viernes, 25 de julio de 2008

MÁS MAOMENISMO (Se incendia un geriátrico)


Como muchos de Uds. sabrán, me tocó ser inspector municipal de bromatología y, como casi todas estas cuestiones están signadas por el maomenismo ingénito de nuestras autoridades, nos achacaron la responsabilidad de “inspeccionar geriátricos”. Tal vez por ser los únicos inspectores con que contaba la Secretaría de Salud, o vaya a saber por qué causas confesables o no.

Pero volvamos por un momento a la inspección bromatológica. Cuando uno va a un restaurante o rotisería, y da indicaciones de lo que se debe y lo que no se debe hacer en la cocina, es muy frecuente obtener alguna de las siguientes respuestas: “¿Por qué no van a joder a otra parte?” O bien: “Lo que pasa es que justo hoy faltó el empleado que tenía que limpiar allí” (no importa que la capa de mugre acusara meses de falta de limpieza). También puede ser: “¿Me vas a enseñar a mí, que hace treinta años que estoy en esto?

Curiosamente, luego de una intoxicación masiva producida por un servicio de catering, concurrimos al lugar, y el propietario nos decía: “¡Hace treinta años que estoy en esto y nunca me pasó! ¡Explíquenme qué tengo que hacer!

¿Qué creen Uds. que hubiera dicho ese mismo señor si hubiésemos ido el día anterior a la intoxicación?

Los infortunados concurrentes a Cro Magnon, ¿Cómo hubiesen tratado a un supuesto inspector municipal que hubiera intentado clausurar el boliche, por falta de seguridad, unos minutos antes de la catástrofe?

Ahora vayamos al tema geriátricos. Aquí la cosa es aún más complicada y perversa. Porque de todos modos, uno puede clausurar fácilmente un restaurante o un boliche (si lleva la convicción suficiente y en lo posible uno o dos policías). Pero un geriátrico es otra cosa. No se puede colocar una faja de clausura y ¡dejar a los ancianos adentro! Además, uno actúa en el momento, y deja las actas de la actuación, que después son analizadas con toda calma por los abogados del dueño que, ante una coma mal puesta, impugnan todo el accionar. Después es el inspector el que tiene que ir a dar las explicaciones.

Lo que optábamos por hacer en los casos graves, era una clausura formal. Es decir, se notifica al titular que está formalmente inhabilitado para el funcionamiento, dejando constancia de las causas. Se otorga plazo perentorio para notificar a los familiares que deben retirar a los ancianos, y se trasladan las acciones al Juez de Faltas y a las autoridades provinciales competentes en la materia.

¿Qué creen que ocurre al día siguiente? Pues bien, créanlo o no, se presentan, indignados, los familiares a reclamarnos por nuestra falta de sensibilidad al pretender desalojar a los pobres viejitos que son tan bien tratados allí. Se oye decir “¿Dónde irán a para nuestros queridos abuelos? ¡Qué injusticia tan grande se comete!” al tiempo que sordos ruidos oír se dejan de vestiduras rasgadas. No parece importarles que, en la despensa, haya más cucarachas que alimentos. Tampoco es relevante que no haya matafuegos, o que, habiéndolos, estén descargados o simplemente inaccesibles.

Al mismo tiempo, concurren a la oficina los letrados del propietario a solicitar “plazos razonables” (para hacer lo que debían haber hecho antes), “elasticidad en la interpretación de las normas” (es decir, sigamos con el maomenismo), cuando no veladas amenazas de influencias (“sabe que el Intendente es mi amigo”) o lisa y llana oferta de coima.

Cuando no pasa nada de esto, pero se incendia el geriátrico. ¿Quién creen que saldrá a pedir la cabeza del funcionario?

miércoles, 23 de julio de 2008

EL MAOMENISMO (Y se muere un chico de rabia)

A los argentinos nos aqueja el “maomenismo”. Es decir, por aquello de que “Dios es criollo”, parece que con hacer las cosas más o menos, salen bien igual.

Entonces, en vez de sacar a pasear al perro —no ya con bozal, aunque sea un animal peligroso— al menos sujeto con la correa y collar, lo sacamos suelto. Cuando no lo dejamos salir solo “para que haga sus cosas”. Y sus cosas pueden ser: romper y desparramar la basura, hacer más perritos, morder a otros perros, o atacar con distintos grados de ferocidad a humanos (“algo le habrán hecho, ¡porque es de bueno…!”).

El “maomenismo” impide a los municipios encarar seriamente el problema de los perros callejeros, porque al ir declinando la rabia en los centros urbanos, fueron creciendo las “protectoras” (en femenino porque hablo de asociaciones) que impiden cualquier campaña para frenar la plaga. Estas asociaciones, cuentan con dinero, y tiempo. Con estos ingredientes, logran también influencias y maniatan y amordazan a muchos intendentes, que prefieren ver la calle llena de animales vagabundos, antes que enfrentar a estas almas caritativas, que no vacilarán en “escarchar” de la forma más violenta imaginable a quienes se le opongan. Tampoco vacilarán en impulsar leyes “humanitarias” que impedirán cualquier acción que tienda a disminuir la población de esta verdadera plaga que son los animales sueltos y vagabundos.

Las autoridades, por supuesto, también tienen su cuota de culpa. No es casual que la educación (que es la verdadera arma con que contaríamos para esta lucha) esté en nuestro país tan descuidada. La pobreza, asociada a la falta de educación, no ya para la salud sino para la simple convivencia, hace también lo suyo.


El perro termina mordiendo a un chico. El dueño del animal, en un ataque justiciero, mata al animal. Total ya se sabe de sobra que: "muerto el perro, se acabó la rabia".

Entonces, al imposibilitarse el control del mordedor, y llegar a un diagnóstico certero, se indica al niño que debe vacunarse tal como si el animal fuera positivamente rabioso.


Hasta aquí, pareciera que todo tiene que salir bien. Pero nótese cómo actúa el “maomenismo”. Si hubiese habido un diagnóstico certero, se hubiesen encendido todas las luces rojas imaginables, de forma que no se habría escapado la tortuga. Pero no fue así.

Seguramente se indicó a los padres de la criatura que debía hacerse un tratamiento “como si el animal estuviese rabioso”. Pero esta sutil diferencia, hizo la gran diferencia. Por aquello de¨“Total, si ya vimos que el animal no estaba rabioso” o tal vez “Si ya mataron al perro” o vaya a saber qué, el tratamiento se abandonó.

Alguien debió haber encendido todas aquellas luces de alarma de las que hablamos, pero, “Total, hace tanto que no hay rabia…”

Nadie fue a buscar a los padres del chico…

Cuando lo trajeron al hospital, ya era demasiado tarde…

Ahora, seguramente, se extremarán las medidas, al menos en la zona de influencia de tan lamentable pérdida de quien era inocente absoluto. ¿Cuánto durará este fervor antirrábico? ¿Hará falta otra muerte para que se hagan las cosas sin tanto “maomenismo

La historia puede que no haya sido tal cual se relata. Solo he visto las noticias televisivas pero ¿alguien cree que puede haber sido muy distinta?

sábado, 19 de julio de 2008

Cobos y el espíritu de la Constitución

Mucho se ha dicho en estos días acerca de la postura de Cobos. Lo han elogiado y atacado casi por partes iguales.

El Diputado Rossi, jefe de la bancada oficialista, calificó su voto de incomprensible, inaudito o algo parecido —confieso que no recuerdo el calificativo exacto— fundándose en que viola el espíritu del constituyente. Esto es así, dijo, “porque el vicepresidente forma parte del Poder Ejecutivo,.y el constituyente pretendió que, en caso de empate, tenga preeminencia el ejecutivo, por eso desempata el vice”. Más o menos es lo que dijo.

Yo quisiera analizar esto desde distintos ángulos.

1.-¿Forma parte del Ejecutivo? El artículo 87 de la Constitución dice “El Poder Ejecutivo de la Nación será desempañado por un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina”. No dice nada más. El subrayado es mío. Sí dice en otro artículo que, “en caso de muerte, etc. será reemplazado por el vicepresidente de la Nación”. Luego, en el Capítulo Tercero de la Sección Segunda: “Atribuciones del Poder Ejecutivo” hay un artículo único, el 99 que dice: “El presidente de la Nación tiene las siguientes atribuciones:” y las enumera. Son 20. Da la sensación de que Poder Ejecutivo y Presidente de la Nación serían sinónimos para el constituyente.

2.- ¿Es el espíritu del constituyente? Siempre es difícil pretender ponerse en el pellejo del constituyente, pero yo digo: si el que redactó la norma quisiera que prevalezca la opinión del ejecutivo (o del presidente, que parece ser lo mismo) bien podría haber redactado algo así como: “… y en caso de empate, se remitirán las actuaciones al Ejecutivo para que resuelva según su parecer…” Por el contrario, el artículo 57 dice: “El Vicepresidente de la Nación será presidente del Senado; pero no tendrá voto sino en el caso que haya empate en la votación” Nada dice acerca del sentido de su voto.

3.- ¿El espíritu del constituyente importa solo a veces? Porque no pareció importarle al sector oficialista dicho espíritu, cuando al menos 5 veces (según yo pude recopilar; Arts. 4, 17, 29, 76 y 99 inciso 3) clama por que la legislación, y en especial en materia tributaria (también penal y otras que no recuerdo), sea atribución del Congreso.

Finalmente, hay que recordar que el Vicepresidente, antes de emitir su voto, hizo un llamado para que, en cuarto intermedio, los senadores acercaran sus posiciones a fin de lograr un consenso que, de mediar un real espíritu democrático, y no de confrontación “de potrero” hubiese sido beneficioso para todos. Con ello dejó en claro qué es lo que realmente perseguía. Por lo menos es la interpretación que yo le doy al “espíritu de Cobos”.

viernes, 18 de julio de 2008

NOBLEZA OBLIGA

Ayer nomás, hablábamos de la necesidad de derogar la desafortunada 125.

Hay que reconocer que, al menos en esta decisión, el gobierno ha honrado su palabra. Me apresuro a felicitar a la presidente por tal decisión, sabiendo lo amargo que le habrá resultado dictar la medida.

Espero ansiosamente, más que la derogación en sí misma, que todo este barullo sirva para iluminar a nuestros dirigentes (todos, oficialistas y opositores, del Ejecutivo y del Congreso) para que, de ahora en más, se conduzca la política con consensos y acuerdos previos. No es creíble que no se pueda gobernar de esta manera. Lo que la gente en las calles solicitó, es moderación y diálogo. Que ello sirva, entonces para que se apacigüen los ánimos, y llegue la paz y la sabiduría a los corazones.

jueves, 17 de julio de 2008

LOS ILUMINADOS


Algunos iluminados, al creerse que han descubierto o quizás inventado la verdad (única e indiscutible) se sienten, por tanto, sus dueños. Y quien no comparte esa verdad, es en realidad un sonso.

Entonces, desde la cúspide de su iluminación, pretenden ilustrarnos para sacarnos de nuestra ignorancia, sonsera o lisa y llana boludez.

Así, en coquetos “Power Points”, y para que salgamos de la profunda noche de nuestra sonsera, nos explican qué son las retenciones, de qué hermosa manera logran el divorcio entre los precios domésticos y los internacionales, y toda la serie de bondades infinitas que se logran con ellas.

Desde los mencionados “Power Points” nos explican también por qué el gobierno debe intervenir en la economía. Que el argumento de que las retenciones son distorsivas es una sonsera, porque con el mismo criterio “Que el Estado provea Educación Pública, distorsionaría el mercado de los Servicios Educativos” y estupideces parecidas respecto de la salud.

Hace pocos días, Felipe Solá, a propósito del mercado, dijo algo así como: “Frente al mercado se pueden tomar tres conductas: a) dejarlo hacer libremente, b) enfrentarlo y c) acotarlo”

Hoy en día, nadie en su sano juicio, optaría por dejarlo hacer libremente (no tengo noticias de nadie en el mundo que lo ponga en práctica, si bien algunos lo recomiendan para terceros); ni por enfrentarlo (en este caso tenemos el ejemplo de K y Moreno y así nos está yendo).

Si usamos la alternativa c), que es claramente la usada por los países exitosos, se presenta el problema de que, para lograr todo lo que la alternativa puede dar, hay que contar con estadistas. Esto quiere decir que el problema es saber cuándo, y hasta dónde.

Pongamos por ejemplo la educación de los niños. Se puede pensar que no hay que poner límites, porque los hechos enseñan por sí solos. Entonces al niño de 18 meses hay que dejarlo jugar con la sartén de aceite hirviendo. “Cuando se queme aprenderá”. Otro puede decir que los límites deben ser muy estrictos, entonces a la hija de 42 años no la dejará jamás a solas con el novio… Está claro que la ciencia y el arte está en ir marcando los límites conforme al desenvolvimiento del problema.

Volviendo al mercado y a las retenciones. Estas son una herramienta más de la política de estado. No son una verdad revelada única e indiscutible. Lo indiscutible es que hay países que viven muy bien sin ellas. Tampoco se discute que, si las vamos a usar, hay que tener planes más estructurados e ideas un poco más claras de cómo se hace.

Lástima que los iluminados no explican por qué las retenciones —en nuestro país— no logran parar la inflación, por qué no logran aumentar la producción de alimentos o la generación de energía y por qué sí logran, en cambio, producir un alto grado de crispación y enfrentamiento entre los argentinos.

LOS PILLOS Y LA 125

Los pillos suelen tener algún as en la manga. Y lo tienen para jugarlo según sus conveniencias.

En este caso, el gobierno cuenta con la 125 vivita y coleando, tan vigente como antes de la intervención del congreso.

Ahora bien, si nos atenemos a lo que dijo nuestra Primera Oradora, que hay que darle más “institucionalidad a la institucionalidad” o “más democracia a la democracia”, o algo parecido, cuando envió su proyecto al congreso; y si consideramos lo que dijo el Presidente en el acto del martes, que “nosotros acataremos lo que el congreso decida”; tendríamos que esperar que se derogue inmediatamente la famosa resolución del finado Lousteau.

A mi sano entender no cabe otra cosa entre gente de honor y buena fe.

En las próximas horas sabremos si tratamos con gente de esas características, o si simplemente este es un juego de fulleros.

Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...