Revolviendo viejos papeles encontré algo que había escrito en plena crisis de fines del gobierno de De la Rúa. Como suele suceder en nuestro país, las cosas nunca pierden actualidad. Nuestros problemas parecen ser recurrentes, pero en realidad lo que ocurre es que siempre damos vueltas y más vueltas sobre lo mismo. En fin, quiero compartir aquello que había escrito.
La Crisis
La Política
Los hechos de la política son siempre evaluados según nuestra particular óptica. Así, aplaudiremos o denostaremos un mismo suceso, dependiendo de nuestra respectiva preferencia, o nuestra identificación con tal o cual sector. Por ello, al finalizar su mandato un gobernante, suele haber quienes lo aplaudan y quienes lo critiquen. Con gobiernos normales, y en países normales, esto sería absolutamente lógico, ya que costaría imaginar alguna administración que hubiese hecho todo mal o todo bien.
Podríamos ser admiradores de Menem o de Alfonsín; hipercríticos de De La Rúa o de Duhalde.
Pero hemos llegado a un grado de postración absoluto, en el que la generalidad de la gente ve como desciende inevitablemente su nivel de vida. Y esto hablando de quienes aún conservan un trabajo. En esta situación, es difícil creer que toda la culpa de nuestros males la tiene De La Rúa. Tampoco es creíble que los males dejados por su antecesor fueron tantos y tan absolutos que a pesar de los enormes y eficaces intentos de “Chupete” y los Sushi Boys este resultado era inevitable.
Las provincias, por su parte, muestran en general situaciones parecidas. Y si vamos a los municipios, el panorama no es muy distinto.
La conclusión entonces se me ocurre que es que el resultado de la política, ha sido en general muy pobre, lo que lleva a generalizar la bronca contra los políticos.
¿Y la responsabilidad?
Ante un resultado exitoso, aparecen rápidamente quienes se adjudiquen la autoría, pero de los fracasos, somos maestros en esquivar el bulto. La gente, según su preferencia, dirá que son los radicales o los peronistas. Los políticos oficialistas dirán que la oposición solo supo poner palos en la rueda, y los opositores que el oficialismo es incapaz.
Los votantes, sin ningún asomo de culpa, dirán que el pecado es de los políticos, y con frases como: “¡A mí no me interesa la política!” “¡El Gobierno no me dan de comer!” ”Yo no tengo tiempo para esas cosas”; se desligan del problema. Claro, la política no les interesa, pero los resultados de esas políticas les dan muchos dolores de cabeza.
Los políticos dirán que los militares son los responsables. Los de uniforme dirán que ya pasaron dieciocho años y mirarán para el costado. Y así podemos seguir hasta el infinito. ¿Entonces? ¡Somos todos responsables! ¡Qué alivio! ¡A mí me cabe solo una treinta y siete millonésima parte de la responsabilidad! La misma responsabilidad que tiene mi hija de dieciséis años o que el bebito de la vecina que tiene apenas dos días de nacido.
Alguno negará en forma absoluta esa ínfima parte, pero para otros ¡es realmente una bicoca!
Lo mismo un burro que un gran profesor
Lo concreto es que la responsabilidad es de todos. Para eso se inventó la democracia, caramba. Todos iguales. Lo mismo un diputado que un ciruja. Igual el bombero que el presidente. La misma carga para el cartonero que para el intendente. Allí vemos codo a codo el concejal y el barrendero. Igual el ladrón que el juez... ¡Ah, no!, esto ya no es lo mismo. El ladrón está fuera de la ley...No podemos comparar...El país está en bancarrota, pero no comparemos a los ladrones con quienes trabajamos honestamente....
Las causas
En una hipotética ecuación del fracaso tendríamos:
I + C + D
F (%) =
100
Donde:
F = Fracaso. Se expresa en porcentaje, correspondiéndole a Argentina el valor de 100 (obviamente no hay valor teórico superior, y es por eso que no lo hemos superado aún. No obstante, con perseverancia podemos llegar a lograrlo).
I = Incapacidad de los gobernantes. Su valor relativo queda a criterio de quien lo analice. En todos los casos es elevado.
C = Curro. Su valor es elevadísimo y, lo que es peor, generalizado ampliamente entre gobernantes y gobernados.
D = Desidia. También llamado Indiferencia. Esto también está generalizado ampliamente, pero entre los votantes. Ahora, cacerolas de por medio, y para cuidar quintitas propias, tiende a decrecer.
Cada analista político puede variar los valores relativos de los sumandos de la ecuación, pero obviamente, el valor final dará, en todos los casos, 100. Algunos, cegados de ideología, le cargan las tintas al Imperialismo, a la Oligarquía, al Proletariado, a la Iglesia, al Estatismo, a la Cosmografía, al Neoliberalismo, a la Paleontología, etc. En mi modesta opinión, mientras los valores de I y C en la ecuación sean tan elevados, no hay sistema, o ideología que pueda haber fracasado, a no ser que al que imperó en Argentina lo bauticemos. ¡Eso! Algo hemos logrado, fundamos un nuevo sistema político-económico-social. ¡Sí señor! Y ya propongo un nombre para él:
Chantocracia.
Es un sistema absolutamente justiciero. Yo diría que está más a la izquierda que los más radicalizados movimientos de los 60 y 70. En efecto, en la Chantocracia, se reparte igualitariamente:
· La mishiadura.
· Las responsabilidades (según ya hemos visto anteriormente)
De este último ítem debemos excluir a los ex presidentes, pues por un designio celestial están excluidos de pecado. De no ser así no se explicaría como uno desde su banca de Senador, y el otro desde un coqueto balneario (eso sí, de una República Hermana) se explayan en explicaciones acerca de lo que hay que hacer. Lástima que también está generalizada la ignorancia, y por tal razón no alcanzamos a comprender tan insignes mensajes. ¿Y Chupete? Bueno, démosle tiempo y ya nos ilustrará con sus sabias admoniciones.
Buenos Aires, marzo de 2002.