viernes, 31 de enero de 2025

Las ideas liberales

Releyendo párrafos de viejas lecturas, me encuentro con esta maravillosa pieza de doctrina que es el fallo del Juez Bermejo (en minoría) de la Suprema Corte Argentina de 1922 y que nos muestra cómo en nuestro país, la Constitución suele ser letra muerta para los gobiernos de turno. También nos enseña que las ideas liberarles, si bien minoritarias mucho tiempo, nunca estuvieron muertas del todo: 

El gobierno de la nación argentina está regido por una Constitución escrita que ha reconocido los derechos individuales preexistentes a ella como inherentes a la personalidad humana; ha organizado los diversos poderes y deslindado sus atribuciones fijando límites a su ejercicio y los medios para que esos límites no sean ultrapasados. Buena o mala, no tenemos más que acatarla y la garantía de la inviolabilidad de la propiedad, tanto como la de la seguridad personal contra los     vances de los gobiernos, es de la esencia de la libertad civil, que puede ser considerada como el alma del organismo institucional de la nación

Y termina el fallo en disidencia el Dr. Bermejo: 

Finalmente no sería aventurado prever que si se reconoce la facultad de los poderes públicos para fijar el alquiler, habría que reconocerles la de fijar el precio del trabajo y el de todas las cosas que son objeto de comercio entre los hombres, o, como lo expresaba esta Corte Suprema de Justicia en 1903: la vida económica de la Nación con las libertades que la fomentan, quedaría confiscada en mano de legislaturas o congresos que usurparían por ingeniosos reglamentos todos los derechos individuales, hasta caer en un socialismo de Estado en que los gobiernos serían regentes de la industria y el comercio y los árbitros del capital y de la industria privada. 

Esta cita fue tomada de Cuatro mil años de controles de precios y salarios de Schuettinger, R y Butler, E.

Podemos ver que las ideas estatistas y populistas no comenzaron en nuestro país en 1946 con el peronismo, sino que vienen  desde algunas décadas antes. Hay que reconocer, sin embargo que el peronismo supo llevarlas a niveles incompatibles con un desarrollo sustentable y una convivencia necesaria para el desenvolvimiento de una sociedad próspera. Los resultados están a la vista.

jueves, 23 de enero de 2025

Las recetas "neoliberales"


Entre los reparos más frecuentes que se oponen a la incipiente gestión de Milei, figura la supuesta aplicación de «recetas neoliberales que tanto mal nos han deparado».

Al respecto hay dos cuestiones para analizar; primero, que no queda muy claro qué entienden por las «recetas neoliberales». A menos que cualquier intento de no encorsetar severamente las leyes del mercado, sea calificado como tal. O que garantizar el derecho a disponer libremente nuestros bienes y del fruto de nuestro trabajo sea considerado como perversos planes impuestos por el imperialismo, el FMI o el recordado juez Griesa.

En segundo término, y lo mejor del análisis viene ahora, que yo sepa, en nuestro país ha habido un solo intento «neoliberal» que fue el del peronismo versión noventista. Nadie puede dudar de que la situación, a fines de los 80, de las empresas de servicios públicos que se privatizaron era caótica. Todos recordamos que el colapso económico del Estado no permitía financiar ningún tipo de recuperación de ellas. Unánimemente, desde el sector estatista Nac&pop, se culpa al «neoliberalismo» por la fenomenal crisis de 2001, sin poner demasiado énfasis en que la corrupción, la frivolidad y el desmesurado endeudamiento del gobierno peronista de entonces fueron las verdaderas causas del desplome. En ningún caso se implementó seriamente la reducción del gasto público, excepto por la privatización de las colapsadas empresas estatales. 

En cambio, los reiterados fracasos del estatismo populista, jamás se imputan a lo perverso del sistema, sino a difusos enemigos del «modelo» o de la Patria o al capitalismo salvaje. ¿Es razonable suponer que un gobierno que no es capaz de cumplir razonablemente bien con sus misiones indelegables (salud y educación públicas, seguridad, estabilidad monetaria, manejo austero de los recursos públicos, relaciones exteriores) pueda ser exitoso gerenciando transporte, comunicaciones, generación y distribución de energía eléctrica, minería, etc.?

Hasta ahora no he obtenido respuestas

domingo, 5 de enero de 2025

Bolurreflexiones

Yo y mi manía de reflexionar ante cada noticia. Por más que me lo propongo, no puedo con mi genio y le doy nomás. 

Leí hace un tiempo en "La Nación" una nota donde una persona, nacida como varón y habiendo adoptado el sexo de su preferencia (mujer), es jugador de fútbol y pelea para que la AFA la admita en la liga femenina.

Todo muy lindo en defensa de su derecho a la identidad de género, pero, ¿qué dirán las jugadoras de los equipos que enfrente? Porque, por más igualdad que reclamen, hay probables diferencias físicas que jugarían a su favor.

Pero, si de igualdad se trata, ¿por qué existe la liga femenina y no hay una liga única? 

En tal caso, si hay igualdad ANTE la ley, llegarían a jugar en primera de los equipos más grandes, los mejores, sin importar el sexo.

Pero, como previsiblemente se intentará igualdad MEDIANTE la ley, exigirán el cupo femenino. Aunque no sé como se haría para tener 50% de cada sexo en un equipo de 11 jugadores… 

Pero seguro que a las brillantes mentes igualitarias ya se les habrá ocurrido poner 5 mujeres en el primer tiempo y 6 en el segundo o viceversa, para darle precedencia a las damas. 

Queda el problema de los vestuarios; ¿habrá que duplicarlos? Tal vez, en aras de la igualdad, puedan coexistir todos juntos, porque el pudor parece ser un antiguo prejuicio de la sociedad burguesa, capitalista, neoliberal, heteropatriarcal y partidaria del sexo binario. Y, por las dudas, también cipaya.

Ahora me asalta una duda; ¿Por qué 50% de varones y 50% de mujeres? ¿No es que hay más de un género? ¿Cuánto les correspondería a los de género fluido? ¡Cuántas dudas sin respuesta!

¿Creen que deberé dejar el tintillo definitivamente? 

sábado, 4 de enero de 2025

Jean François Revel

Mis impresiones acerca de dos obras de Jean François Revel 

Aclaro que los párrafos subrayados son de mi responsabilidad

El conocimiento inútil

La idea directriz de la obra es que el conocimiento de nada sirve si no lleva a la acción coherente y esto no siempre o raras veces ocurre. 

Y la causa de esto radica en que el pensamiento dominante, en materia social y económica, no se basa en conocimiento de estos temas sino en emociones, creencias e intereses no racionales que están universalmente extendidas. 

Y los responsables son los sindicalistas, los políticos, los intelectuales y los empresarios prebendarios. También se agrega a esta lista la de la gente en general que adhiere reiteradamente a estas recetas cuyo fracaso es evidente por lo repetido. 

El papel de los intelectuales es notorio, ya que las ideas de izquierda han permeado de tal manera en los ámbitos académicos que ya no se puede criticar ni ligeramente alguno de los múltiples casos de fracaso, corrupción y la consecuente secuela de hambre, delincuencia y desocupación, sin quedar irremediablemente tildado de insensible, cuando no sanguinario explotador. Salvo que, a renglón seguido, hagamos la salvedad, con ejemplos tremendos, de casos iguales o peores de regímenes de derecha.

Según esa visión de las cosas, en vías de extinción a nivel racional, pero todavía influyente a nivel irracional, el totalitarismo no subsiste más que en su versión fascista, sostenida y favorecida por el «imperialismo», el cual no puede ser más que norteamericano. [...] Sólo la izquierda puede deplorar con todas las garantías morales los horrores del comunismo. Sólo tendréis derecho a la palabra si anteriormente os habéis volcado en elogios a Mao, a Castro o a los khmers rojos. O, por lo menos, ninguna denuncia del comunismo, si procede del campo liberal, podrá pasar la aduana ideológica de la izquierda si no se hace acompañar de su contrapeso exacto de denuncia de un crimen fascista. 

Hasta tal punto la izquierda ha colonizado la cultura que se puede (y está bien que así sea) criticar el apartheid sudafricano pero no otros regímenes africanos tanto o más despiadados. Lo que ocurre es que en el caso de Sudáfrica, estas aberrantes políticas estaban practicadas por blancos (habituales malos de la película) contra negros y bajo un régimen de derechas. En otros países del mismo continente ocurren cosas iguales o aún más crueles, llegando a condenar al hambre a los segregados, pero, como la discriminación es entre diferentes tribus, y esta aberrante política se ejerce por gobiernos de izquierda y de negros contra negros, estos regímenes son incriticables.  

Explica acabadamente una de las maneras en que los populistas africanos, izquierdistas ellos, explotan el hambre de su pueblo en beneficio propio:

Os encontráis al frente de un país totalitario del Tercer Mundo y necesitáis dinero, suministros diversos para cubrir vuestros gastos militares y proseguir la realización de la «revolución». Los países hermanos no son propensos a los regalos y vuestro crédito ante los países capitalistas está en el punto más bajo. ¿Qué hacéis? 

Esperáis que empiece una buena carestía, lo que por el efecto esterilizante de vuestra propia política agrícola no puede tardar en producirse, a poco que el cielo venga en vuestra ayuda reteniendo la lluvia. Tres cuartas partes de socialismo y una cuarta parte de sequía bastarán. [...] Dejáis que se desarrolle, que aumente, que explote hasta que alcance la amplitud y el horror que conmocionarán a la opinión pública internacional. 

En ese momento, dais el gran golpe: ofrecéis un reportaje a un equipo de televisión extranjera. Filma un lote de esos niños descarnados que habéis multiplicado tan sabiamente. Difundido a una hora de gran audiencia por una BBC o una CBS cualquiera, el reportaje sumerge a los telespectadores capitalistas en el espanto y la compasión. En cuarenta y ocho horas aparece en todas las pantallas del planeta. Simultáneamente, y esto es un elemento esencial de la preparación, acusáis vehementemente a los gobiernos capitalistas de haber intencionadamente rehusado o retardado los socorros, porque no querían ayudar a un país «progresista». [...] Los gobiernos occidentales se encuentran, en un abrir y cerrar de ojos, convertidos en los verdaderos responsables del hambre que habéis provocado o agravado. El dinero y los donativos, públicos y privados, fluyen del mundo entero. [...] Esa ayuda la necesitáis demasiado para vosotros, para vuestro ejército, para vuestra nomenclatura, para pagar algunas deudas a los países hermanos y, especialmente, para acelerar la colectivización y la revolución, eliminar a vuestros adversarios, consolidar vuestro poder. Los camiones que se os han dado para repartir cereales servirán para transportar soldados o, mejor aún, para deportar a los campesinos a las regiones de las granjas colectivas, donde morirán, lejos de las miradas indiscretas.  [...] Tras lo cual, una vez hecha una fortuna a espaldas de 1 200 000 etíopes muertos de hambre, el coronel Mengistu Hailé Mariana –pues es evidentemente de que es él de quien acabo de narrar las proezas– no tenía más que escuchar las ovaciones del Movimiento de los No Alineados, de la Internacional Socialista, de los teólogos de la Liberación y del Consejo Ecuménico de las Iglesias. [...] El coronel Mengistu se ha limitado a seguir una receta preparada por Lenin en la época de la gran carestía de 1921 en la Unión Soviética, y frecuentemente repetida desde entonces, [...] Dos interdictos se conjugaron para engendrar el silencio combinado de los ingenuos crédulos, de los «idiotas útiles» y de los cómplices cínicos: el sempiterno temor de pasar por reaccionario al criticar a un régimen totalitario llamado progresista, y el de parecer racista al condenar la matanza de africanos por otros africanos. 

El renacimiento democrático

Nos deslumbra Revel con el conocimiento, la erudición y la firme convicción con que sostiene sus ideas liberales. Y no se trata solo de opiniones sustentadas por marcos teóricos (marcos estos que también ostentan las ideologías marxistas e izquierdistas en general) sino que las contrasta permanentemente con ejemplos empíricos de la realidad. Y eso hace la gran diferencia entre el liberalismo y las teorías marxistas.

el socialismo es una construcción teórica anterior a la experiencia. Se afirma en ella que se posee una receta que, si se aplica (en este caso la apropiación colectiva de los medios de producción y de cambio), se obtiene una sociedad perfecta, a la vez próspera y justa. Esto es lo propio de la utopía. Los espíritus acostumbrados a esa manera de razonar piensan que el liberalismo es simplemente la doctrina que propone la receta contraria a la suya, haciendo las mismas promesas que ellos con el mismo sectarismo.

A diferencia de las utopías, el liberalismo no es un sistema de reconstrucción voluntaria de la sociedad, un calco al revés del socialismo. Es una mezcla lenta y espontáneamente amasada de democracia política, de libertad económica y de reflexión sin a priori dogmático.

Sostiene que la democracia no es un fin en sí misma, sino un medio (el menos malo) no perfecto, desde luego, de lograr aquellos objetivos que también el socialismo propone conseguir con recetas que, una y otra vez, han fracasado.

La primera [conclusión] fue que la democracia política, lejos de ser un lujo reservado a los ricos, constituía una necesidad para los pobres [...] un medio para deshacerse de un gobierno incompetente corrupto, un instrumento de desarrollo económico. [...] La segunda conclusión (la historia de los treinta últimos años suministraba decenas de ejemplos), era que se regresaba más fácilmente hacia la democracia a partir de una dictadura militar fascista que a partir de una dictadura socialprogresista, sin duda porque en este último tipo de despotismo, la tutela del Estado sobre la economía es mucho más fuerte y profunda.

Dedica muchos párrafos a mostrarnos cómo los medios cultos europeos (tal vez por una mala conciencia producto el insidioso mensaje marxista) ven con buenos ojos y un toque de romanticismo a las “revoluciones” y grupos guerrilleros de América Latina sin un análisis siquiera superficial del mesianismo que ostentan los cabecillas de estos grupos, ni tampoco una apreciación de la secuela de horror, miseria y muerte que traen consigo estos deshumanizados procesos. Algo así como decir: «Está muy bien, pero no aquí»

Pocas desviaciones, al menos en la época contemporánea, han hecho sin duda tanto daño a la realización efectiva de la democracia y frenado más la marcha hacia la libertad, que la idolatría del fenómeno revolucionario. Forma parte integrante de la cultura de izquierdas desde finales del siglo XVIII. A causa de ella ha prevalecido el postulado de que sólo la revolución puede perfeccionar a la sociedad, de que es imposible mejorarla gradualmente, y que, por consiguiente, es preciso destruirla y reconstruirla de un solo golpe, de la cabeza a los pies. Ese prejuicio ha [...] conducido al nazismo y al comunismo. Ha servido de principio de justificación al terrorismo.

La idea de revolución descansa sobre la convicción de que se puede aportar un remedio único masivo, radical inmediato y definitivo al mal estado en que se juzga que.se encuentra la sociedad. Esta convicción supone a su vez que la sociedad sufre de una sola enfermedad bien determinada, universal y nefasta. A un azote único operación quirúrgica única. 

Sigue:

La política no es una ciencia deductiva a priori. La ingeniería social no conduce más que a catástrofes. [...] Cierto, enunciar en primer lugar la idea, construir después la realidad, si es necesario borrándola si se resiste, seguirá siendo, me temo, nuestra eterna tentación totalitaria. [...] Los revolucionarios espontaneístas de 1968 —y de los años 60 en general— rechazaban todo tipo de autoridad en las democracias, acusadas de «tolerancia represiva» según el genial «sinsentido» de Herbert Marcuse, pero admiraban las formas puras de absolutismo en particular el maoísmo. Su fraseología nunca se evadió del marxismo-leninismo. Esta incoherencia sólo es aparente: los revolucionarios siempre están en contra del Estado hasta que se apoderan de él; y son partidarios del Estado total en cuanto toman el poder. Si fracasan en esa conquista, lo que fue el caso, se refugian a menudo en el terrorismo, que procede de la lógica jacobino-bolchevique: una minoría se concibe y se consagra en tanto que mayoría por la imaginación, y entiende imponer por la violencia sus puntos de vista sobre la verdadera mayoría. Como ésta no lo desea en absoluto, la mayoría imaginaria cree entonces deber actuar mediante el terror sobre la mayoría real. La única diferencia es que los comunistas actúan contra la democracia desde el interior del aparato de Estado, y los terroristas desde fuera. Pero los unos y los otros son totalitarios, en tanto que revolucionarios. La democracia no es la ausencia de gobierno. Es por el contrario la única forma de gobierno eficaz, la única que a la vez se sirve y se pone al servicio de todos los recursos de la sociedad civil. A menudo se ha dicho que la anarquía conduce al despotismo, lo cual es cierto. Menos a menudo se ha dicho que el despotismo conducía a la anarquía, lo cual nos muestra el triste espectáculo de las sociedades destruidas y dislocadas que deja tras de sí el comunismo, producto de la revolución.

sábado, 28 de diciembre de 2024

La dura realidad


Al mentor de ciertas mentes perturbadas se le atribuye la frase: «La única verdad es la realidad».

¡Qué pena que sus seguidores no lo sigan en esto! 

Por más que la realidad una y otra vez, sin excepciones, ha ido en contra de sus dogmas, ellos insisten. Como dijo Fernando Iglesias: «¡Qué gorila es la realidad!».

Digo yo: por más que la realidad ha demostrado que las expropiaciones, las nacionalizaciones o estatizaciones fracasan inevitablemente en cuanta ocasión se hayan puesto en práctica, ellos vuelven una y otra vez a lo mismo.

Pero aún así, siguen aferrados a semejante latrocinio invocando, eso sí, la causa Nac&pop. ¡Hay que ser fiel a las ideas! Y si son dogmáticas, más aún; los dogmas no se discuten.

Pero, viendo la realidad nos preguntamos:

¿Cómo le fue a Chile en épocas de Allende? 

¿Cómo le fue a Perú con Velasco Alvarado o con Alan García (en la primera presidencia)? 

¿Cómo le va a Venezuela? 

¿Cuánto nos costó y nos cuesta la reestatización de Aerolíneas? O YPF. 

¿Cómo nos iba con la telefonía estatal?

¿Cómo les fue a los jubilados luego de la liquidación de las AFJP?

Pero, como siempre, si la realidad se da de patadas con la idea preconcebida, la que está equivocada es la realidad…

Aunque me cueste arder en el averno del “Pensamiento Nacional”, voy a citar a Margaret Thatcher: «El peor enemigo del socialismo no es el capitalismo, es la realidad». Nosotros podemos cambiar socialismo por peronismo.


domingo, 22 de diciembre de 2024

La desigualdad


Tema recurrente en los debates a los que asistimos: la desigualdad. Vemos que, ya en la Revolución Francesa, estaba presente en su lema «Libertad, igualdad y fraternidad».

No obstante, al perseguir la igualdad, se suele cercenar la libertad. Porque la libertad nos garantiza resultados conforme a nuestros esfuerzos y capacidades, así como también un toque de suerte. Como la suerte, el esfuerzo y la capacidad no están igualmente repartidas (afortunadamente) entre los seres humanos, la desigualdad sigue a la libertad como su sombra. 

Por esa razón es que el pensamiento liberal siempre priorizará la libertad aún a costa de una menor igualdad. No obstante, hay quienes –bien intencionados, seguramente– priorizan la igualdad por sobre la libertad. Olvidan tal vez aquella frase que dice que «Se puede morir de pobreza, pero nunca de desigualdad». Olvidan también que Canadá, solo por poner un ejemplo, es un país más desigual que Bangla Desh; pero si analizamos su desempeño en, por ejemplo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), vemos que Canadá ocupa el puesto Nº 15, mientras que el país asiático ocupa el lugar 129. Yo les preguntaría a esas bien intencionadas personas en cuál de esos países preferirían ser pobres. 

Mucha gente, sin embargo, insiste en que la desigualdad es el problema, probablemente porque para igualar hacia arriba, hay que trabajar para que los menos favorecidos asciendan y eso no se logra de un día para el otro. En contraste, igualar hacia abajo es muy fácil y rápido, por eso es tan tentador para muchas conciencias.

Y esto se da en forma particular e insistente en el caso de Chile con fama de ser un país muy desigual. Es curioso que tantos se preocupen por el caso chileno que, según el índice Gini, ocupa el lugar 28 entre los más desiguales y, en cambio, nada dicen de Venezuela que ocupa el puesto 30. Escasísima diferencia si la comparamos con los respectivos puestos en la tabla de IDH en los que Chile ocupa el puesto 42 entre los países del mundo, mientras que la caribeña república ostenta un no muy lucido puesto Nº 120.

En un programa de la TV chilena vi que, insistentemente se le reiteraba a un entrevistado (liberal) si no consideraba que era muy injusto que un niño, por el solo hecho de haber nacido en un hogar postergado económicamente, estuviese condenado de antemano a un futuro de pobreza y exclusión que no era la suerte de otro niño nacido dentro de una clase social alta. La respuesta a tal pregunta es muy obvia y muy sencilla: es absolutamente intolerable que haya alguien condenado no más nacer a un futuro poco promisorio. Por eso hay que trabajar en una educación de calidad para todos, que no se logra de un día para el otro con solo buenas intenciones, y mucho menos se lograría quitándole a los más favorecidos sus posibilidades al respecto.


Y, en este sentido, bien vale reproducir una frase de Sarmiento:

«El abismo que media entre el palacio y el rancho lo llenan las revoluciones con escombros y con sangre, pero os indicaré otro sistema de nivelarlo: La Escuela».


Nota: algunas cifras pueden no estar actualizadas, pero los conceptos son válidos.

domingo, 15 de diciembre de 2024

La ética de la emergencia


Está claro para cualquiera que utilice medianamente sus neuronas, que los “planes asistenciales” no sacan de la pobreza a los supuestos beneficiarios, por el contrario, allí los mantienen envileciéndolos.
Seguramente que las almas caritativas que tanto abundan dirán que no se puede dejar morir de hambre a tanta gente ni condenar a los niños a una infancia de privaciones con consecuencias siempre indeseables para su vida de adultos.
Pues bien, la respuesta cae de su peso: ante una emergencia (incendio, epidemia, inundaciones no previstas, descarrilamiento de trenes o naufragios), la ayuda no solo es deseable sino necesaria y de sentido común. Pero cuando la pobreza es una situación permanente y el número de pobres aumenta constantemente, es porque algo funciona mal.
Lo que debemos preguntarnos es cómo llegamos a esta situación en que hay tantos argentinos que necesitan en forma endémica estos salvavidas y cómo fue que tantos niños van a la escuela para comer, porque en su casa no lo harían.
Recordemos que, en los tan vilipendiados años del “Régimen falaz y descreído”, anterior a la Ley Sáenz Peña, y muchos años más tarde aún, llegaban legiones de pobres, de pobreza absoluta desde otros países, no obstante, en pocos años salían de esa condición con su esfuerzo y no con subsidios del gobierno.
Vemos cómo, con su esfuerzo sostenido, construyeron sus casas y los barrios mismos, –en los que no solían faltar sociedades de fomento y de socorros mutuos– y cómo, en décadas más recientes vino la migración interna y solo construyó villas miseria sin lograr, la mayoría, jamás salir de ellas.
¿Qué fue lo que produjo tal diferencia? ¿Eran los migrantes internos genéticamente inferiores, o simplemente fueron víctimas de regímenes que les hicieron creer que todo les sería dado por un Estado bonachón?
Ese Estado bonachón, jamás les dio las herramientas para salir de la pobreza y, además, con mucho éxito, se dedicó a la tarea de usar como herramienta de propaganda fascista a la educación que fuera uno de los pilares de nuestro prodigioso progreso en aquellos años. Y nuestro gran orgullo.
Entramos en una espiral viciosa que nos llevaría a competir con la caribeña Venezuela, ya que al haber cada vez más gente que recibe planes, son cada vez menos, proporcionalmente, los que producen para sostenerlos. Luego, la solución reiterada y fácil era aumentar los impuestos y la inflación con lo que más gente pasaba a la condición de receptor de subsidios y…
Si el rumbo actual nos sacará de esa decadencia de muchas décadas, lo veremos con el correr de los meses. Lo cierto es que, si seguíamos con las mismas recetas, obtendríamos los mismos resultados.
Dijo Ayn Rand en “La ética de la emergencia” (no es textual, sino como lo recuerdo)
«La “ayuda” permanente es una falta de respeto por los “ayudados”, dado que se los considera como una caterva de mendigos inútiles que claman permanentemente por ayuda».
Poco para agregar.

Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...