Ayer nomás, hablábamos de la necesidad de derogar la desafortunada 125.
Hay que reconocer que, al menos en esta decisión, el gobierno ha honrado su palabra. Me apresuro a felicitar a la presidente por tal decisión, sabiendo lo amargo que le habrá resultado dictar la medida.
Espero ansiosamente, más que la derogación en sí misma, que todo este barullo sirva para iluminar a nuestros dirigentes (todos, oficialistas y opositores, del Ejecutivo y del Congreso) para que, de ahora en más, se conduzca la política con consensos y acuerdos previos. No es creíble que no se pueda gobernar de esta manera. Lo que la gente en las calles solicitó, es moderación y diálogo. Que ello sirva, entonces para que se apacigüen los ánimos, y llegue la paz y la sabiduría a los corazones.
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