral de la eternidad. De Ken Follet.

Las mismas familias protagonizan este capítulo de la saga que transcurre durante la guerra fría hasta la asunción de Obama, que se menciona solo como detalle al final de la obra. Los comentarios que puedo hacer serían una reiteración de los efectuados a propósito de los capítulos anteriores de esta estupenda trilogía. Son conmovedoras las vicisitudes protagonizadas por las familias de Berlín oriental al verse atrapados en una sociedad que los sojuzga y les impide incluso reunirse con familiares que viven a solo pocas cuadras de distancia. Conmueve el relato del derrumbe del odioso Muro. Es muy incisivo también para contarnos la historia de los negros americanos. Al tiempo que USA se muestra (y lo es en muchos aspectos) como paladín de la libertad y la democracia, mantiene odiosas diferencias para con sus propios ciudadanos. Mientras los negros pueden servir a su país y hasta morir por él en Vietnam, no pueden, en muchos casos, votar, ser elegidos, casarse con blancos o simplemente usar los mismos baños en estaciones de tren u ómnibus. 

En busca de los neandertales. De C. Stringler y C. Gamble. 

Es más un tratado científico con discusión de diferentes teorías acerca de la evolución del hombre que una obra de divulgación. No obstante, se saca algún provecho de su lectura. Vemos de qué manera influyen los cambios climáticos en nuestra historia natural. Se revaloriza la imagen de los neandertales como seres inteligentes y muy exitosos como especie, ya que habitaron nuestro planeta, casi siempre en condiciones climáticas mucho menos favorables que las actuales, durante más de doscientos mil años, cosa que nosotros todavía no hemos logrado. 

La pasión según Carmela. De Marcos Aguinis

Como no podría ser de otra manera, tratándose de este notable autor, es una novela con características de no ficción. Ubicada en los finales del régimen de Fulgencio Batista y los comienzos del castrismo, nos cuenta las pasiones y vivencias de jóvenes, atrapados por la mística de las reivindicaciones sociales y de la lucha contra las dictaduras. Cómo esa pasión no les permite ver (aunque en realidad sí ven, pero no lo quieren admitir) que el nuevo régimen instalado no es ni parecido a lo que imaginaron y por lo que lucharon. Solo cuando la represión y la injusticia de la nueva dictadura caen sobre ellos, llegan a la triste conclusión de que, así como arriesgaron sus vidas en la lucha guerrillera, ahora la deben arriesgar para huir de ese régimen que tiene como métodos los mismos del fascismo.

La amante del populismo. De Marcos Aguinis

Novedosísima, para mí, la “construcción” de este ¿relato? Se trata de una entrevista imaginada entre el autor y un personaje muerto hace 60 años. Es una de las tantas amantes de Mussolini que, enamorada del Duce, lo ayuda –gracias a su vasta cultura– a la creación del fascismo. Ella está animada de las mejores intenciones y reconoce, luego de las desviaciones horribles del régimen, que estuvo equivocada, no en sus convicciones, sino en la idea que tuvo de Mussolini, tal vez, cegada por su amor. Describe muy bien la personalidad notable y avasallante del líder del movimiento, así como su falta total de escrúpulos y ausencia de sentimientos de culpa o arrepentimiento. «La mentira y la ausencia de culpa residían en el fondo de su psiquismo y en el fondo del populismo». Se creía infalible y solía decir que alguna vez le «gustaría estar equivocado». Analiza también la influencia que tuvo este régimen para la construcción de otros similares, populismos al fin. Una de sus características comunes es la de considerar al pueblo o a la masa, como una entidad que no debe pensar, sino creer y a la que hay que conducirla por los senderos que el líder, infalible desde luego, le indique.

Dice que «el fascismo no pretende coherencia sino el poder». Esto lo notamos con claridad al ver la impudicia con que se cambia de opiniones según la conveniencia del momento.

Cito:

Era un oportunista en el más estricto sentido de la palabra, como vengo diciendo. Este rasgo se mantuvo vigente en todas las formas del fascismo llámense de derecha o de izquierda, de su tiempo y de futuro. [...] Proclamó en esa oportunidad: "Nos damos el lujo de ser aristocráticos y democráticos, reaccionarios y revolucionarios, legalistas e ilegalistas, de acuerdo a la circunstancia del tiempo, del lugar y del ambiente en la que estemos obligados a vivir y actuar". 

Respecto de la Marcha peronista, dice Aguinis:

Esa letra es estimulada por una música hipnótica. Se inyecta el nombre del líder de forma reiterada. Reemplaza los latidos del corazón: ¡Perón, Perón! Nada respecto a la ideología, solo existe la frase «combatiendo al capital», que no refleja una firme tendencia, sino una tendencia oportunista, cambiable. 

El peronismo: 

…fue un populismo corrosivo. Duró más que los demás y alcanzó a revelar el daño profundo que puede causar a cualquier sociedad. Desde el principio fue evidente su proclividad a la corrupción. Como ejemplo notable cito a Evita, cuyos guardarropas estaban atestados de pieles y sus cajones de joyas. No sentía culpa ni vergüenza por ello. Pero [...] se inmortalizó como protectora de los pobres. ¿Cinismo? ¿Teatro? Los funcionarios del régimen, de la cumbre al piso, se enriquecieron y esa fue la enfermedad que tuvieron cada vez que mantenían o recuperaban el poder. Sus acciones no apuntaban a disminuir la pobreza, sino a convertir a los pobres en sus soldados. Sus acciones solo consiguieron debilitar la democracia, la cultura, el mérito genuino, la mística del trabajo. Jamás lograron un crecimiento sostenido, sino la decadencia en todos los campos. La mentira y la demagogia respondían a su juego binario: más riqueza para acumular más poder y más poder para acumular más riqueza. 

En uno de sus últimos párrafos, dice:

Era el Mussolini que tras sus sueños desorbitados había enlodado la Italia de Dante Alighieri y el renacimiento, de compositores de ópera sublimes y un pueblo que amaba la buena comida, los paisajes, la danza y los versos, en una infernal tragedia.


jueves, 17 de noviembre de 2022

Ideas liberales


Soy un jubilado de 76 años y hace mucho tiempo que perdí las esperanzas de ver a mi país tal como lo quisiera ver; como lo vieron mis abuelos, tal vez mi padre y del que yo pude atisbar en mi juventud los últimos estertores de prosperidad. 

Hace tiempo que veo que abundan los «cartoneros» a tal punto que ya forman parte muy frecuente del paisaje urbano. 

Hace tiempo que veo crecer la delincuencia y la inseguridad conformándonos con aumentar la cantidad de rejas o alarmas en nuestras casas. 

Hace tiempo que me resigno a que mis hijos y los de muchos otros argentinos elijan emigrar. Y lo peor es que quienes emigran son los más preparados y no digo los mejores, porque temo a la inquisición vernácula llamada INADI.

Hace tiempo que veo fracasar, uno tras otro, incontables planes económicos sin que nos asombremos demasiado.

Hace tiempo que veo a nuestras autoridades más preocupadas por instalar el lenguaje inclusivo o las políticas de género, que en resolver los espantosos resultados de la educación de nuestros hijos.

Hace tiempo que creo que de nada sirve que un estadista real con ideas acertadas gane una elección mientras las estructuras del poder mafioso estén intactas y bien blindadas; mientras muchos compatriotas todavía creen en líderes mesiánicos que con su sola buena voluntad bastará y mientras la mentalidad de muchos otros votantes siga creyendo que solo con mejorar los índices de corrupción, saldremos adelante. Y digo que de nada sirve porque la probabilidad del fracaso es alta, mientras no se cuente con una masa crítica de gente que crea que hay cambiar el rumbo 180º y apoye las medidas que, en ese rumbo, se tomen. Y el probable fracaso sería doble; por el fracaso en sí mismo y por el desprestigio que acarrearía a esas políticas económicas. (¿Viste que con los peronistas estábamos mejor?). No habrá paciencia ni clemencia para soportar alguna necesaria cuota de esfuerzo.

Ahora que veo el avance de nuevas ideas, vuelvo a esperanzarme, no ya de ver los resultados –no me queda tiempo– sino de ver que las cosas se encaminan y creer que puede ser que mis hijos o nietos puedan ver algo de lo que es posible cuando se eligen los caminos correctos. El hecho de que las ideas liberales mejoren su desempeño en recientes elecciones, me hace pensar que, tal vez, no estemos lejos de llegar a esa masa crítica necesaria para llevar adelante un proyecto superador.

Creo que lo importante es insistir en la difusión de las ideas liberales –que es lo que veo que está sucediendo– para que vayan expandiéndose entre la gente y, mientras tanto, en el terreno de la política, poner todo el foco en conseguir bancas legislativas en los tres niveles para, desde allí, proponer medidas positivas y, al mismo tiempo, impedir trasnochadas reformas de la Corte o incluso constitucionales.

Insisto en «las ideas liberales» por su éxito no solo en lo discursivo y teórico, sino, sobre todo, por el éxito de su praxis, allí donde imperan razonablemente bien.

Considerando que es hipotético que en la próxima elección presidencial pueda ganar un candidato de estas características, creo igualmente que sería perjudicial para la causa que nos apasiona por la probabilidad de un fracaso –muy probable sin aquella masa crítica de la que hablábamos antes– que, como dije antes, desprestigiaría las ideas que abrazamos. 

domingo, 6 de noviembre de 2022

Frases

 Jorge Luis Borges

«El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta ‘el modo imperativo’. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz».

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Immanuel Kant

«El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca».

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José Nun 

«Los creyentes no creen lo que ven, sino que ven lo que creen».

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Carlos Alberto Montaner 

«… la ética contiene una regla de oro que nos sirve como método constante para poder tomar decisiones menos arbitrarias, y ese método está basado en dos premisas clave: entre dos males hay que elegir el menor; entre proteger de daños reales a ideas o personas, debe prevalecer la protección de las personas». 

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Margaret Thatcher

«El peor enemigo del socialismo no es el capitalismo, es la realidad».

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Carlos Alberto Montaner

«…las sociedades en las que prevalece la superstición de que el éxito de alguno de sus miembros es siempre el resultado de la ruina de sus semejantes, no son, generalmente, el mejor terreno para abonar la expansión de la riqueza».

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Mario Vargas Llosa

«¿Qué es el populismo? Ante todo, la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero. En el tercer mundo, viene disfrazado de progresismo». 

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L. von Mises

«La concepción socialista es a la vez grandiosa y sencilla... De hecho, puede ser considerada como una de las más ambiciosas creaciones del espíritu... Algo tan valiente y atrevido que justificadamente ha logrado levantar la más excelsa admiración. Si queremos salvar nuestro planeta de la barbarie, lejos de ignorar desdeñosamente los argumentos socialistas, es preciso refutarlos».

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José Ignacio García Hamilton

«El régimen estalinista, al parecer, causó más muertes que el Holocausto de los judíos realizado por los nazis y contó con la buena opinión y el apoyo de muchos destacados intelectuales del mundo occidental, acaso por la buena imagen que las ideas socialistas habían ido adquiriendo en el mundo desde el siglo XIX, o por la vocación por la utopía propia de los pensadores».

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Wilhelm von Humboldt

«En la medida en que cada individuo descansa en el asistencialismo del Estado, abandona su responsabilidad sobre la suerte y el bienestar de sus semejantes».

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Friedrich Schiller

«Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano».

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Friedrich von Hayek

«Parece casi una ley de la naturaleza humana que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva. La contraposición del «nosotros» y el «ellos», la lucha contra los ajenos al grupo, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común. Por consecuencia, lo han empleado siempre aquellos que buscan no sólo el apoyo para una política, sino la ciega confianza de ingentes masas. Desde su punto de vista, tiene la gran ventaja de concederles mayor libertad de acción que casi ningún programa positivo. El enemigo, sea interior, como el “judío” o el “kulak”, o exterior, parece ser una pieza indispensable en el arsenal de un dirigente totalitario». 

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Félix Luna

«Créanme, tenemos un buen país. [...] Lo único que nos falta, a los argentinos de estos finales del siglo XX, es merecerlo»

martes, 1 de noviembre de 2022

Sigamos leyendo

 

La rebelión de Atlas.  De Ayn Rand.

Con formato de novela, la autora crea una ficción con el claro propósito de exponer sus ideas filosóficas. Es algo extensa, pero no deja de ser una gran obra. Como ficción, mantiene (casi siempre) el interés por el desarrollo de las situaciones. Como ensayo, tiene una profundidad notable al analizar las relaciones de la sociedad con el individuo. Describe una sociedad que va paulatinamente cayendo en las teorías de que el colectivo está por encima del individuo, y que los valores del individualismo son egoístas y perversos. Los mejores cerebros que permitieron el gran desarrollo de la sociedad industrial, al verse cada vez más acotados en sus libertades de crear y comerciar, van desertando uno a uno y forman una sociedad paralela según sus principios. El caos se va adueñando del resto del país –y del mundo– al verse a merced de burócratas que solo anhelan quedarse con los logros que no han conseguido. Desde luego que hay exageraciones (pero para eso están las ficciones), pero no deja de exponer con brillantez sus ideas.

Cuando habla del dinero, por ejemplo, uno no puede dejar de recordar al papa Francisco cuando dijo que “El dinero es el estiércol del diablo”. Por el contrario, a través de uno de sus personajes, Rand nos dice: 

El dinero es solo un instrumento de intercambio que no puede existir a menos que existan bienes y personas capaces de producirlos. [...] No son los pordioseros ni los saqueadores los que dan valor al dinero. [...] En tanto los hombres vivamos en sociedad y necesitemos medios para tratar unos con otros, el único sustituto, en caso de abandonar el dinero, son las armas. Cuando vea que el comercio se hace, no por consentimiento de las partes, sino por coerción; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes no producen nada; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.

Y de los sindicalistas dice uno de sus personajes (empresario): 

Observé cómo los sindicatos ganaban todas las acciones judiciales en mi contra, debido a mi propia habilidad para hacer que su subsistencia fuera posible; vi que el deseo por tener el dinero que no podían ganar era considerado lícito, mientras el que ganaba yo era calificado de fruto de la codicia, y me di cuenta de que los políticos me hacían guiños diciéndome que no me preocupara, que si yo trabajaba más duro, los superaría.

Y acerca del Pecado Original:

El nombre de este monstruoso absurdo es 'Pecado Original'. Un pecado sin tener opción es una bofetada a la moral y una insolente contradicción: algo que está fuera de la posibilidad de elección, está fuera del territorio de la moral. Si el hombre es malvado de nacimiento, no tiene voluntad ni poder para cambiar; y, si no tiene voluntad, no puede ser bueno ni malo: los robots son amorales. Considerar la naturaleza del hombre como su pecado es una burla a la naturaleza. Castigarlo por un crimen que cometió antes de nacer es una burla a la justicia. Considerarlo culpable en una cuestión en la que no existe la inocencia, es una burla a la razón. Destruir la moral, la justicia, la naturaleza y la razón por medio de un único concepto, es una hazaña del mal difícil de igualar. 

Habla de los místicos del espíritu y los del músculo así:

El bien, dicen los místicos del espíritu, es Dios, un ser cuya única definición es que está más allá de los poderes de comprensión del hombre; tal definición invalida la conciencia humana y anula sus conceptos de existencia. El bien, dicen los místicos del músculo, es la Sociedad, una cosa a la que definen como un organismo que no posee forma física, un súper ser no corporizado en nadie en particular y en todos en general, excepto tú. [...] Tu recompensa, dicen los místicos del espíritu, te será dada más allá de la tumba. Tu recompensa, dicen los místicos del músculo, se te dará en la Tierra… a tus tataranietos.

Desarrolla notablemente el concepto del valor moral del trabajo, del papel de artistas y empresarios, del valor de los errores, del derecho de propiedad y otros conceptos que sería largo enumerar. En resumen, es una obra de lectura más que recomendable.

Afrodita desenmascarada de María Blanco

La autora desarrolla el tema del feminismo desde la óptica del libertarianismo y critica severamente a las feministas radicalizadas más por sus métodos que por sus objetivos, aunque también a estos los somete a crítica. 

Rescato algunas precisiones que hace para aclarar la confusión reinante, que suele ser deliberadamente provocada por algunas activistas. Por ejemplo, que el patriarcado, «no necesariamente implica opresión ni machismo», sino que deriva de la organización y división del trabajo en épocas prehistóricas. ¿O será que algunas quieren demostrar que el hombre es malo y la mujer buena, por el simple hecho de serlo? 

Veamos estos párrafos. 

Porque el sentimiento de los celos, el sentido de vinculación entre hombre y mujer, está asociado con nuestra parte más animal y primitiva, de la que tenemos que estar orgullosos en la medida en que nos ha salvado la vida y nos ha permitido adaptarnos hasta ser quienes somos hoy, pero siempre sabiendo que ese «quienes somos» incluye la capacidad para canalizar y controlar la «animalidad». Y lo cierto es que ese vínculo funciona como un dispositivo que actúa de modo diferente en hombres y en mujeres: él quiere reproducirse lo máximo posible, y, si se une a una mujer y ésta queda embarazada, quiere estar seguro de que esa criatura es suya y no de otro; porque uno va a cazar el mamut, que es una actividad muy arriesgada y con pocas probabilidades de éxito, por su prole, pero no vale que le cuelen un niño que no es suyo. Ella quiere ser fecundada por un hombre que se quede a su lado para que la crianza sea compartida, porque durante un tiempo no va a poder trabajar con la misma fuerza y capacidad de siempre. La resultante de estos dos deseos genera que la mejor solución sea la de formar un núcleo familiar. Así que, a cambio, ella guarda fidelidad, pero tampoco admite la infidelidad de su hombre, no vaya a ser que encuentre una mujer más atractiva o joven a quien fecundar y la deje sola con los críos. La familia es la solución eficiente, y, conforme la especie humana ha ido evolucionando, las familias se han ido organizando en clanes (o familias extensas), tribus, aldeas y pueblos. Y, mucho tiempo después, los crecientes grupos humanos han conformado ciudades y países. 

[…] A los seres humanos del siglo XXI, tan modernos y capaces, nos molesta bastante que nos recuerden que tenemos un cerebro más preparado para lo primitivo que para lo moderno y que aún nos quedan vestigios de aquellos «circuitos neuronales» o hábitos mentales inconscientes. Y resultaría bastante estúpido juzgar a nuestros ancestros como machistas o feministas…

Otra 

Hemos pasado de defender que la policía u otros ciudadanos no den palizas a los homosexuales y que nadie legisle con quién se acuesta o comparte su vida el otro a que todos los madrileños financiemos un carnaval gay en la ciudad. 

Y uno más 

La violencia pasiva a quienes no piensan como tú, tanto por parte de la derecha más conservadora como por la izquierda más radical, ha llevado a que, quienes son de derechas o de izquierdas, pero no radicales, se sientan asediados. Y es terrible, porque ese grupo diverso pero moderado, es la mayoría de la población. Los que no somos de un lado ni de otro, somos versos sueltos, no contamos; pero el común de los mortales, por afinidad, por costumbre o por lo que sea, se siente más identificado con la derecha o con la izquierda, normalmente sin estridencias, con esa sensatez de quien se toma la política con cierta distancia y se preocupa, sobre todo, de que sus hijos sean gente de bien y de vivir con honradez; y esa gente vota lo que hay. Es esa clase media burguesa la que, de repente, se siente agredida por las facciones políticas más radicales, las cuales buscan levantar polvareda. Y de ahí que, tanto quienes no somos ni de derechas ni de izquierdas en absoluto como quienes lo son pero moderadamente, nos sintamos como el jamón del sándwich. Y es por eso que muchas mujeres, tanto españolas como de varios países latinoamericanos, no quieren que se les asocie con la palabra feminismo.

En busca de los neandertales. De C. Stringler y C. Gamble. 

Es más un tratado científico con discusión de diferentes teorías acerca de la evolución del hombre que una obra de divulgación. No obstante, se saca algún provecho de su lectura. Vemos de qué manera influyen los cambios climáticos en nuestra historia natural. Se revaloriza la imagen de los neandertales como seres inteligentes y muy exitosos como especie, ya que habitaron nuestro planeta, casi siempre en condiciones climáticas mucho menos favorables que las actuales, durante más de doscientos mil años, cosa que nosotros todavía no hemos superado. 

La pasión según Carmela. De Marcos Aguinis.
Como no podría ser de otra manera, tratándose de este notable autor, es una novela fascinante y con características de no ficción. Ubicada en los finales del régimen de Fulgencio Batista y los comienzos del castrismo, nos cuenta las pasiones y vivencias de jóvenes, atrapados por la mística de las reivindicaciones sociales y de la lucha contra las dictaduras. Cómo esa pasión no les permite ver (aunque en realidad sí ven, pero no lo quieren admitir) que el nuevo régimen instalado no es ni parecido a lo que imaginaron y por lo que lucharon. Solo cuando la represión y la injusticia de la nueva dictadura caen sobre ellos, llegan a la triste conclusión de que, así como arriesgaron sus vidas en la lucha guerrillera, ahora la deben arriesgar para huir de ese régimen que tiene como métodos los mismos del fascismo.

La amante del populismo. De Marcos Aguinis.

Novedosísima, para mí, la “construcción” de este ¿relato?. Se trata de una entrevista imaginada entre el autor y un personaje muerto hace 60 años. Es una de las tantas amantes de Mussolini que, enamorada del Duce, lo ayuda –gracias a su vasta cultura– a la creación del fascismo. Ella está animada de las mejores intenciones y reconoce, luego de las desviaciones horribles del régimen, que estuvo equivocada, no es sus convicciones, sino en la idea que tuvo de Mussolini, tal vez, cegada por su amor. Describe muy bien la personalidad notable y avasallante del líder del movimiento, así como su falta total de escrúpulos y ausencia de sentimientos de culpa o arrepentimiento. «La mentira y la ausencia de culpa residían en el fondo de su psiquismo y en el fondo del populismo». Se creía infalible y solía decir que alguna vez le «gustaría estar equivocado». Analiza también la influencia que tuvo este régimen para la construcción de otros similares, populismos al fin. Una de sus características comunes es la de considerar al pueblo o a la masa, como una entidad que no debe pensar, sino creer y a la que hay que conducirla por los senderos que el líder, infalible desde luego, le indique.

Dice que «el fascismo no pretende coherencia sino el poder». Esto lo notamos con claridad al ver la impudicia con que se cambia de opiniones según la conveniencia del momento.

Cito:

Era un oportunista en el más estricto sentido de la palabra, como vengo diciendo. Este rasgo se mantuvo vigente en todas las formas del fascismo llámense de derecha o de izquierda, de su tiempo y de futuro. [...] Proclamó en esa oportunidad: "Nos damos el lujo de ser aristocráticos y democráticos, reaccionarios y revolucionarios, legalistas e ilegalistas, de acuerdo a la circunstancia del tiempo, de lugar y del ambiente en la que estemos obligados a vivir actuar". 

Respecto de la Marcha peronista:

Esa letra es estimulada por una música hipnótica. Se inyecta el nombre del líder de forma reiterada. Reemplaza los latidos del corazón: ¡Perón, Perón! Nada respecto a la ideología, solo existe la frase «combatiendo al capital», que no refleja una firme tendencia, sino una tendencia oportunista, cambiable. 

El peronismo: 

…fue un populismo corrosivo. Duró más que los demás y alcanzó a revelar el daño profundo que puede causar a cualquier sociedad. Desde el principio fue evidente su proclividad a la corrupción. Como ejemplo notable cito a Evita, cuyos guardarropas estaban atestados de pieles y sus cajones de joyas. No sentía culpa ni vergüenza por ello. Pero [...] se inmortalizó como protectora de los pobres. ¿Cinismo? ¿Teatro? Los funcionarios del régimen, de la cumbre al piso, se enriquecieron y esa fue la enfermedad que tuvieron cada vez que mantenían o recuperaban el poder. Sus acciones no apuntaban a disminuir la pobreza, sino a convertir a los pobres en sus soldados. Sus acciones solo consiguieron debilitar la democracia, la cultura, el mérito genuino, la mística del trabajo. Jamás lograron un crecimiento sostenido, sino la decadencia en todos los campos. La mentira y la demagogia respondían a su juego binario: más riqueza para acumular más poder y más poder para acumular más riqueza. 

En uno de sus últimos párrafos, dice:

Era el Mussolini que tras sus sueños desorbitados había enlodado la Italia de Dante Alighieri y el renacimiento, de compositores de ópera sublimes y un pueblo que amaba la buena comida, los paisajes, la danza y los versos, en una infernal tragedia.


Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...