martes, 5 de septiembre de 2023

Lecturas

 

¡Sálvese quien pueda!  De Andrés Oppenheimer.

Interesantes testimonios y argumentos de lo que podría ser el mundo que le espera a la humanidad en las próximas décadas. Por más que todo sea tan vertiginoso que cueste imaginar la magnitud de lo que se viene, siempre hay algunas pistas e indicios gracias a los cuales se pueden tomar ciertas previsiones. Lo que sé es que el mundo laboral que se avecina no es el que estamos acostumbrados a ver, con profesiones que antes no existían y con las que existen que deberán adecuarse a lo que viene o desaparecer.

A todas las profesiones llegará la robotización de ciertas tareas que forman parte de la diaria ocupación del profesional. Cita el caso de los jueces, que deben fallar de acuerdo a su ciencia y a la jurisprudencia a la que tangan acceso. En ese territorio, el robot le lleva una enorme ventaja, porque tiene acceso a una cantidad de casos imposible para el alcance de una mente humana. Y, además, no están sujetos a fatiga ni a cambios de humor. Está documentado con estadísticas suficientes que, jueces de faltas de Israel, son mucho más severos en sus fallos conforme avanza la hora de la mañana y el hambre los acucia. Luego del almuerzo y con el estómago lleno y el corazón contento, sus fallos vuelven a ser más benévolos…

Y da ejemplos de muchísimas otras profesiones que se verán invadidas por la robótica dejando muchísima gente sin empleo, pero creando a su vez otras ocupaciones que antes no existían. Tal como ocurrió con la revolución agrícola y la industrial, solo que ahora los cambios serán vertiginosos. (WhatsApp consiguió en 6 años tantos seguidores como el cristianismo en 19 siglos). Pero, aún destruyendo muchos empleos (lo que de todos modos será una catástrofe personal para quien lo sufra y motivo de probables disturbios sociales) tendremos la ventaja del increíble abaratamiento general de toda la producción industrial, lo que contribuirá, como todos los avances tecnológicos de la historia, al enriquecimiento general de las sociedades. 

Y nos recuerda algunas cifras de procesos de cambio de la historia: a mediados del siglo XIX en USA el 60% de la población trabajaba en tareas agrícolas, hoy solo el 2%; en 1960 26% lo hacía en industrias manufactureras, hoy solo el 10%. Y el nivel de vida de los americanos ha progresado notablemente.

En el balance, el autor es pesimista en el mediano plazo y optimista a la larga.

Datos de la evolución del mundo en los últimos 200 años.

Expectativa de vida: aún en los países más pobres del mundo, se vive hoy más que el promedio mundial de hace doscientos años.

Pobreza: En 1820 el 84% de la población mundial vivía en la pobreza extrema, hoy solo el 10% 

Mortalidad infantil: en 1820 era a nivel mundial del 43%, hoy, los países peor ubicados están en al 15%

Alfabetismo: en 1820 solo 12% de la población mundial estaba alfabetizada, hoy solo quedan algunos países del África subsahariana con tasa de alfabetización del 30%

Guerras: aunque cueste creerlo en el mundo convulsionado en que vivimos, hoy muere menos gente en guerras que en otro tipo de violencias y mucho menos que de diabetes (Yuval Harari: el azúcar es más peligrosa que la pólvora).

Madera de héroe. De Miguel Delibes.

Del mismo autor he leído dos magníficas, tiernas y emotivas novelas: La hoja roja y El camino, que recomiendo en forma ferviente leer. Ya las he comentado antes, por lo que no insisto. Y es por la calidad de su prosa y de la humanidad de sus personajes que los continuos laísmos y leísmos y la profusión de palabras no conocidas (por mí) no alcanzan a empañar la atractiva narración del autor. Cuando me refiero a palabras no conocidas, no es solamente a los términos náuticos que abundan, sino a palabras de la vida diaria.

Transcurre la acción, esta vez, durante la Guerra Civil Española. El protagonista es un niño entrando en la adolescencia criado dentro de una familia de posibles, todos ellos monárquicos y religiosos en extremo. El niño (Gervasio) no escapa a esas ideas. El conflicto está en su padre –aunque el autor no lo diga, es un advenedizo en la familia, procedente de otro estrato social– que es un republicano («rojo», para su familia). El niño tiene una obsesión por ser héroe y, al estallar la guerra, se enrola en la marina de las filas rebeldes. Antes de eso, la guerra le muestra su fea cara en los excesos de ambas partes en litigio, tocándole de cerca en algunos casos. No obstante, creyendo que hay una «buena causa» por la que luchar, no deja que esas experiencias le saquen de la cabeza su necesidad de combatir. Una vez desatada la guerra es testigo de hechos que hacen tambalear todas sus convicciones. El niño tiene la particularidad de que, ante ciertos estímulos, reaccione con una horripilación sobrenatural que le trae ciertas complicaciones.

Piratas del Golfo. De Vicente Riva Palacio.

Maravillosa novela de aventuras. De aventuras amorosas y de piratas sanguinarios. Todo dentro de una trama tan bien urdida que, por momentos, asombra. Situaciones que podrían pasar desapercibidas o consideradas de menor importancia, son las pistas que da el autor para comprender o justificar, muchos capítulos más adelante, los hechos que van sucediendo.

Una redacción un tanto rocambolesca –propia del siglo en que se escribe y del siglo en que transcurre la acción– y una trama también rocambolesca, no quitan sin embargo el interés en ningún momento.

Podríamos, tal vez, hablar no de triángulos, sino de pentágonos u octógonos amorosos, en los que varios galanes se disputan una dama y a su vez varias damas compiten por un pretendiente. Todos aman a la misma y todas aman al mismo. Y, además, algunos o algunas, aman simultáneamente a más de uno o una.

Todo ello dentro de casualidades poco probables que ocurren y que no menguan en nada la lectura de esta apasionante de la novela. Toda una joyita de este autor  mexicano del siglo XIX.

Homo Deus.  De Yuval Harari.

El autor desarrolla la idea de que las tres calamidades recurrentes de la humanidad, las pestes, las hambrunas y las guerras, no son hoy las principales amenazas que la humanidad enfrenta, por más que ninguna de ellas esté erradicada por completo. Y cita el caso de que, hoy, más gente muere por comer mucho que por padecer el hambre. Asimismo, tanto las guerras como las pestes están controladas, por más que ambas muestren su feo rostro de vez en cuando, suelen estar focalizadas y no se extienden como en el pasado.

Respecto al hambre, si bien todavía existen muchos congéneres que padecen desnutrición, ya las hambrunas generalizadas y la muerte por falta de alimentos, son un fenómeno, si no extinguido, al menos focalizado. 

En cuanto a las pestes, compara las que solían asolar a la humanidad con las nuevas que aparecen y vemos cómo, en pocos años, se pudo estudiar a fondo y controlar al SIDA mientras que, en épocas relativamente recientes, como la Edad Media, la viruela y la peste hacían estragos ante la mirada impotente de los médicos.

La guerra también está acotada, al menos en gran parte del planeta. Era una realidad presente en casi todo el devenir de nuestra historia. Hoy, la mayor riqueza de una nación no son los productos materiales sino el conocimiento. Aunque tuviese poder para ello, no se le ocurriría a China invadir California para apoderarse de Silicon Valey, como sí fue moneda corriente en tiempos pasados para apoderarse de minas o yacimientos. Esto y el enorme poder de los armamentos actuales ha contribuido a que más y más naciones no consideren la guerra como un recurso positivo.

Al desaparecer estas preocupaciones aparecen otras que son las que el autor desarrolla en esta notable obra.

Una de las preocupaciones es la de la lucha contra la muerte, Otra es el logro de la felicidad; al aumentar los logros materiales, aumentan las expectativas y por ello la felicidad suele ser inalcanzable. Todo un tema para la reflexión.

La magia de la vida. De Viviana Rivero. 

Otra vez esta autora me deleitó con una novela que se lee de punta a punta sin perder el interés. Si bien es una saga de la anterior, La dama de la noche (que ya comenté en junio de 2022 "Sigamos leyendo..."), se puede leer en forma independiente, aunque resulta mucho más jugosa si se leyó previamente la otra. Aquí también la acción transcurre entre Buenos Aires e Italia (Placencia, Florencia y Roma) y en épocas distintas (los ’60 del siglo XX y nuestro más cercano 2008) pero estos saltos están perfectamente marcados, por lo que el lector no puede confundirse ni desorientarse. Hay una «tentación de lo imposible»[1] en las inauditas coincidencias que concurren a unir historias que, en un principio, se muestran independientes. Pero para eso está la ficción, para que lo imposible sea posible. Ello, siempre y cuando el autor esté a la altura.

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[1] Esa «Tentación de lo imposible» está plagiada del título de un libro de Mario Vargas Llosa, a quien pido disculpas por ello.


viernes, 1 de septiembre de 2023

La pelea de fondo

Creo que la pelea de fondo es la de las ideas. La lucha en el terreno político, necesaria, es solo, por el momento, una pelea de relleno. Y digo esto porque, en el caso de que en las próximas elecciones para presidente ganara un liberal de pura cepa, debería enfrentar no solo a un Congreso en el que tendría mayorías opositoras, sino también a la idea de la ciudadanía, que se queja de los resultados, pero no de los métodos ni de los personajes que eligió a la hora de votar. Y los resultados, en lo inmediato, no serán los que espera la gente, por aquello de que «la medicina que cura, no suele tener buen sabor». Además, las enfermedades crónicas, como la nuestra, suelen requerir tratamientos prolongados antes de ver resultados.

Creo que la batalla fundamental es la de las ideas, porque suele suceder que opinemos que un marxista, comunista o socialista es una persona totalmente equivocada, pero no se me ocurriría pensar que es un perverso que solo quiere hundir en la pobreza a la mayoría, como ya ha ocurrido cuanta vez se han implementado regímenes de esta naturaleza. Todo lo contrario ocurre con esos pensadores de izquierda que solo piensan que, quienes abrazamos las ideas liberales, sí somos perversos, entregados a la lujuria del dinero, y que queremos ver a los pobres cada vez más explotados y, si fuese posible, esclavizados.

Por eso es fundamental que toda esta nueva generación de liberales que aparecen en los medios siga propagando la idea de la libertad como bien supremo y natural generador de bienestar y progreso; que se trate por todos los medios de llegar a los claustros académicos; de convencer a periodistas y formadores de opinión, pero sobre todo a una mayoría suficiente de la opinión pública. Pero en lo inmediato, en el terreno político, hay que ir con listas propias para legisladores. Para puestos ejecutivos, conformémonos, por ahora, con votar a quienes sean menos corruptos, aunque sus políticas no nos convenzan del todo. Porque, un probable fracaso de un gobierno liberal, tendría efectos terriblemente regresivos para la consolidación de la idea en la gente. Hoy, todavía muchos le achacan al «neoliberalismo» (aunque nadie sepa definir qué es) la terrible crisis de 2001 y no a la corrupta implementación de algunas políticas liberales.

Dogmatismo

Una vez instalada la idea de que tanto el Líder carismático de turno, como su cohorte de incondicionales funcionarios son héroes que luchan denodadamente contra las oscuras fuerzas del mal, nada ni nadie convence al rebaño de fanáticos de lo que realmente son, aún con las pruebas más evidentes. Como decía Albert Einstein: 

Es más fácil destruir un átomo que un prejuicio. 

O bien: 

Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y no estoy seguro sobre el universo.

Ante la corrupción rampante arguyen que son «operaciones de prensa». Sin embargo; ¿Es creíble que los millones que encontraron en la puerta del convento era lo único mal habido? ¿O era solo una mínima parte? ¿No alcanza con saber que el entonces Námber uán compró algunos millones de la verde moneda justo un día antes de que él mismo decidiera la devaluación de la nuestra? Parece que tampoco es suficiente la evidencia de que, secretarios, choferes y jardineros de los popes hayan acumulado enormes fortunas. Ni qué decir de la muerte de un fiscal o de un testigo comprometedor. 

Cuando uno piensa en esas enormes cantidades de dinero robado, no deja de asombrarse por cómo se puede tener tanto afán de acumulación. Y viene a la memoria una frase de Plutarco: 

La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia.

¿Hacen política para acumular dinero o hacen dinero acumular poder? Parece que el poder los erotiza más que el sexo.

Pero, dejemos de lado por un momento el tema de la corrupción que puede ser y es descreído por una parte de la sociedad.

Lo que no tiene discusión es el fracaso en materia económica, de educación y de seguridad entre otras. La sola existencia de tal cantidad de «planes sociales» es la demostración palmaria del fracaso de estas políticas. Planes estos que, luego de varias décadas, no han logrado sacar de la dependencia a millares de argentinos y que han servido solo para maquillar dicha pobreza. 

Y ante esa evidencia del fracaso que es innegable y sin fisuras, siguen negando y atribuyendo la presente catástrofe económica, social y educativa, entre otras, a aquellos oscuros factores de poder que, en su maldad, solo quieren vengarse de los héroes que tanto bregaron por el bienestar de los desposeídos. Todo lo atribuyen a conspiraciones de grandes malvados. Como decía Adolfo Bioy Casares:

 

El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez.


No es concebible, a poco que pensemos con cierta libertad de criterio, entender que toda la situación actual es culpa del breve interregno de solo cuatro años que vivimos en los últimos veinte. En efecto, los problemas que dejó sin resolver ese gobierno en cuatro años, ya existían cuando asumió, luego de doce años del gobierno que hoy padecemos. Pero esta evidencia no es obstáculo para que un número importante aún siga creyendo y votando a los mismos.

A esos mismos que se muestran terriblemente democráticos y respetuosos de la voluntad popular, solo cuando les son favorables los resultados de dicha voluntad. Cualquier crítica, por moderada que sea, es tildada de «destituyente». Pero no parecen tener ese estatus las amenazas explícitas de los ríos de sangre que correrían en caso de triunfar la oposición, las toneladas de piedras con que expresan su desacuerdo con alguna política, las amenazas de paros generalizados de «cuarenta gremios» o las reiteradas manifestaciones de conspicuos funcionarios declamando que para sí la exclusividad de las buenas intenciones y el espíritu patriótico, mientras que tildan a la oposición como la encarnación de la antipatria.

Por todo ello es que creo que nos esperan tiempos difíciles, cualquiera sea el resultado de la próxima elección.


lunes, 21 de agosto de 2023

Reflexiones postelectorales

El populismo está herido, pero no está muerto. Herida grave como nunca antes había sufrido, pero no lo demos aún por muerto. Como el Ave Fénix, suele renacer de las cenizas. O como la Hidra que suele regenerar alguna de sus feas cabezas; la sindical, la camporista, la piquetera o alguna otra de las que sabe servirse. Y cuando se tiene que retirar para prestar temporalmente el mando de la nave, conserva intactas sus organizadas estructuras. Estructuras estas muy bien diseñadas para obstaculizar y, de ser posible impedir, cualquier medida que vaya en contra de sus intereses y prebendas.

Y aún, si la herida fuese de muerte, todavía puede hacer mucho daño. Ya, en el primer día, nos regalaron otra devaluación sangrienta (de las que juraron que jamás harían), muy rapidito, para que no quede cerca de la elección de octubre y pocos días más tarde, anuncian que «congelarán el precio de los combustibles hasta después de la elección». Más desvergüenza no se consigue en plaza.

Probable fracaso le espera a cualquiera que gane la próxima elección. Lo digo no solo porque esas estructuras que mencioné harán lo suyo, sino porque el grueso de la población espera soluciones con resultados ¡ya!, cosa que ningún equipo de gobierno, por bueno que sea y con el mejor plan, podrá lograr. No se sale sin esfuerzo. Allí está el ejemplo de nuestros padres o abuelos inmigrantes, que lo que lograron fue con trabajo, esfuerzo y paciencia para esperar al menos una década. Pero lo lograban. Como dice un conocido economista gallego (Miguel Anxo Bastos) «La fórmula es ahorro y trabajo duro».


Ese fracaso sería doble; por el fracaso en sí y por el desprestigio de la idea. Si, como todo parece indicar, ganara alguna de las alternativas opositoras, está claro que ambas tienen un componente liberal en mayor o menor medida. Y, en ese caso, la conclusión a que llegaría una mayoría suficiente –con la ayudita de políticos y periodistas militantes– es que el liberalismo es malo y solo pretende el sojuzgamiento de las clases menesterosas (clases estas que, por otra parte, ya están sojuzgadas, empobrecidas y postergadas en forma humillante).


¿Pésima elección? Muchos festejan y otros se conduelen por el pobre resultado del oficialismo en la elección. Nunca antes había cosechado tan pocos votos, es cierto, pero ¿fue de veras tan malo el desempeño? Teniendo en cuenta que el candidato/ministro nos regala una inflación de tres dígitos, mientras la inseguridad y la violencia delictiva van en aumento, a la par que la educación desmejora en la misma proporción, es asombroso que ¡un ¡25 % del electorado los elija! Creo que ese resultado fue, para el oficialismo, sorprendentemente bueno.


La razón y la pasión: cuando voto, intento reflexionar y razonar hasta el punto de no poder conciliar el sueño algunas veces. Debo reconocer que, también hay una cuota de pasión en mis decisiones. Lo que no es razonable, a mi criterio, es dejar que solo la pasión sea la que incline mi decisión. Eso se parece bastante a un fanático dogmatismo del tipo de que todo lo que hace el político de mi preferencia está bien y nada se puede criticar, mientras que lo que haga el opositor a mis ideas será irremediablemente malo y guiado por perversas intenciones.


Todos sabíamos que Milei haría una buena elección, teniendo en cuenta el poco «carreteo» que tiene en la política y la, hasta hace muy poco, inexistente estructura partidaria. Pero nadie, ni el propio “Peluca” se imaginaba este batacazo tan rotundo. Y, por supuesto, tampoco se lo esperaban en JXC ni UP. Sobre todo, estos últimos, que quedan a un paso de no llegar a la 2ª vuelta. Ahora hay que ser muy cautelosos en la forma de encarar la campaña y en contrarrestar el previsible “plan platita” o el “plan bicicleta”.


En el caso de que ganase efectivamente el liberalismo, habría que preguntarse cuántos de sus electores conocen esas ideas que dice encarnar Milei. Y, peor aún, ¿a cuántos les importaron esas ideas al votar? Estimo que gran parte de quienes optaron por esta vía, solo lo hicieron porque les gustó la imagen del personaje y/o por el hartazgo que sienten por la clase política. Y no sé qué esperan de él… Y todo esto tiene capital importancia para lograr esa cuota de paciencia requerida para ver resultados.


Ahora se intenta atacar al probable ganador con cualquier tipo de argumentos, aún los más inmorales y mentirosos. Se oyen frases como «Si gana la derecha perdés tus derechos» como si todavía quedaran muchos derechos para perder. También se dice que arancelará la enseñanza y la salud, cosa que, al menos yo, nunca he oído. O mofarse de la libre empresa por la «Teoría del derrame», que solo está en sus afiebradas cabezas ya que los liberales jamás sostuvieron tal cosa. Yo sí creo en la «Teoría del arrastre ascendente» (Exigiré un copyright por esta definición) de quien emprende y progresa. Mejor que yo lo expresa Agustín Etchebarne en su libro La clave es la libertad: «Bill Gates gana mucho dinero porque sus productos benefician a miles de millones de personas en todo el mundo, pero eso enriquece al conjunto de la humanidad, no empobrece a nadie, recordemos nuevamente que la economía no es un juego de suma cero». 


Pero, a la hora de atacar, no solo los políticos interesados lo hacen. Veo una notable tendencia a arremeter contra el ganador de la elección por parte de periodistas de distinta tendencia. Yo sé que la función del periodista es incomodar y mostrar, cuando las hay, las contradicciones de los políticos. Pero estar constantemente atacando y ridiculizando todo lo imaginable al candidato liberal, sin ocuparse de otros, me da para pensar. No digo que estén "ensobrados", pero sí que han tomado partido.


miércoles, 9 de agosto de 2023

Párrafos

No voy a comentar libros esta vez, sino que me limitaré a transcribir algunos párrafos de algunos de ellos.

Sables y utopías es un libro publicado en 2009 en el que, Carlos Granés hizo una recopilación de artículos, ensayos y cartas escritos por Mario Vargas Llosa a lo largo de su carrera. En el prólogo, el mismo Granés dice:

Revel, filósofo de formación pero periodista por vocación, fue junto con Raymond Aron una de las pocas voces que en Francia se enfrentó al marxismo y a la estela prosoviética sembrada por Sartre. Más que las teorías, a Revel le importaban los hechos, y por eso no dudó en criticar a los intelectuales que, con tal de defender la ideología, justificaban los desmanes del totalitarismo estalinista. Aquella ceguera ideológica impedía ver que no eran los países socialistas los que habían encabezado las grandes revoluciones sociales, sino las democracias capitalistas, donde la mujer, los jóvenes y las minorías sexuales y culturales se rebelaban para cuestionar la ortodoxia de las instituciones, exigir derechos e imprimir cambios en la vida de las sociedades. Las reformas democráticas demostraban ser el camino más corto y eficaz para mejorar las condiciones de vida, no las revoluciones totales que pretendían reinstaurar piedra por piedra la sociedad. La gran paradoja del siglo XX fue demostrar que, mientras las dictaduras socialistas se anquilosaban, el mecanismo interno del capitalismo demandaba la revolución constante de modas, costumbres, gustos, tendencias, deseos, modos de vida, etcétera, para sobrevivir. El pensamiento de Isaiah Berlin [permite entender] por qué, mientras en el arte y la literatura la ambición absoluta y el sueño de la perfección humana eran loables, en la realidad solían conducir a hecatombes colectivas. La desgarradora lección de Berlin es que los mundos perfectos no existen. [...] Ni la ciencia ni la razón ofrecen respuestas únicas y definitivas a las preguntas fundamentales del ser humano. [...] Aquel que se alza por encima de sus pares y asegura tener un conocimiento superior, haber descubierto la naturaleza humana y por ende la verdadera forma de vivir y solucionar todos los problemas, acaba, por lo general, sometiendo a sus congéneres a la tiranía de su razón. [...] Las metas a la luz de las cuales los individuos y las culturas organizan sus existencias no son reducibles a un solo proyecto. La vida se nutre de diversos ideales y valores, y, lamentablemente, es imposible que todos ellos armonicen sin fricciones. 

Ni la revolución de izquierdas ni el cuartelazo de derechas; ni la utopía ni la sociedad perfecta: [...] Solo el sistema democrático tolera las verdades contradictorias [...]. Desde este nuevo ángulo, la revolución ya no se observa como remedio para los problemas sino como síntoma de los mismos. Hay un mal más profundo, enquistado en las entrañas de América Latina, que nada tiene que ver con la injusticia o la desigualdad. Revolucionarios de izquierda, militares de derecha, visionarios religiosos, nacionalistas fogosos y racistas de todo pelaje tienen cierta base común: el desprecio por las reglas de juego democráticas, el particularismo y el sectarismo. Las ideas de cada grupo se han plegado sobre sí mismas hasta degenerar en fanatismos fratricidas. Esa también es la historia del continente. Todas las ideologías colectivistas, desde la fe católica al socialismo, pasando por las distintas formas de indigenismo, populismo y nacionalismo, han echado raíces robustas y se han defendido con un arma en la mano y una venda en los ojos. 

En la misma obra, Mario Vargas Llosa, en un capítulo denominado Defensa de la democracia y el liberalismo, nos dice:

Sucede que las ideas juegan malas pasadas a los hombres y que la inteligencia y el saber se cruzan más a menudo que coinciden con la moral. [...] ¿No ha declarado otro gran escritor latinoamericano, Julio Cortázar, que había que distinguir entre dos injusticias, la que se comete en país socialista, que es, según él, un mero “accidente de ruta” –incident de parcours– que no compromete la naturaleza básicamente positiva del sistema, y la de un país capitalista o imperialista, ella sí, ¿manifiesta una inhumanidad esencial? Pavorosa distinción que, si la aceptamos, nos lleva a protestar con vehemencia cuando Lyndon B. Johnson manda marines a la República Dominicana y a callar cuando Brezhnev destruye con tanques la primavera de Praga ya que, en el primer caso, el progreso humano está amenazado y en el segundo se trata de un episodio sin importancia desde la eternidad de la historia en que, inevitablemente, se impondrá la justicia socialista. Y, desde esta resplandeciente eternidad, tan parecida a la de los creyentes convencidos de que, a la larga, Dios vence siempre a Belcebú, ¿qué importan, en efecto, el Gulag, las purgas, los hospitales psiquiátricos para el inconforme, y demás accidentes parecidos? [...]

Buena parte de culpa la tienen esas formulaciones abstractas llamadas ideologías, esquemas a los cuales los ideólogos se empeñan reducir la sociedad, aunque, para que quepa en ellos, sea preciso triturarla. Ya lo dijo Camus: la única moral capaz de hacer el mundo vivible es aquella que esté dispuesta a sacrificar las ideas todas las veces ellas entren en colisión con la vida, aunque sea la de una sola persona humana, porque esta será siempre infinitamente más valiosa que las ideas, en cuyo nombre, ya lo sabemos, se puede justificar siempre los crímenes —lo hizo el marqués de Sade, en impecables teorías– como crímenes del amor. 

El caso más paradójico de nuestra era es el del socialismo, la doctrina que a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX hizo concebir las más grandiosas esperanzas a los desheredados y espíritus nobles este mundo, como panacea capaz de abolir las desigualdades, suprimir la explotación del hombre por el hombre, hacer desaparecer los personalismos y los racismos y de reemplazar, por fin, en esta tierra el reino de la necesidad por el de la libertad. Pues bien, en nombre de esa doctrina libertaria e igualitaria, millones de hombres fueron encerrados en campos de concentración o simplemente exterminados; en su nombre se han implantado regímenes autoritarios implacables; en su nombre naciones poderosas han invadido y neocolonizado naciones pequeñas y débiles; en su nombre se ha perfeccionado la censura y la regimentación de la conciencia como ni siquiera los inquisidores medievales más imaginativos hubieran sospechado y se ha convertido a la psiquiatría en una rama de la Policía. En nombre del socialismo se ha permitido a los trabajadores el derecho de huelga y se ha establecido trabajo forzado (apodándolo, con sarcasmo, trabajo voluntario), se ha suprimido la libertad de viajar, de cambiar de oficio, de emigrar, y en nombre de la ideología del bienestar y del progreso se ha mantenido en la escasez y el sacrificio (salvo a una privilegiada clase burocrática) a la población a fin de fabricar armamentos que podrían hacer desaparecer varias veces el planeta. Ver que, detrás de las ideas más generosas de nuestro tiempo, en los países y regímenes que aparentemente encarnan, sobreviven, echando espumarajos por el belfo, casi todos los viejos demonios de la historia humana contra los que aquellas insurgieron —la tiranía, la brutalidad, la explotación de los más por los menos, el espíritu de dominación y de conquista— es algo que debería hacernos desconfiar profundamente de las ideas, sobre todo cuando, agrupadas en un cuerpo de doctrina, pretenden explicarlo todo en la historia y en el hombre y ofrecer remedios definitivos para sus males. Esas utopías absolutas —el cristianismo en el pasado, el socialismo el presente— han derramado tanta sangre como la que querían lavar. Lo ocurrido con el socialismo es, sin duda, un desengaño, que tiene parangón en la historia.  

 

sábado, 24 de junio de 2023

Los dogmas y la realidad


En política hay teorías que, de tan bonitas, pasan a ser poéticamente seductoras, a tal punto que, muchos de sus adherentes, no dejan de suscribir a ellas, aunque sean refutadas reiteradamente por la realidad.

¿De qué otra forma se podría, todavía hoy, estar enamorado del régimen imperante en Cuba? El romanticismo de la gesta de Sierra Maestra (¡qué seductor resultó el derrocamiento del régimen de Batista!) y el misticismo de los primeros años de la Revolución, produjeron ciertos frutos que enamoraron a más de una generación de jóvenes del mundo entero y, en particular, latinoamericanos. Todos podemos recordar la gesta de la educación que, en pocos años casi erradicó el analfabetismo de la isla, logro que aún perdura (no obstante, hay que recordar que Cuba ostentaba uno de los mayores índices de alfabetización antes de la revolución). También en el área de salud, según promociona la propaganda del régimen, los progresos fueron importantes, si les vamos a creer todo lo que dicen. Pero, si analizamos, estos logros no parecen muchos, luego de más de 50 años de continuidad del régimen y al precio de perder libertad de pensamiento y de tránsito, entre otras, sobre todo si analizamos el nivel de privaciones de todo orden que sufren los ciudadanos comunes de la gran isla caribeña. El famoso bloqueo impuesto por USA, no es muy efectivo ya que Cuba puede comerciar con casi todos los países del mundo, pero le sirve al régimen como formidable excusa para enmascarar su rotundo fracaso. Una de las inconsistencias del régimen consiste en insultar, desafiar y denostar al vecino y luego andar llorando por los rincones en contra del brutal y genocida bloqueo impuesto. Es como si yo no perdiera ocasión de insultar a la señora de enfrente y luego me quejara de que no me saluda. (Este es un típico caso de gataflorismo; si comercian nos arruinan por “los términos del intercambio”, por la falta de “precios justos”, etc. Si no comercian, es un bloqueo genocida…). Lejos quedaron aquellos vaticinios de Guevara de que, en un lustro, el PBI por habitante de Cuba sería superior al de Italia. Y eso que en la isla hay una continuidad de más de 50 años sin las marchas y contramarchas, tan habituales en nuestros países. Si todo fuese tan idílico como lo plantea la propaganda del régimen, ¿por qué no explican las causas por las que tantos cubanos arriesgaron (y perdieron) la vida en balsas rumbo al odiado imperio? ¿Cómo se explica que no haya miles o, aunque sea, cientos de balseros que se larguen a la aventura desde el continente hacia la isla? Sospecho que la respuesta no saldrá en el Granma.

China, en los últimos 30 años –que coinciden con su apertura por haber dejado de lado la teoría de la dependencia– pudo reducir la pobreza extrema en un porcentaje significativo (y, en China, los porcentajes involucran a muchos millones de personas). Mientras tanto, América Latina en igual período, logró una muy modesta reducción de tales porcentajes y eso cuando se logró. Desde luego que América Latina es un conjunto heterogéneo en el que hay distintos modelos políticos y por tanto las causas y los remedios también serán distintos. Pero tenemos una constante que son las políticas progres y la teoría de la “liberación o dependencia” que están encarnadas en las mentes de nuestros compatriotas y de las que casi ningún país escapa. No veo yo otra dependencia que la que tenemos dentro de nuestras propias mentes que no nos permite, en general, poner en duda los dogmas –que, como todo dogma, no admite cuestionamientos–. Entonces, aunque la realidad nos muestre una y mil veces, con la elocuencia de los hechos, que el camino del progreso y la prosperidad, no se logra con nuestras recetas, seguiremos persistiendo en la senda que nos marca la doctrina grabada a fuego en nuestras neuronas.

Vemos la insistencia con que algunos países (hoy muchos menos, por suerte) pretenden tejer alianzas con países cuyos gobiernos estén políticamente alineados con Venezuela, Cuba y demás. ¿Cómo le fue a Cuba enfrentándose al Imperio? ¿Y cómo le fue a Corea del sur aliándose con él? A Canadá, cuyo único país limítrofe es USA, con el que comparte la frontera más larga del mundo, y con quien mantiene estrechísimas relaciones, ¿le va peor que a Cuba? Los resultados están a la vista. Ni hablar del crecimiento de México al haber firmado convenios comerciales con el gran vecino.

Hacia principios de los 70 del siglo pasado, Corea del Sur tenía una población mayoritariamente agrícola y una economía de subsistencia.  Su PBI por habitante era muy inferior al de Argentina y todavía en la década del 80 del siglo XX, dicho indicador era semejante al nuestro. Hoy, el PBI/h de Corea del sur es de 33.000 U$S y el nuestro es de unos 13.000 (datos de 2022). Bastante pobre nuestro desempeño. Tengamos en cuenta que Corea cuenta con un territorio semejante al de nuestra provincia de Catamarca con una población algo mayor que la del total de Argentina; es decir que contamos con una situación “de largada” mucho más favorable. ¿Fue con recetas populistas, renegando y aislándonos del “imperio” que logró todo esto o, más bien, todo lo contrario?

Podemos agregar que hoy, hasta Chile, que no aplica nuestras recetas progres (a pesar de que, parece estar abandonando la buena senda), nos supera, cuando hace pocas décadas, estaba muy por debajo de nosotros. 

¿Y Japón? Este es un país que fue derrotado en forma incondicional por la potencia imperial más poderosa de la historia, no quedando prácticamente piedra sobre piedra que no haya sido arrasada. Y, sin embargo, no salieron adelante aislándose ni enfrentándose con quienes lo derrotaron y arrasaron militarmente. He oído a ciertos dirigentes de izquierda mencionar, entre burlones y despectivos, que la Constitución actual de Japón fue «dictada por USA». Aún si así fuese. ¿cómo le fue con esa constitución liberal?

Todos estos exitosos países, además, tienen como común denominador, un sistema de educación que es envidiable y que obtiene resultados medibles; se someten a pruebas internacionales confiables y no se basan en la declaración de los funcionarios de turno. Eso es algo que tuvimos y que supimos destruir. 

Busquemos algún ejemplo de países que, como el nuestro, insisten reiteradamente en sus políticas intervencionistas y populistas, que hayan salido adelante en forma sostenida y sustentable.

Yo no conozco ejemplos al respecto. Tal vez los haya…

martes, 6 de junio de 2023

El vaso está medio lleno o está medio vacío

Ante un vaso con agua hasta la mitad, habrá quien diga que está medio lleno y quien que diga que está medio vacío. No por trillada, esta frase deja de ser ilustrativa acerca de la importancia que tiene el punto de vista de quien hace una afirmación cualquiera. No podríamos decir que miente ninguno de ellos y sin embargo están describiendo un mismo hecho con miradas distintas. En política esto ocurre a diario y, ante una misma medida, vemos a quienes aplauden con sinceridad y quienes critican duramente.

Un poco de historia

Antiguamente, antes de que se desarrollara el método científico, bastaba con que alguien alcanzara el prestigio suficiente para que su palabra tuviese el valor de la verdad incuestionable.

Vesalio fue un destacado anatomista del siglo XVI a quien se le atribuye la siguiente frase: 

Si no fuera porque Aristóteles dijo que los nervios salen del corazón, diría que salen del cerebro, que es lo que yo he visto en los cadáveres.

Entre otras cuestiones, se atrevió a estudiar y enseñar anatomía tomando como fuente de conocimientos los cadáveres humanos y no los textos clásicos, fundamentalmente de Galeno, pero también de Aristóteles –a juzgar por su frase– en la que podemos apreciar todo el peso de la palabra de quien era tenido como la encarnación de la sabiduría. Si analizamos su contenido, podremos conjeturar que lo dijo con una sabia ironía, teniendo en cuenta que, por entonces, había una Inquisición que respaldaba los dogmas ¡y con eso no se jugaba!

El desarrollo del método científico (que se produjo unos 100 años después de Vesalio) establece, entre otras cosas, la observación minuciosa, la experimentación, la repetición de las experiencias y la publicación, para toda la comunidad científica, de los métodos de trabajo, así como de los materiales empleados, para que cualquiera pueda repetir estas experiencias y refutarlas, si fuera el caso. 

Por estas razones es que hoy, en cualquier trabajo científico que se publica, después de un sumario donde se explica de qué se trata la cuestión, inmediatamente viene un apartado que se titula “Material y métodos”, donde se describen detalladamente los elementos y técnicas utilizadas y finaliza con los resultados y las conclusiones a las que el autor ha arribado. 

¿Y en la política?

Lamentablemente, no se aplican criterios semejantes en la política y vemos a diario cómo se insiste en repetir experiencias que han fracasado reiteradamente, solo porque, quien las aplica, tiene la convicción de que son buenas o exitosas, sin preocuparse ni poco ni mucho por contrastar sus opiniones con hechos verificados o verificables en la realidad. Y quienes sufren las consecuencias, no suelen criticar a quien consideran depositario de Verdades y Virtudes cuasi religiosas.

Siempre pensé que la política es demasiado “etérea” para mi comprensión: es poco ciencia y mucha interpretación subjetiva de la realidad. Un mismo hecho o logro de gestión será interpretado como una genialidad o como un desastre, dependiendo de la afinidad o aversión que se tenga por quien lo realiza.

Siempre pensé que lo ideal sería que se tomasen ciertos indicadores para cada ramo de la administración, evaluando la situación real del momento (sin índices mentirosos) y se asumieran ciertos compromisos de mejora. Para esto sería de desear que hubiese algún consenso en las distintas fuerzas políticas para asumir los compromisos. La diferencia entre unos y otros, estaría dada por las herramientas o las políticas que se proponen para lograrlo.

Algunos ejemplos: en el área de educación se podría tomar el porcentaje de egresados de cada ciclo frente a la cantidad de ingresados, los índices de repitencia o la capacidad de lectura comprensiva; en economía, los índices de pobreza, o la inflación. En materia de salud, podría ser la mortalidad infantil, así como en seguridad el porcentaje de delitos por cada cien mil habitantes. En este rubro, también sería bueno que se auditara y midiera la eficiencia del sistema carcelario.

Creo que ninguna fuerza política debería estar en desacuerdo en tomar en cuenta la mayoría de estos indicadores, al menos en lo discursivo. Pero la gran utilidad sería que, ante un posible fracaso, habida cuenta del compromiso asumido en la campaña electoral, los funcionarios tendrían que dar cuenta ante la ciudadanía y esta, a su vez, podría ver claramente los avances o retrocesos verificados en cada área, para poder emitir juicio, sobre bases concretas y no discursivas, acerca de lo mucho o poco acertada que ha sido la gestión. Por supuesto que habría algunos índices en los que no todos estarían de acuerdo en asumir, y eso haría también la diferencia a la hora de votar. Todo esto es válido solo para votantes reflexivos, que de los otros también los hay y muchos.

Mucho mejor que yo, lo dice Enrique Szewach, en su libro La trampa populista:

Un sueño republicano sería el de tener, en el discurso inaugural de las sesiones ordinarias del Congreso, una propuesta del Presidente de La Nación sobre metas cuantitativas de gestión para cada ministerio para ese año. Poder seguir esas metas, controlarlas a través de información pública y, eventualmente, pedir explicaciones por los desvíos que puedan presentarse, sería deseable. Obviamente, se trata de un sueño, pero pone de manifiesto lo débil que resulta hoy la relación entre la acción de los funcionarios públicos y el control ciudadano si se la compara con lo que pueden solicitar o exigir accionistas de una S.A. a su Directorio. 

Cuanto más lejos estemos de ese ideal, cuanto menos poder tengan los ciudadanos para evaluar la capacidad de los funcionarios para ejercer sus cargos, más fácil les será a los gobernantes en general y a los populismos en particular persistir en el engaño y la estafa. 



Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...