No
soy economista, pero me atrevo a opinar algunas cositas. Si entre mis lectores
hay alguien de tan noble profesión, le ruego que corrija mis probables errores
de concepto.
Un
economista profesional adhiere generalmente a alguna de las teorías existentes y
las argumenta con su sapiencia y con elementos de juicio que maneja merced a
sus estudios. Un periodista, un encuestador y opinólogos varios, hacen lo
propio.
Un
político que no está al frente de una intendencia, gobernación o un país,
también es absolutamente libre de expresar sus ideas y de criticar, a quien
ejerce el ejecutivo correspondiente, en todo aquello que se aparte de lo que él
considera bueno para el conjunto. Desde luego que hablamos siempre de gente
bien intencionada que, aunque no son tan abundantes como uno quisiera, existen.
Por
su parte, el político que sí accedió a funciones ejecutivas, hace lo que puede,
dentro de lo que le resulta razonable.
Pongamos
un ejemplo:
Llega
al gobierno ese político bien intencionado que mencionamos antes (esto no es
tan frecuente). Hereda un déficit fiscal monumental (esto sí es frecuente).
Para hacerle frente, dispone de alguna de las siguiente opciones: 1) no pagar;
2) imprimir más billetes; 3) aumentar los impuestos o, 4) tomar deuda.
1)
Dejar de pagar los compromisos es una alternativa
más teórica que práctica, ya que de optar por ello, el país se incendia y su
gobierno cae irremediablemente. Hay sí una variante atenuada, que se utilizó en
2002, que es hacer una fenomenal devaluación con sueldos congelados, lo que
llevaría, hoy, casi al mismo incendio antes mencionado.
2)
Imprimir más billetes, inevitablemente sigue
generando inflación. Pero se podría recurrir a esto con un plan serio de metas
y plazos para ir disminuyendo el déficit ya que con ello se moderaría la
impresión de billetes y la inflación.
3) Aumentar los impuestos. Esto sería practicable si
la presión fiscal fuese baja y la economía en su conjunto tolerase tal aumento
sin llegar a la recesión. Si dicha presión ya fuera muy alta, el aumento en los
impuestos llevaría, por efecto de la caída de actividad, en una menor
recaudación.
4) Tomar deuda no es malo
en sí mismo. Lo malo es malgastar los ingresos que el préstamo genera. Si, por
el contrario, se utiliza, por ejemplo, en obras de infraestructura que demandan
una inversión muy alta y que disfrutarán varias generaciones (caminos, obras
hidráulicas para mitigar los efectos de las inundaciones, infraestructura
hospitalaria o escolar, etc.), entonces resulta provechoso el endeudamiento.
Puede ocurrir que un gobierno que heredó una situación como la que mencionamos
antes, utilice el préstamo para paliar el déficit. En este caso, una vez más,
hay que ver si se hace con planes y metas concretas de reducción del
desequilibrio.
En
resumen, el gobierno tiene una responsabilidad frente a todos los sectores
sociales y todas la áreas de su gestión. Para ello se elabora un presupuesto,
que debe ser refrendado por el Legislativo, donde se asignan los recursos en
relación a las prioridades que el gobierno asigna.
Pero,
volviendo a los economistas, periodistas, opinólogos y criticólogos varios que
vemos a diario por TV, sabemos de sobra que no abundan los bien intencionados o
imparciales, sino todo lo contrario. Por ello resulta risible cuando, ante una
obra de cualquier tipo, se critica porque debería asignarse ese recurso a salud,
educación, seguridad, etc. (aquí, cada uno pone lo que mejor le acomode) y no a
lo que se está haciendo en ese momento. Por el contrario, si la obra no se
hace, se criticará porque no se hizo, porque se subejecutó el presupuesto del
área y toda esa cantinela a la que estamos tan acostumbrados.
-->
1 comentario:
Opino lo mismo
Publicar un comentario