Interesantes testimonios y argumentos de lo que podría ser el mundo que le espera a la humanidad en las próximas décadas. Por más que todo sea tan vertiginoso que cueste imaginar la magnitud de lo que se viene, siempre hay algunas pistas e indicios gracias a los cuales se pueden tomar ciertas previsiones. Lo que sé es que el mundo laboral que se avecina no es el que estamos acostumbrados a ver, con profesiones que antes no existían y con las que existen que deberán adecuarse a lo que viene o desaparecer.
A todas las profesiones llegará la robotización de ciertas tareas que forman parte de la diaria ocupación del profesional. Cita el caso de los jueces, que deben fallar de acuerdo a su ciencia y a la jurisprudencia a la que tangan acceso. En ese territorio, el robot le lleva una enorme ventaja, porque tiene acceso a una cantidad de casos imposible para el alcance de una mente humana. Y, además, no están sujetos a fatiga ni a cambios de humor. Está documentado con estadísticas suficientes que, jueces de faltas de Israel, son mucho más severos en sus fallos conforme avanza la hora de la mañana y el hambre los acucia. Luego del almuerzo y con el estómago lleno y el corazón contento, sus fallos vuelven a ser más benévolos…
Y da ejemplos de muchísimas otras profesiones que se verán invadidas por la robótica dejando muchísima gente sin empleo, pero creando a su vez otras ocupaciones que antes no existían. Tal como ocurrió con la revolución agrícola y la industrial, solo que ahora los cambios serán vertiginosos. (WhatsApp consiguió en 6 años tantos seguidores como el cristianismo en 19 siglos). Pero, aún destruyendo muchos empleos (lo que de todos modos será una catástrofe personal para quien lo sufra y motivo de probables disturbios sociales) tendremos la ventaja del increíble abaratamiento general de toda la producción industrial, lo que contribuirá, como todos los avances tecnológicos de la historia, al enriquecimiento general de las sociedades.
Y nos recuerda algunas cifras de procesos de cambio de la historia: a mediados del siglo XIX en USA el 60% de la población trabajaba en tareas agrícolas, hoy solo el 2%; en 1960 26% lo hacía en industrias manufactureras, hoy solo el 10%. Y el nivel de vida de los americanos ha progresado notablemente.
En el balance, el autor es pesimista en el mediano plazo y optimista a la larga.
Datos de la evolución del mundo en los últimos 200 años.
Expectativa de vida: aún en los países más pobres del mundo, se vive hoy más que el promedio mundial de hace doscientos años.
Pobreza: En 1820 el 84% de la población mundial vivía en la pobreza extrema, hoy solo el 10%
Mortalidad infantil: en 1820 era a nivel mundial del 43%, hoy, los países peor ubicados están en al 15%
Alfabetismo: en 1820 solo 12% de la población mundial estaba alfabetizada, hoy solo quedan algunos países del África subsahariana con tasa de alfabetización del 30%
Guerras: aunque cueste creerlo en el mundo convulsionado en que vivimos, hoy muere menos gente en guerras que en otro tipo de violencias y mucho menos que de diabetes (Yuval Harari: el azúcar es más peligrosa que la pólvora).
Madera de héroe. De Miguel Delibes.
Del mismo autor he leído dos magníficas, tiernas y emotivas novelas: La hoja roja y El camino, que recomiendo en forma ferviente leer. Ya las he comentado antes, por lo que no insisto. Y es por la calidad de su prosa y de la humanidad de sus personajes que los continuos laísmos y leísmos y la profusión de palabras no conocidas (por mí) no alcanzan a empañar la atractiva narración del autor. Cuando me refiero a palabras no conocidas, no es solamente a los términos náuticos que abundan, sino a palabras de la vida diaria.
Transcurre la acción, esta vez, durante la Guerra Civil Española. El protagonista es un niño entrando en la adolescencia criado dentro de una familia de posibles, todos ellos monárquicos y religiosos en extremo. El niño (Gervasio) no escapa a esas ideas. El conflicto está en su padre –aunque el autor no lo diga, es un advenedizo en la familia, procedente de otro estrato social– que es un republicano («rojo», para su familia). El niño tiene una obsesión por ser héroe y, al estallar la guerra, se enrola en la marina de las filas rebeldes. Antes de eso, la guerra le muestra su fea cara en los excesos de ambas partes en litigio, tocándole de cerca en algunos casos. No obstante, creyendo que hay una «buena causa» por la que luchar, no deja que esas experiencias le saquen de la cabeza su necesidad de combatir. Una vez desatada la guerra es testigo de hechos que hacen tambalear todas sus convicciones. El niño tiene la particularidad de que, ante ciertos estímulos, reaccione con una horripilación sobrenatural que le trae ciertas complicaciones.
Piratas del Golfo. De Vicente Riva Palacio.
Maravillosa novela de aventuras. De aventuras amorosas y de piratas sanguinarios. Todo dentro de una trama tan bien urdida que, por momentos, asombra. Situaciones que podrían pasar desapercibidas o consideradas de menor importancia, son las pistas que da el autor para comprender o justificar, muchos capítulos más adelante, los hechos que van sucediendo.
Una redacción un tanto rocambolesca –propia del siglo en que se escribe y del siglo en que transcurre la acción– y una trama también rocambolesca, no quitan sin embargo el interés en ningún momento.
Podríamos, tal vez, hablar no de triángulos, sino de pentágonos u octógonos amorosos, en los que varios galanes se disputan una dama y a su vez varias damas compiten por un pretendiente. Todos aman a la misma y todas aman al mismo. Y, además, algunos o algunas, aman simultáneamente a más de uno o una.
Todo ello dentro de casualidades poco probables que ocurren y que no menguan en nada la lectura de esta apasionante de la novela. Toda una joyita de este autor mexicano del siglo XIX.
Homo Deus. De Yuval Harari.
El autor desarrolla la idea de que las tres calamidades recurrentes de la humanidad, las pestes, las hambrunas y las guerras, no son hoy las principales amenazas que la humanidad enfrenta, por más que ninguna de ellas esté erradicada por completo. Y cita el caso de que, hoy, más gente muere por comer mucho que por padecer el hambre. Asimismo, tanto las guerras como las pestes están controladas, por más que ambas muestren su feo rostro de vez en cuando, suelen estar focalizadas y no se extienden como en el pasado.
Respecto al hambre, si bien todavía existen muchos congéneres que padecen desnutrición, ya las hambrunas generalizadas y la muerte por falta de alimentos, son un fenómeno, si no extinguido, al menos focalizado.
En cuanto a las pestes, compara las que solían asolar a la humanidad con las nuevas que aparecen y vemos cómo, en pocos años, se pudo estudiar a fondo y controlar al SIDA mientras que, en épocas relativamente recientes, como la Edad Media, la viruela y la peste hacían estragos ante la mirada impotente de los médicos.
La guerra también está acotada, al menos en gran parte del planeta. Era una realidad presente en casi todo el devenir de nuestra historia. Hoy, la mayor riqueza de una nación no son los productos materiales sino el conocimiento. Aunque tuviese poder para ello, no se le ocurriría a China invadir California para apoderarse de Silicon Valey, como sí fue moneda corriente en tiempos pasados para apoderarse de minas o yacimientos. Esto y el enorme poder de los armamentos actuales ha contribuido a que más y más naciones no consideren la guerra como un recurso positivo.
Al desaparecer estas preocupaciones aparecen otras que son las que el autor desarrolla en esta notable obra.
Una de las preocupaciones es la de la lucha contra la muerte, Otra es el logro de la felicidad; al aumentar los logros materiales, aumentan las expectativas y por ello la felicidad suele ser inalcanzable. Todo un tema para la reflexión.
La magia de la vida. De Viviana Rivero.
Otra vez esta autora me deleitó con una novela que se lee de punta a punta sin perder el interés. Si bien es una saga de la anterior, La dama de la noche (que ya comenté en junio de 2022 "Sigamos leyendo..."), se puede leer en forma independiente, aunque resulta mucho más jugosa si se leyó previamente la otra. Aquí también la acción transcurre entre Buenos Aires e Italia (Placencia, Florencia y Roma) y en épocas distintas (los ’60 del siglo XX y nuestro más cercano 2008) pero estos saltos están perfectamente marcados, por lo que el lector no puede confundirse ni desorientarse. Hay una «tentación de lo imposible»[1] en las inauditas coincidencias que concurren a unir historias que, en un principio, se muestran independientes. Pero para eso está la ficción, para que lo imposible sea posible. Ello, siempre y cuando el autor esté a la altura.
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[1] Esa «Tentación de lo imposible» está plagiada del título de un libro de Mario Vargas Llosa, a quien pido disculpas por ello.