Tomado de: Crítica de la razón populista de Miguel Wiñaski:
El enemigo
El dadaísmo populista encubre su naturaleza cleptócrata, propiciando el esperpento sociopolítico de estructurar a una sociedad en contra de sí misma, azuzando la beligerancia retórica por cualquier cosa, mientras se incrementa el botín de los corruptos. Para Chantal Mouffe, el enemigo no debe ser destruido en su modelo de democracia radicalizada. Al contrario, el enemigo debe ser construido y redivivo todo el tiempo. Gobernar es sembrar enemistades. Cristina Fernández ha sido su mejor alumna.
Y, a la construcción del enemigo, le sigue la del odio
El oficialismo activó en la Argentina un espectáculo en el que se invitaba a los mayores y también a los chicos, a escupir fotos con el rostro de diversos periodistas conocidos y de gran trayectoria. [...] Lo relevante, básicamente, fue la consagración del odio como metodología sociopolítica y antropológica legítima y deseable.
Combatiendo al capital
El populismo es un anticapitalismo de púlpito. Pero esa iglesia, el populismo, perdona al capitalismo práctico y condena al capitalismo filosófico libertario.
Dato mata relato (no siempre)
La razón populista colapsa contra sí misma, porque un día la fe en los líderes decae, porque ya no quedan más palabras que inventar, enemigos que elegir, conspiraciones que diseñar, y porque, a pesar de la intención de perennidad, todo termina al fin. Las antinomias de la Razón Populista son más físicas que metafísicas. La Razón Populista colapsa cuando se confronta su discurso con los datos. Los hechos son una catástrofe para la utopía populista y neopopulista.
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Aunque uno ya esté convencido de que las ideas del liberalismo son las que realmente sacan a los pueblos de la pobreza y el atraso, siempre es bueno entender, con demostraciones teóricas y empíricas los fundamentos de tal creencia.
Agustín Etchebarne en La clave es la libertad nos dice:
Cómo ser “ricos y opulentos”
Si observamos el país capitalista por excelencia, los Estados Unidos, veremos que además existe una extraordinaria movilidad social. Muchos latinos cruzan la frontera, arriesgando sus vidas, para ingresar a las promisorias tierras del "sueño americano". Eligen hacerlo porque saben que del otro lado encontrarán la oportunidad de progresar. Efectivamente, el 93% de los inmigrantes logra salir de la pobreza en apenas quince años. (Horowitz, 2015). Los países anglosajones como Australia y Canadá alcanzaron similares niveles de prosperidad.
Japón, Alemania e Italia ingresaron al club de los “ricos y opulentos” luego de perder la segunda gran guerra e incorporar las instituciones de la democracia liberal del país invasor: los Estados Unidos. […] Pareciera que basta ser invadido por Estados Unidos y adoptar sus instituciones como para avanzar a pasos agigantados, como también les ocurrió a Alemania o Italia.
El Capitalismo mejoró la producción, la alimentación y la salud
La multiplicación de la productividad se basa en la acumulación de capital. Un trabajador americano sentado sobre un tractor John Deere tiene la fuerza de 300 hombres y tiene 300 veces la productividad de un país atrasado de África. La acumulación de capital y los Inventos son los que sacan a los trabajadores de la pobreza. [...]
Puede sorprender, pero quienes expresaron de forma más tajante el progreso del capitalismo en Inglaterra fueron nada menos que Karl Marx y Frederich Engels en su "Manifiesto Comunista" (Marx y Engels, 1848, 2017, pág. 54): "En apenas cien años de dominación como clase, la burguesía ha creado fuerzas de producción más masivas y colosales que todas las generaciones anteriores juntas”. Karl Marx sin dudas fue un gran crítico de las desigualdades sociales que todavía eran inmensas en la época victoriana, pero no podía dejar de ver que el aumento de la cantidad de bienes y servicios era abrumador con relación a cualquier época anterior. Para Marx, el capitalismo era una fase positiva en el largo camino del progreso, solo que
no lo veía como la última etapa, sino que creyó que podía acelerar el camino hacia una utopía que imaginó como socialismo o comunismo, donde todos serían iguales y habrían desaparecido la envidia y el odio. Lamentablemente, eligió el camino de la violencia y propuso "la lucha de clases" para alcanzar el objetivo. Marx se equivocó, primero, en u predicciones. Como veremos, no fue cierto que aumentó la desigualdad, sino todo lo contrario. Se equivocó también en el medio violento. Por último, se equivocó en lo que generaría la propiedad común de los medios de producción. Sus teorías generaron más de 100 millones de muertos por violencia y hambre. [...] Es difícil comprender lo que fue el avance de esos años sin ver que hasta mitad de siglo la medicina era totalmente exclusiva y privilegio de las familias aristocráticas.
La clave es la libertad
Hasta el continente de África empieza a transformar sus instituciones hacia la libertad, y está a punto de firmar un amplio tratado de libre comercio entre muchos de sus países. Sudáfrica se había distinguido del resto, pero desde los '90 Botswana es un caso para seguir de cerca; es impresionante el crecimiento y la mejoría de este país. [...] podemos ver cómo Botswana se acerca a la Argentina rápidamente en términos de PBI per cápita (es decir en producción de bienes por persona). La diferencia es que Botswana está 36 en el índice de libertades económicas elaborado por la Fundación Heritage y Argentina está 148. Nuevamente se observa que la clave es la libertad.
La desigualdad
La mayor desigualdad se da entre gente de muy bajos ingresosPara explicar este punto [la desigualdad], el profesor Martín Krause suele hacer una comparación entre su familia y la de Bill Gates. El señor Krause [padre] en los años '50 ganaba cerca de 1000 dólares, comparado con el padre de Bill Gates que ganaría, por ejemplo, el doble, unos 2000 dólares. Pero en la siguiente generación, ahora el profesor Krause gana unos 5000 dólares mensuales, mientras que Bill Gates gana unos 240 millones de dólares por día. La brecha entre ambos sin duda se ha agigantado con respecto a la generación anterior. Sin embargo, el profesor Krause se pregunta: ¿acaso estoy peor que mi padre? Y la respuesta es que no, que está mejor. Entre otras cosas, porque hoy tiene una computadora que utiliza el software diseñado por Bill Gates y que se lo vende a un precio razonable y cada dos años lo mejora sustancialmente. Bill Gates gana mucho dinero porque sus productos benefician a miles de millones de personas en todo el mundo, pero eso enriquece al conjunto de la humanidad, no empobrece a nadie, recordemos nuevamente que la economía no es un juego de suma cero. Lo relevante es salir de la pobreza, no la diferencia con quienes más ganan. A menos que creamos que uno es pobre porque otro se enriquece, pero eso solo es cierto si no funciona la igualdad ante la ley, y existen privilegios en el mercado, entonces habría que ir contra esos privilegios específicos. Usualmente esos abusos son mucho mayores en los países populistas o no capitalistas, es por eso que hay que mejorar el imperio de la ley.
El primer gran salto se da entre quien vive con menos de dos dólares por día (pobreza extrema) y quien ya ha salido de la pobreza, unos 10 dólares por día. Es la diferencia entre tener alimentos, ropa, vivienda, calefacción y atención de la salud y educación, y no tener acceso a esos bienes básicos. Una vez que se accede a esos bienes, las demás diferencias son mucho menos importantes. Si todo el mundo sale de la pobreza, la desigualdad habrá caído inmensamente, aún si el índice Gini indica lo contrario. Las diferencias entre Bill Gates y el profesor Krause son mínimas, más allá de lo monetario, es posible en muchos sentidos que Martín coma mejor porque su mujer cocine mejor que la cocinera de Bil Gates, que tenga menos estrés porque no tiene la infinidad de problemas de una empresa gigante, y que tenga más tiempo para leer, pensar y conversar con sus amigos y que no tenga demasiado interés en tener un auto más lujoso o viajar en avión privado.
Fueron los capitalistas los que mejoraron las condiciones laborales del proletario
Karl Marx se asombraría de saber que, en 1926, fue Henry Ford, el legendario empresario automotor, quien limitó las largas horas de trabajo seis días por semana, por una semana de cuarenta horas de trabajo 8 horas por cinco días y dos días de feriado, además de vacaciones. Más aún se sorprendería al saber el motivo por el que se dice que Ford cambió el estatus de sus obreros: lo hizo porque pensaba que el ocio era necesario para que consumieran más productos capitalistas, incluyendo sus autos. En 1926 la revista World's Work Magazine, cita a Ford diciendo: "El ocio es un ingrediente indispensable en un mercado consumidor en crecimiento porque los trabajadores necesitan tener tiempo libre para encontrar usos para los bienes de consumo, incluyendo los automóviles". Posiblemente también Ford comprendía que mejoraría la salud y la productividad por hora de sus obreros, pero está claro que veía una necesidad en el aumento del consumo. Para hacerse verdaderamente rico es necesario producir para las grandes masas, no para pocos ricos (Cho, 2013).
1 comentario:
Mirta nos dijo:
Muchas gracias por el mensaje.
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